Bajo sospecha toda la industria automotriz

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Siete meses atrás, cuando Volkswagen admitió que había “arreglado” 11 millones de vehículos que usan diesel, para engañar los tests de los reguladores sobre las emisiones que producían, muchos sospecharon que no se trataba de un caso aislado.

Más bien como la primera manifestación de una mala práctica como el tema de los intereses aplicados por la actividad bancaria en su momento. Ahora parece que esa sospecha comienza a tomar cuerpo.

Esta vez fue el turno de Misubishi, la firma japonesa que acaba de admitir que colocaba dispositivos en los neumáticos para dar falsa información sobre el consumo de combustible de sus vehículos, que era mayor al que se suponía. Por eso no sorprendió que las autoridades francesas practicaran inspecciones en las plantas de Peugeot y de Ciroen. La alemana Mercedes Benz también está bajo la atenta mirada de los reguladores de ese país.

El escándalo le ha costado a Volskswagen US$ 18.200 millones durante el año pasado. En momentos en que todos los países acordaron hacer esfuerzos para reducir las emisiones de carbono en la atmósfera, los conductores de estos autos -totalmente inocentes – ayudaban a contaminar más la atmósfera. Una verdadera paradoja si se repara en el acuerdo global firmado en París en diciembre pasado para bajar el nivel de contaminación, justo cuando la estadística demuestra que estamos en tiempos más calurosos que los registros históricos que se llevan desde 1.880.

La reacción de los consumidores puede ser enérgica y punitiva. Es un mal momento para jugar con la reputación de las grandes marcas.

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