La nueva decisión que ha tomado Mark Zuckerberg – de lanzar una moneda digital en la primera mitad de 2020 — hará que su compañía sea más poderosa que cualquier país, según dice hoy Ed Conway en The New York Times.
Se cuenta que Mark Zuckerberg dijo esto una vez: “En muchos sentidos Facebook se parece más a un gobierno que a una compañía tradicional; mientras las compañías trazan estrategias , nosotros fijamos políticas”.
Eso puede sonar pomposo, dice Conway, hasta que nos detenemos un poco a considerar lo que es Facebook: una red de 2.400 millones de usuarios-ciudadanos, algo mucho más grande que cualquier país. Toda esa gente responde a las reglamentaciones fijadas por el líder supremo, o sea Mark Zuckerberg. Están unidos por un conjunto de reglas sobre contenido que se parece bastante a una constitución. Pagan una suerte de impuesto invisible, no en dinero sino en horas online y en información que comparten en sus perfiles. Pronto hasta tendrán una “corte suprema” que decidirá sobre el contenido permitido.
En una presentación que hizo en Harvard, Zuckerberg dijo que “cuando se les pregunta a los millennials qué es lo que define su identidad, la respuesta más frecuente no es ni la nacionalidad, religión o etnia, sino ‘ser ciudadanos del mundo’”.
Tal como están las cosas, entonces, a la “república de Facebook” le faltarían un ejército, una democracia y una moneda. Con el último anuncio estaría solucionando el tercer faltante. Esta semana el jefe de la red social anunció la creación de la Libra, una moneda global simple y una estructura financiera que empoderará a millones de personas. La medida más incendiaria hasta ahora.
La creación de una moneda global es uno de esos sueños que los economistas y políticos comentan desde hace años pero que hasta ahora nadie ha sido lo suficientemente audaz y temerario para hacerlo. John Maynard Keynes sugirió la idea en los años 40 pero fue derribada por los norteamericanos que se proponían convertir al dólar en el eje de la economía de la posguerra.
Pero Zuckerberg no necesita un acuerdo Bretton Woods para hacer realidad su moneda global. Tiene los usuarios, tiene la infraestructura para crear aun sistema de pagos que abarca el mundo entero y tiene los recursos para hacerlo.
Vale la pena analizar las posibles consecuencias económicas de esto, sugiere Conway. Porque una moneda global pasará por encima al sistema monetario internacional. Por pueblerino que parezca esto a los ciudadanos del mundo, hay buenas razones para que las autoridades nacionales fijen sus propias tasas de interés, vigilen sus propios sistemas financieros y emitan sus propias monedas.
Por estas y otras muchas razones, cada vez que una moneda privada se instala al punto de amenazar los privilegios de los gobiernos o se la ha nacionalizado o regulado a muerte. Eso debería ser lo que pase con la Libra. Excepto que, al menos por ahora, el clima parece propicio. En parte porque el sistema actual de transferencia internacional de dinero es un desastre. Enviar dinero de un país a otro implica papeleo, impuestos y esperas. La segunda razón es que probablemente los bancos no van a considerar la Libra como una moneda alternativa sino un simple mecanismo de pago.
La pregunta con que Conway cierra su columna es ¿Zuckerberg ambiciona gobernar el mundo o simplemente hacerse más rico? Y arriesga su respuesta: ambas cosas.