Tasas bajas: ¿un fenómeno ya insladado en el largo plazo?

El sistema de Reserva Federal teme que el declive de tipos largos haya dejado de ser termporario. Si es así, tendrá efectos en la economía. Pero nadie sabe cuáles y el comité monetario –se reúne en dos días- no atina a reaccionar.

28 junio, 2005

Sin ideas claras, la RF probablemente haga más de lo mismo y eleve otro 0,25% las tasas cortas básicas, que pasarían entonces a 3,25% anual. Por su parte, las tasas largas (sobre bonos de Tesorería a diez años), son inferiores a 4%. Para el noveno ajuste en un año, entonces, también se repetirá un eufemismo estrenado durante la campaña electoral de 2004: “se mantiene una pauta mesurada” (en el fondo, no significa nada).

Pero, en la interna de la RF, el debate real se centra en la inesperada pesistencia de tasas largas bajas, que ha llevado al crédito hipotecario más barato en décadas. Su correlato es el extremo endeudamiento del público (US$ 7,5 billones) y una peligrosa burbuja en bienes raíces.

En febrero, Alan Greenspan –presidente saliente de la RF- admitía que “tasas tan exiguas a largo plazo parecen un misterio, pero quizá sean una anomalía de corto aliento”. Ahora, el alto funcionario y otros del banco central reconocen que la tendencia no es ya una ”aberración”. Pero igual no saben explicar por qué sucede esto. Por consiguiente, tesis divergentes llevan a conclusiones muy disímiles sobre cómo y cuándo encarar la “asimetría”.

“A mi criterio, el fenómeno puede ser estructural y de larga duración”, cree Lawrence Meyer, ex director en la RF, hoy en la consultora Macroeconomics Advisors. Hablando ante el congreso hace algunos días, Greesnpan atribuyó a la tendencia “orígenes claramente internacionales”. Eso no agregó claridad a las discusiones.

La sobretasa por plazo –remuneración extra por riesgo sobre bonos largos- se ha achicado hasta ser nula… o negativa. El mercado parece suponer que las tasas básicas a 24/72 horas llegarán a 3,75/4% para fin año. Pero el rinde de bonos T-10 sigue entre 3,95 y 4% anual.

Un grupo de expertos estima que esos bajos rendimientos anticipan ritmo decreciente en el producto bruto interno, factor que reducirá la demanda de crédito. Otro sector sostiene que los inversoses del exterior (mal llamados “globales”) esperan menor inflación en Estados Unidos, lo cual disminuirá el riesgo de tener en cartera bonos largos. En cualquiera de ambos casos, la RF debiera dejar de subir los tipos cortos.

Una tercera escuela, empero, sospecha que las tasas largas pueden haberse deprimido por “saturación de ahorro” en el mundo. Esta ideas está influida por esfuerzos de bancos centrales en Asia oriental para impedir que sus monedas se revalúen, por lo cual compran títulos de la Tesorería norteamericana. Si eso es correcto, el propio flujo de fondos a EE.UU. ira licuando las medidas de la RF para prevenir la inflación. Por ende, el emisor deberá elevar tasas cortas más de lo que muchos inversores y operadores esperan.

También gurúes y analistas de Wall Street están divididos sobre el problema. James Glassman (JP Morgan) afirma que los bajos intereses largos reflejan “efectos deflacionarios de la globalización. En términos macroeconómicos, Asia oriental y el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (Canadá y Méjico) están anexados a EE.UU. En conjunto, muestran tal exceso de capacidad instalada que, en horas, una decisión de Beijing puede dejar en la calle grran número de mano de obra mejicana. Luego, esto dificultará la vuelta a una situación de pleno empleo”.

