Semirretirado, a los 78 sigue en el negocio, pero a través de dos fondos de riesgo centrados en hidrocarburos, ambos en Dallas. Su verborragia subraya un hecho: ha tomado partido en un debate agitado y adhiere a la llamada “hipótesis regresiva”. O sea, afirma que –simplemente- ya no quedan en el planeta yacimientos importantes que descubrir. Por consiguiente, las empresas irán drenando gradualmente el billón de barriles en reservas cubicadas todavía bajo el suelo o agua. “Cuando se hayan agotado, adiós negocios”
La frase pertenece al discípulo más conocido de Pickens, el consultor especializado Matthew Simmons, que opera también una banca de inversión en Houston. A su juicio, la demanda mundial de combustibles fósiles va en vías de exceder crónicamente la oferta, por amplio margen (y eso lo dijo antes de que los huracanes Katrina y Rita dañaran refinerías, ductos y plataformas costa afuera). “Me atrevo a asegurar que ya vivimos una severa crisis de hidrocarburos y los precios continuarán en un serrucho ascendente”.
Existe otro grupo de analistas que, con parecida vehemencia, sostiene que el mundo no sufre una crisis así y, probablemente, no la afronte durante largo tiempo. El adalid de la “hipótesis feliz” es Daniel Yergin, autor de “The epic quest for oil, money and power”, libro que ganó un premio Pulitzer en 1992. Fundador de la consultora Cambridge Energy Research Associates, subraya: “es la quinta vez que estamos, supuestamente, a punto de quedarnos sin crudos”.
“Siempre –arguye- han aparecido tecnologías que posibilitaban detectar nuevas fuentes de hidrocarburos o extraer más crudos y gas de yacimientos existentes”. Su firma publicó, meses atrás, un estudio según el cual, de 2004 a 2010, las existencias petrolíferas habrán aumentado al ritmo de 16 millones de barriles diarios. Por ende, compensarán el alza de demanda y forzarán un descenso de precios.
Parece difícil explicar por qué uno de los recursos vitales de la humanidad y su destino generan semejantes divergencias de opinión. Por cierto, varios analistas ajenos a ambos bandos se manifiestan sorprendidos, en buena parte porque la polémica también involucra grandes compañías de la industria. Así, ChrevronTexaco adhiere a la tesis de Pickens, en tanto ExxonMobil se alínea con Yergin.
Existen tres razones para esa falta de consenso. Primera: los hidrocarburos se esconden en lo profundo de la tierra o el mar y son difíciles de mensurar; por ende, datos tan básicos como cuánto petróleo queda abajo o cuánto podrá extraerse son, en muchos casos, meras presunciones.
Segunda: el negocio está envuelto en secretos. Como revelaba semanas atrás el “New York Times”, Saudiarabia –junto con Rusia, el mayor productor actual- no acepta que la Organización de Países Exportadores audite sus informes sobre extracción, exploración y reservas. De Moscú mejor no hablar.
Tercera: el mero hecho de que haya divergencias tan marcadas dice muchísimo sobre la óptica y los intereses de cada sector. “Por un lado están los geólogos y otros profesionales, por el otro los analistas económicos y financieros”, indica Seth Kleinman, de la consultora PFC Energy (Washington). Por supuesto, es una generalización, pero contiene bastante verdad.
Ambos bandos coinciden en una cosa: la atropellada de precios en 2005 se inició en abril (mucho antes de Katrina) y confirma que la demanda ha alcanzado la oferta. La expansión económica de China e India y la moderada recuperación en Estados Unidos son factores decisivos en ese proceso. El universo feliz de Yergin parece no existir.
Volviendo a Pickens, sus números son inquietantes. “El mundo extrae unos 85 millones de barriles diarios y eso constituía la demanda a mediados de este año. Antes de los huracames –añade-, la capacidad refinadora ya no acompañaba la demanda, especialmente en EE.UU. Esas plantas estaban operado a 96% y esto es insostenible. Ahora, la presión sobre los precios torna hacerse sentir”.
Justamente, lo que postula la hipótesis regresiva, a cuyo juicio los negocios fáciles se han terminado. El principal motivo de que las refinerías operen a 96% de capacidad es que, durante treinta años, no se han levantado nuevas plantas en EE.UU. “Eso refleja la miopia de las empresas –sostiene Simmons- y su quietismo”.
En un plano aún más pesimista, Pickens y sus seguidores creen que será cada vez más difícil reponer el petróleo actualmente en explotación. “Hay una estadística bastante aterradora: el planeta consume 30.000 millones de barriles por año. No existe forma de compensar ese volumen. Por ejemplo –señala el magnate-, un solo millón de b/d equivale a mil pozos extrayendo mil barriles”.
