Crudos: las compañías temen que la producción esté casi al límite

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En realidad, los preocupados son importantes directivos del sector privado. Hasta hace poco polémica marginal, hoy cada vez más expertos vislumbran un techo para la extracción de hidrocarburos alrededor del planeta.

Así cree, por ejemplo, el consejo nacional del petróleo, que asesora a Washington. Algunos analistas estiman que ese límite puede alcanzarse ya en 2012, pese a que Saudiarabia afirme tener crudos para doscientos años. Técnicamente, el tope productivo se ubica en alrededor de 100 millones de barriles diarios. A mediados de 2007, el volumen rondaba los 85 millones de b/d.

Medios allegados al negocio en sí se apresuran a aclarar que “el petróleo no se acabará pronto”. Alegremente, Naciones Unidas supone que –hacia 2030- el mundo estará produciendo 140 millones de b/d., o sea 40% sobre el tope técnico. Menos optimista pero también sin explicaciones, el departamento federal de energía y combustibles (virtual vocero del “lobby” tejano, mientras George W.Bush y Richard Cheney estén en sus cargos) proyecta 120 millones de b/d en 2030.

Observadores menos sujetos a intereses específicos sostienen que surgen cada día más evidencias de que las reservas cubicadas de hidrocarburos alcanzarán un techo antes de los combustibles alternativos puedan substituir a los fósiles. Pese a hallazgos como el de Brasil (que también es principal fuente mundial de etanol). La Sociedad para Estudios Petroleros (París) prevé ya para 2020 el cenit, que ubican en 90 millones de b/d. Aun menos optimista, Science Applications International fija un máximo de 100 millones hacia 2015 e, inmediatamente después, una veloz declinación hasta 70 millones de b/d en 2030.

En general geólogo serios, ajenos al negocio y su campeón, la OPEP, los integrantes de la SEP y SAI sospechan que –como hacía Royal Dutch/Shell hace tres años- las compañía inflan reservas para mejorar sus cotizaciones bursátiless y asegurar dividendos desmedidos a los accionistas. Con casi la mitad de los hidrocarburos existentes ya bombeados, la tesis del cenit (o sea, la fase declinante de reservas económicamente extraíbles) deja de ser una extravancia y pesa en los debates serios.

Hay un síntoma significativo: ninguna proyección pasa de 2030 cuando, hace cinco años, se barajaban cifras positivo hasta 2050. Dislates como el saudí ni se tienen en cuenta. Como no pueden hablar de paulatino agotamiento, los ejecutivos de la industria y los funcionarios de países exportadores apelan a circunloquios. Entonces, arguyen la continua alza de costos, reservas en áreas económicamente inexplotables, cuando no difíciles de explotar. Al mismo tiempo, el frente “optimista” se agrieta. Semanas atrás, en Londres, la petrolera francesa Total sostuvo que las estimaciones de la Agencia Internacional de Energía y Combustibles (AIEC, casi un “lobby” de la OPEP) “ya no son realistas”. Aludía a un informe que imagina la producción “creciendo de 102,3 millones a 120 millones de b/d entre ahora y 2030”. Poco después, en Nueva York, ConocoPhillips declaró imposible que la extracción supere alguna vez los 100 millones de b/d.

Así cree, por ejemplo, el consejo nacional del petróleo, que asesora a Washington. Algunos analistas estiman que ese límite puede alcanzarse ya en 2012, pese a que Saudiarabia afirme tener crudos para doscientos años. Técnicamente, el tope productivo se ubica en alrededor de 100 millones de barriles diarios. A mediados de 2007, el volumen rondaba los 85 millones de b/d.

Medios allegados al negocio en sí se apresuran a aclarar que “el petróleo no se acabará pronto”. Alegremente, Naciones Unidas supone que –hacia 2030- el mundo estará produciendo 140 millones de b/d., o sea 40% sobre el tope técnico. Menos optimista pero también sin explicaciones, el departamento federal de energía y combustibles (virtual vocero del “lobby” tejano, mientras George W.Bush y Richard Cheney estén en sus cargos) proyecta 120 millones de b/d en 2030.

Observadores menos sujetos a intereses específicos sostienen que surgen cada día más evidencias de que las reservas cubicadas de hidrocarburos alcanzarán un techo antes de los combustibles alternativos puedan substituir a los fósiles. Pese a hallazgos como el de Brasil (que también es principal fuente mundial de etanol). La Sociedad para Estudios Petroleros (París) prevé ya para 2020 el cenit, que ubican en 90 millones de b/d. Aun menos optimista, Science Applications International fija un máximo de 100 millones hacia 2015 e, inmediatamente después, una veloz declinación hasta 70 millones de b/d en 2030.

En general geólogo serios, ajenos al negocio y su campeón, la OPEP, los integrantes de la SEP y SAI sospechan que –como hacía Royal Dutch/Shell hace tres años- las compañía inflan reservas para mejorar sus cotizaciones bursátiless y asegurar dividendos desmedidos a los accionistas. Con casi la mitad de los hidrocarburos existentes ya bombeados, la tesis del cenit (o sea, la fase declinante de reservas económicamente extraíbles) deja de ser una extravancia y pesa en los debates serios.

Hay un síntoma significativo: ninguna proyección pasa de 2030 cuando, hace cinco años, se barajaban cifras positivo hasta 2050. Dislates como el saudí ni se tienen en cuenta. Como no pueden hablar de paulatino agotamiento, los ejecutivos de la industria y los funcionarios de países exportadores apelan a circunloquios. Entonces, arguyen la continua alza de costos, reservas en áreas económicamente inexplotables, cuando no difíciles de explotar. Al mismo tiempo, el frente “optimista” se agrieta. Semanas atrás, en Londres, la petrolera francesa Total sostuvo que las estimaciones de la Agencia Internacional de Energía y Combustibles (AIEC, casi un “lobby” de la OPEP) “ya no son realistas”. Aludía a un informe que imagina la producción “creciendo de 102,3 millones a 120 millones de b/d entre ahora y 2030”. Poco después, en Nueva York, ConocoPhillips declaró imposible que la extracción supere alguna vez los 100 millones de b/d.

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