Accionistas e inversores se ven inquietos tras el anuncio de la compañía. La espectacular fusión transatlántica entre dos fabricantes de equipos para telecomunicaciones genera decepción. En realidad, lo de 2006 fue una toma lisa llana de la firma norteamericana (Lucent Technologies) por parte de la francesa Alcatel. Una operación de € 8.600 millones, concluida en noviembre.
Por cuarta vez, la semana pasada advirtió a los mercado que no satisfará sus propias expectativas. Según su todavía presidente ejecutiva, Patricia Russo, el problema reside en los clientes estadounidenses, remisos en comprar equipos inalámbricos. Pero la directiva niega que haya obstáculos parea integrar negocios y equipos, como sospechan en Wall Street.
Más allá de clientes poco inclinados a gastas, varios analistas apuntan a presiones derivadas de tres fuentes: racionalización de carteras, ajustes en gestión y restructuración para competir con rivales como Ericsson Telefon y algunas empresas chinas.
Según la sapiencia convencional en materia de marketing, se esperaba que la fusión aportase sinergias, peso e influencia que las dos firmas no hubiesen conseguidos separadas. Eso en un mercado global cuyos precios continúan cediendo. La idea era combinar ventajas de los franceses (banda ancha, telefonía fija en la Unión Europea) con la presencia de Lucent en la plaza inalámbrica norteamericana.
En lugar de ello, A-L ha venido sufriendo un revés tras otro. Ahora anticipa que las ventas de 2007 crecerán muy poco, si lo hacen, y las utilidades no subirán el 5% previsto. En los albores de la fusión (23 de enero), la compañía informaba que las ganancias operativas serían casi nulas para el trimestre octubre-diciembre de 2006. Dos semanas después, el 9 de febrero, adelantó que los ingresos de ese primer trimestre irían en descenso El 24 de abril, declaraba pérdidas por € 268 millones. Este dato y la necesidad de rebajar costos por unos € 620 millones hace que Russo no descarte nuevos despidos, tras los 12.500 anunciados hace ocho meses.
Accionistas e inversores se ven inquietos tras el anuncio de la compañía. La espectacular fusión transatlántica entre dos fabricantes de equipos para telecomunicaciones genera decepción. En realidad, lo de 2006 fue una toma lisa llana de la firma norteamericana (Lucent Technologies) por parte de la francesa Alcatel. Una operación de € 8.600 millones, concluida en noviembre.
Por cuarta vez, la semana pasada advirtió a los mercado que no satisfará sus propias expectativas. Según su todavía presidente ejecutiva, Patricia Russo, el problema reside en los clientes estadounidenses, remisos en comprar equipos inalámbricos. Pero la directiva niega que haya obstáculos parea integrar negocios y equipos, como sospechan en Wall Street.
Más allá de clientes poco inclinados a gastas, varios analistas apuntan a presiones derivadas de tres fuentes: racionalización de carteras, ajustes en gestión y restructuración para competir con rivales como Ericsson Telefon y algunas empresas chinas.
Según la sapiencia convencional en materia de marketing, se esperaba que la fusión aportase sinergias, peso e influencia que las dos firmas no hubiesen conseguidos separadas. Eso en un mercado global cuyos precios continúan cediendo. La idea era combinar ventajas de los franceses (banda ancha, telefonía fija en la Unión Europea) con la presencia de Lucent en la plaza inalámbrica norteamericana.
En lugar de ello, A-L ha venido sufriendo un revés tras otro. Ahora anticipa que las ventas de 2007 crecerán muy poco, si lo hacen, y las utilidades no subirán el 5% previsto. En los albores de la fusión (23 de enero), la compañía informaba que las ganancias operativas serían casi nulas para el trimestre octubre-diciembre de 2006. Dos semanas después, el 9 de febrero, adelantó que los ingresos de ese primer trimestre irían en descenso El 24 de abril, declaraba pérdidas por € 268 millones. Este dato y la necesidad de rebajar costos por unos € 620 millones hace que Russo no descarte nuevos despidos, tras los 12.500 anunciados hace ocho meses.