Biocombustibles: ¿encarecidos por el alza de productos primarios?

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En Riyadh proclamaban “hay petróleo para doscientos años”, aunque se ignora si lo habrá en veinte. Más sutil, el “lobby”de las grandes empresas sostiene que los combustibles alternativos tienen un problema: al aumento de materias primas.

Tomando datos de las grandes petroleras, el Fondo Monetario Internacional cree que ”los crecientes coros de biocombustibles y fuentes alternativas de energía (dos cosas distintas, aunque suela confundírselas) hacen que sea menos viables como substitutos de los hidrocarburos”. A criterio de la entidad, eso “puede frustrar los esfuerzo a una baja de combustibles fósiles”.

Hasta hace algunos años, en verdad, se suponía que los altos precios de crudos contribuirían a imponer opciones tales como etanol, biodiésel, energía eólica, solar, etc. Pero, con el barril de tejanos intermedios cerca de US$ 100, el panorama es menos claro.

Una de las razones favoritas del cabildeo petrolero es que la demanda mundial de energía y combustibles es tanta que cualquier categoría tiene o prevé problemas de abastecimiento. Ello infla las cotizaciones de insumos agrícolas (que también son alimentos y forrajes), en particular maíz y otros granos. También sube la demanda de oleaginosas (soya), aceite de palma, etc.

En general, las proyecciones sobre rentabilidad de esos combustibles alternativos, basados en esos insumos, se calculaba sobre US$ 50 por barril de WTI. Más tarde, el avance de los hidrocarburos produjo efectos paralelos en insumos de biocombustibles. Por ejemplo, el aceite de palma aumentó 90% durante los tres años terminados en septiembre último y, por ende, su combustible derivado exige hoy un barril de petróleo en US$ 150 para competir.

Por supuesto, el precio del carbón –emite monóxido, un contaminante “duro”- se ha doblado en cuatro años. Su contrapartida ”limpia”, el uranio, fuente de energía nuclear, se ha incrementado 650% en igual lapso (esto explica que el programa iraní no sea necesariamente bélico). Otro grupo de cifras señala que la producción global de etanol alcanzaba, a mediados de 2007, los 51.000 millones de litros anuales (25% sobre 2004) y la capacidad en biodiésel llegaba a seis millones de toneladas. Pero ambas, juntas, representan apenas 1% de las necesidades mundiales para el transporte.

Tomando datos de las grandes petroleras, el Fondo Monetario Internacional cree que ”los crecientes coros de biocombustibles y fuentes alternativas de energía (dos cosas distintas, aunque suela confundírselas) hacen que sea menos viables como substitutos de los hidrocarburos”. A criterio de la entidad, eso “puede frustrar los esfuerzo a una baja de combustibles fósiles”.

Hasta hace algunos años, en verdad, se suponía que los altos precios de crudos contribuirían a imponer opciones tales como etanol, biodiésel, energía eólica, solar, etc. Pero, con el barril de tejanos intermedios cerca de US$ 100, el panorama es menos claro.

Una de las razones favoritas del cabildeo petrolero es que la demanda mundial de energía y combustibles es tanta que cualquier categoría tiene o prevé problemas de abastecimiento. Ello infla las cotizaciones de insumos agrícolas (que también son alimentos y forrajes), en particular maíz y otros granos. También sube la demanda de oleaginosas (soya), aceite de palma, etc.

En general, las proyecciones sobre rentabilidad de esos combustibles alternativos, basados en esos insumos, se calculaba sobre US$ 50 por barril de WTI. Más tarde, el avance de los hidrocarburos produjo efectos paralelos en insumos de biocombustibles. Por ejemplo, el aceite de palma aumentó 90% durante los tres años terminados en septiembre último y, por ende, su combustible derivado exige hoy un barril de petróleo en US$ 150 para competir.

Por supuesto, el precio del carbón –emite monóxido, un contaminante “duro”- se ha doblado en cuatro años. Su contrapartida ”limpia”, el uranio, fuente de energía nuclear, se ha incrementado 650% en igual lapso (esto explica que el programa iraní no sea necesariamente bélico). Otro grupo de cifras señala que la producción global de etanol alcanzaba, a mediados de 2007, los 51.000 millones de litros anuales (25% sobre 2004) y la capacidad en biodiésel llegaba a seis millones de toneladas. Pero ambas, juntas, representan apenas 1% de las necesidades mundiales para el transporte.

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