Semirretirado, a los 78 sigue en el negocio, pero a través de dos fondos de riesgo centrados en hidrocarburos, ambos en Dallas. Su verborragia subraya un hecho: ha tomado partido en un debate agitado y adhiere a la llamada “hipótesis regresiva”. O sea, afirma que –simplemente- ya no quedan en el planeta yacimientos importantes que descubrir. Por consiguiente, las empresas irán drenando gradualmente el billón de barriles en reservas cubicadas todavía bajo el suelo o agua. “Cuando se hayan agotado, adiós negocios”
La frase pertenece al discípulo más conocido de Pickens, el consultor especializado Matthew Simmons, que opera también una banca de inversión en Houston. A su juicio, la demanda mundial de combustibles fósiles va en vías de exceder crónicamente la oferta, por amplio margen (y eso lo dijo antes de que los huracanes Katrina y Rita dañaran refinerías, ductos y plataformas costa afuera). “Me atrevo a asegurar que ya vivimos una severa crisis de hidrocarburos y los precios continuarán en un serrucho ascendente”.
Existe otro grupo de analistas que, con parecida vehemencia, sostiene que el mundo no sufre una crisis así y, probablemente, no la afronte durante largo tiempo. El adalid de la “hipótesis feliz” es Daniel Yergin, autor de “The epic quest for oil, money and power”, libro que ganó un premio Pulitzer en 1992. Fundador de la consultora Cambridge Energy Research Associates, subraya: “es la quinta vez que estamos, supuestamente, a punto de quedarnos sin crudos”.
“Siempre –arguye- han aparecido tecnologías que posibilitaban detectar nuevas fuentes de hidrocarburos o extraer más crudos y gas de yacimientos existentes”. Su firma publicó, meses atrás, un estudio según el cual, de 2004 a 2010, las existencias petrolíferas habrán aumentado al ritmo de 16 millones de barriles diarios. Por ende, compensarán el alza de demanda y forzarán un descenso de precios.
Parece difícil explicar por qué uno de los recursos vitales de la humanidad y su destino generan semejantes divergencias de opinión. Por cierto, varios analistas ajenos a ambos bandos se manifiestan sorprendidos, en buena parte porque la polémica también involucra grandes compañías de la industria. Así, ChrevronTexaco adhiere a la tesis de Pickens, en tanto ExxonMobil se alínea con Yergin.
Existen tres razones para esa falta de consenso. Primera: los hidrocarburos se esconden en lo profundo de la tierra o el mar y son difíciles de mensurar; por ende, datos tan básicos como cuánto petróleo queda abajo o cuánto podrá extraerse son, en muchos casos, meras presunciones.
Segunda: el negocio está envuelto en secretos. Como revelaba semanas atrás el “New York Times”, Saudiarabia –junto con Rusia, el mayor productor actual- no acepta que la Organización de Países Exportadores audite sus informes sobre extracción, exploración y reservas. De Moscú mejor no hablar.
Tercera: el mero hecho de que haya divergencias tan marcadas dice muchísimo sobre la óptica y los intereses de cada sector. “Por un lado están los geólogos y otros profesionales, por el otro los analistas económicos y financieros”, indica Seth Kleinman, de la consultora PFC Energy (Washington). Por supuesto, es una generalización, pero contiene bastante verdad.
Ambos bandos coinciden en una cosa: la atropellada de precios en 2005 se inició en abril (mucho antes de Katrina) y confirma que la demanda ha alcanzado la oferta. La expansión económica de China e India y la moderada recuperación en Estados Unidos son factores decisivos en ese proceso. El universo feliz de Yergin parece no existir.
Volviendo a Pickens, sus números son inquietantes. “El mundo extrae unos 85 millones de barriles diarios y eso constituía la demanda a mediados de este año. Antes de los huracames –añade-, la capacidad refinadora ya no acompañaba la demanda, especialmente en EE.UU. Esas plantas estaban operado a 96% y esto es insostenible. Ahora, la presión sobre los precios torna hacerse sentir”.
Justamente, lo que postula la hipótesis regresiva, a cuyo juicio los negocios fáciles se han terminado. El principal motivo de que las refinerías operen a 96% de capacidad es que, durante treinta años, no se han levantado nuevas plantas en EE.UU. “Eso refleja la miopia de las empresas –sostiene Simmons- y su quietismo”.
En un plano aún más pesimista, Pickens y sus seguidores creen que será cada vez más difícil reponer el petróleo actualmente en explotación. “Hay una estadística bastante aterradora: el planeta consume 30.000 millones de barriles por año. No existe forma de compensar ese volumen. Por ejemplo –señala el magnate-, un solo millón de b/d equivale a mil pozos extrayendo mil barriles”.