Hace unos cinco meses, US Foodservice el sesungo distribuidor de alimentos procesados o envasados entre restaurantes, hoteles, colegios y hospitales acumulaba apreciables retrocesos de ventas en los trimestres II y III de 2002, en tanto las perspectivas del cuarto no eran mejores. Pero James Sutton, director operativo, había tenido una brillante idea en 2001 y resolvió volver a aplicarla, corregida y aumentada.
En poco tiempo, enormes volúmenes de pasteles congelados, agua mineral, lácteos y una larga lista de rubros desbordaban los almacenes de US Foodservice. A punto tal que la empresa debió alquilar espacio y camiones frigoríficos adicionales. Pasaron los meses y los efectos contables de la iniciativa repercutieron en la matriz holandesa. Hace algunos días, Royal Ahold –controlante de Ahold- admitió haber inflado utilidades en 2001 y 2002 por no menos de US$ 500 millones. Mientras tanto, la Securities & Exchange Commission y la fiscalía de Nueva York investigaban posibles maniobras fraudulentas, relacionas con esos excesos de inventarios.
La “estrategia Sutton” consistía en ordenar alimentos y otros productos en grandes cantidades a proveedores como Krafft Foods, Nestlé, Unilever, Georgia-Pacific Food, Sara Lee, etc. Estas firmas habían convenido con US Foodservice reembolsos por entre 8,5 y 25%, que se contabilizaban inmediatamente como ingresos. A su vez, la maniobra elevaba notablemente las ganancias, porque la empresa no abonaba al contado y, por ende, posponía el asiento en libros de esos pagos.
Al contabilizar “ipso facto” los reembolsos, la firma hacía una apuesta peligrosa: las existencias comprada se revenderían velozmente y el truco contable sería enmascarado por los ingresos. Por supuesto, los principios contables generalmente aceptados en la Unión (GAAP, “generally accepted accounting principles”) prescriben consignar aquellos reembolsos como “erogaciones reducidas” y reconocerlos en el ejercicio durante el cual se realizan los gastos.
La apuesta salió mal. US Foodservice aun no ha podido recolocar tantas existencias y, en muchos casos, debió ofrecer productos a menos del costos para desocupar depósitos alquilados. Gente del sector y ex personal de la empresa sostienen que ésta transgredía desde hacía tiempo las normas contables, sólo para presentar ingresos y/o utilidades adecuadas a sus propios objetivos. “Esto era bien sabido entre proveedores, clientes y competidores. Especialmente tras el derrumbe de Kmart, una cadena minoristas con malos hábitos similares”, afirma Jerry Baldwin, es ejecutivo de Us Foodservice.
Crisis como las de Kmart, US Foodservice y otras cadenas ponen en evidencia sigilosos arreglos entre fabricantes de alimentos, distribuidores y minoristas. Durante años, los primeros han estado abonando miles de millones en reembolsos y otros incentivos a distribuidores y supermercados, a cambio de preferir sus marcas y ubicarlas en espacios privilegiados. Curiosamente, durante 2002 quedaron al descubierto maniobras similares entre farmoquímicas, droguerías mayoristas y cadenas minoristas.
Hace unos cinco meses, US Foodservice el sesungo distribuidor de alimentos procesados o envasados entre restaurantes, hoteles, colegios y hospitales acumulaba apreciables retrocesos de ventas en los trimestres II y III de 2002, en tanto las perspectivas del cuarto no eran mejores. Pero James Sutton, director operativo, había tenido una brillante idea en 2001 y resolvió volver a aplicarla, corregida y aumentada.
En poco tiempo, enormes volúmenes de pasteles congelados, agua mineral, lácteos y una larga lista de rubros desbordaban los almacenes de US Foodservice. A punto tal que la empresa debió alquilar espacio y camiones frigoríficos adicionales. Pasaron los meses y los efectos contables de la iniciativa repercutieron en la matriz holandesa. Hace algunos días, Royal Ahold –controlante de Ahold- admitió haber inflado utilidades en 2001 y 2002 por no menos de US$ 500 millones. Mientras tanto, la Securities & Exchange Commission y la fiscalía de Nueva York investigaban posibles maniobras fraudulentas, relacionas con esos excesos de inventarios.
La “estrategia Sutton” consistía en ordenar alimentos y otros productos en grandes cantidades a proveedores como Krafft Foods, Nestlé, Unilever, Georgia-Pacific Food, Sara Lee, etc. Estas firmas habían convenido con US Foodservice reembolsos por entre 8,5 y 25%, que se contabilizaban inmediatamente como ingresos. A su vez, la maniobra elevaba notablemente las ganancias, porque la empresa no abonaba al contado y, por ende, posponía el asiento en libros de esos pagos.
Al contabilizar “ipso facto” los reembolsos, la firma hacía una apuesta peligrosa: las existencias comprada se revenderían velozmente y el truco contable sería enmascarado por los ingresos. Por supuesto, los principios contables generalmente aceptados en la Unión (GAAP, “generally accepted accounting principles”) prescriben consignar aquellos reembolsos como “erogaciones reducidas” y reconocerlos en el ejercicio durante el cual se realizan los gastos.
La apuesta salió mal. US Foodservice aun no ha podido recolocar tantas existencias y, en muchos casos, debió ofrecer productos a menos del costos para desocupar depósitos alquilados. Gente del sector y ex personal de la empresa sostienen que ésta transgredía desde hacía tiempo las normas contables, sólo para presentar ingresos y/o utilidades adecuadas a sus propios objetivos. “Esto era bien sabido entre proveedores, clientes y competidores. Especialmente tras el derrumbe de Kmart, una cadena minoristas con malos hábitos similares”, afirma Jerry Baldwin, es ejecutivo de Us Foodservice.
Crisis como las de Kmart, US Foodservice y otras cadenas ponen en evidencia sigilosos arreglos entre fabricantes de alimentos, distribuidores y minoristas. Durante años, los primeros han estado abonando miles de millones en reembolsos y otros incentivos a distribuidores y supermercados, a cambio de preferir sus marcas y ubicarlas en espacios privilegiados. Curiosamente, durante 2002 quedaron al descubierto maniobras similares entre farmoquímicas, droguerías mayoristas y cadenas minoristas.