Tanto la sociedad argentina como también los empresarios, dirigentes del Estado y de organizaciones civiles tienen una vaga percepción: es algo importante. Es que es hoy una de las áreas de mayor potencial desarrollo económico en el mundo.
El potencial de la biotecnología es inmenso: no solo genera conocimiento científico y productivo sino que también crea empleo calificado, desarrolla redes de cooperación entre universidades y empresas, y permite mejorar la calidad de vida de la población con nuevos productos y servicios de valor agregado. No es únicamente ciencia para el laboratorio o la academia: es producir alimentos mejorados para millones de personas, es hacer medicamentos que retrasen la progresión del cáncer o utilizar nuevas alternativas para la producción de energía de modo más eficiente.
Los avances en este campo implican además una verdadera convergencia tecnológica: desde la confluencia con las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) y la nanotecnología hasta los biosensores, o las aplicaciones para los smartphones para controlar enfermedades como la diabetes y la hipertensión. La Argentina tiene oportunidad de liderar este campo en la región, gracias a su experiencia, recursos humanos y ecosistema emprendedor. Pero para poder avanzar en este desafío, es importante dejar de hablar de innovación para empezar a producirla de verdad.
Tiene que estar en el ADN de cada organización científica, compañía y fondo de inversión que trabaje en este campo. La vinculación público privada es esencial para lograr que los descubrimientos dejen los papers y se conviertan en un verdadero cambio en la vida de las personas. En este sentido, las empresas con experiencia pueden ser mentoras, desde el punto de vista estratégico y ejecutivo, de aquellos emprendedores científicos que recién comienzan. Y los investigadores tampoco deben desaprovechar las oportunidades de vinculación que cada vez más el Estado y las empresas están desplegando: es también parte de su rol “educar” a los inversionistas –privados o públicos– sobre los beneficios de apoyar la innovación.
Ciencias de la vida
La biotecnología es el punto de referencia. Estamos viviendo el inicio de lo que será la próxima gran revolución y que tiene como eje central a la biotecnología. En ese escenario, la Argentina tiene grandes oportunidades por el gran desarrollo de las ciencias biológicas con relación al resto de los países de América latina.
En esta revolución que está comenzando, hay un punto de partida muy importante. En la práctica la biotecnología genera un impacto positivo en el sector agropecuario con la provisión de semillas para la producción de soja. Pero si vemos un poco más allá en el mundo, todo el sector de la salud está desarrollando un sinnúmero de productos biológicos y terapias que guardan relación con soluciones biotecnológicas.
Pero además, la biotecnología puede ayudar a desarrollar las industrias verticales que tienen mayor capacidad de impacto en el PBI del país. Desde la industria alimenticia, los biomateriales, hasta la salud en su lucha contra el cáncer o la búsqueda de la longevidad. Por sobre todo, la biotecnología tiene una gran capacidad para generar alto valor agregado. Hay un enorme potencial en los que se denominan alimentos saludables o nutracéuticos que combinan la industria farmacéutica con la alimenticia. Sin embargo, subsiste una barrera para el desarrollo de la biotecnología: el financiamiento.
Los “bioemprendimientos” necesitan fuertes inversiones iniciales de alto riesgo sin ningún tipo de garantía real de que ese hallazgo se va a convertir finalmente en un producto o servicio rentable. En la Argentina todavía no hay suficiente desarrollo de este tipo de capitales y eso restringe la posibilidad de que muchos proyectos con enorme potencial puedan prosperar. A lo que se suma cierta reticencia a apoyar emprendimientos que requieren muchas veces plazos largos de desarrollo para llegar a un estadio final.
Sin embargo, son estas ideas las que realmente tienen la capacidad de generar nuevos mercados. Por eso tiene enorme significación el anuncio que hizo este año la Cámara Argentina de Biotecnología: habrá inversiones por US$ 700 millones en los próximos dos años. En este momento, las mejores indicaciones estiman que hay casi 200 empresas argentinas dedicadas a la biotecnología (en solo 10 años se duplicó el número de actores en este campo). Muchas de ellas se concentran en el desarrollo de productos farmacéuticos de origen biotecnológico.
Alimentos y agro
El aumento de la demanda de alimentos en el plano global abre una gran oportunidad a países como la Argentina tanto para producir las proteínas que se necesitan, como para exportar las biotecnologías que se aplican en el sector agropecuario, y que se ha logrado desarrollar. La biotecnología es una clave estratégica ya que puede abordar las principales problemáticas que plantea el mundo globalizado, como inseguridad alimentara y energética o cambio climático.
Desde Argentina se pueden ofrecer nuevos paradigmas en el marco de un camino de desarrollo sustentable. Para esto es necesario diseñar y llevar adelante una matriz productiva que permita ganar competitividad en el mundo. No hay que olvidar que nuestro país fue uno de los primeros en adoptar la tecnología en el agro a través de los cultivos transgénicos. La introducción de la soja transgénica, resistente al glifosato, permitió a los agricultores nacionales un ahorro en los costos de producción de US$ 2.500 millones.
Argentina ocupa el puesto 16 dentro del ranking de países con más cantidad de empresas biotecnológicas, por encima de países como Noruega, Finlandia, Brasil y Dinamarca. Aunque la brecha respecto de EE.UU., líder indiscutido, aún es muy alta. Si se analiza la cuestión desde la perspectiva de los insumos biológicos, podría asegurarse que hay enormes posibilidades. El mercado de bioestimulantes, biopesticidas y biofertilizantes tiene proyectado alcanzar US$ 11.300 millones para 2022 con una escala de crecimiento de 14% anual.