Según esa tesis, la RF deberá dejar de elevar tasas cortas una vez que hayan tocado 3,75%, en septiembre u octubre. Pero otros analistas pronostican que comité monetario continuará temiendo un cóctel explosivo: presiones inflacionarias, creciente endeudamiento exterior y burbuja hipotecaria. Ahora bien ¿qué pasará cuando las tasas cortan superen 4% anual y las largan sean inferiores a 3,9%?. Greenpan no parece inquieto, seguramente porque –para entonces- será un próspero jubilado.

Sin ideas claras, la RF probablemente haga más de lo mismo y eleve otro 0,25% las tasas cortas básicas, que pasarían entonces a 3,25% anual. Por su parte, las tasas largas (sobre bonos de Tesorería a diez años), son inferiores a 4%. Para el noveno ajuste en un año, entonces, también se repetirá un eufemismo estrenado durante la campaña electoral de 2004: “se mantiene una pauta mesurada” (en el fondo, no significa nada).

Pero, en la interna de la RF, el debate real se centra en la inesperada pesistencia de tasas largas bajas, que ha llevado al crédito hipotecario más barato en décadas. Su correlato es el extremo endeudamiento del público (US$ 7,5 billones) y una peligrosa burbuja en bienes raíces.

En febrero, Alan Greenspan –presidente saliente de la RF- admitía que “tasas tan exiguas a largo plazo parecen un misterio, pero quizá sean una anomalía de corto aliento”. Ahora, el alto funcionario y otros del banco central reconocen que la tendencia no es ya una ”aberración”. Pero igual no saben explicar por qué sucede esto. Por consiguiente, tesis divergentes llevan a conclusiones muy disímiles sobre cómo y cuándo encarar la “asimetría”.

“A mi criterio, el fenómeno puede ser estructural y de larga duración”, cree Lawrence Meyer, ex director en la RF, hoy en la consultora Macroeconomics Advisors. Hablando ante el congreso hace algunos días, Greesnpan atribuyó a la tendencia “orígenes claramente internacionales”. Eso no agregó claridad a las discusiones.

La sobretasa por plazo –remuneración extra por riesgo sobre bonos largos- se ha achicado hasta ser nula… o negativa. El mercado parece suponer que las tasas básicas a 24/72 horas llegarán a 3,75/4% para fin año. Pero el rinde de bonos T-10 sigue entre 3,95 y 4% anual.

Un grupo de expertos estima que esos bajos rendimientos anticipan ritmo decreciente en el producto bruto interno, factor que reducirá la demanda de crédito. Otro sector sostiene que los inversoses del exterior (mal llamados “globales”) esperan menor inflación en Estados Unidos, lo cual disminuirá el riesgo de tener en cartera bonos largos. En cualquiera de ambos casos, la RF debiera dejar de subir los tipos cortos.

Una tercera escuela, empero, sospecha que las tasas largas pueden haberse deprimido por “saturación de ahorro” en el mundo. Esta ideas está influida por esfuerzos de bancos centrales en Asia oriental para impedir que sus monedas se revalúen, por lo cual compran títulos de la Tesorería norteamericana. Si eso es correcto, el propio flujo de fondos a EE.UU. ira licuando las medidas de la RF para prevenir la inflación. Por ende, el emisor deberá elevar tasas cortas más de lo que muchos inversores y operadores esperan.

También gurúes y analistas de Wall Street están divididos sobre el problema. James Glassman (JP Morgan) afirma que los bajos intereses largos reflejan “efectos deflacionarios de la globalización. En términos macroeconómicos, Asia oriental y el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (Canadá y Méjico) están anexados a EE.UU. En conjunto, muestran tal exceso de capacidad instalada que, en horas, una decisión de Beijing puede dejar en la calle grran número de mano de obra mejicana. Luego, esto dificultará la vuelta a una situación de pleno empleo”.

Según esa tesis, la RF deberá dejar de elevar tasas cortas una vez que hayan tocado 3,75%, en septiembre u octubre. Pero otros analistas pronostican que comité monetario continuará temiendo un cóctel explosivo: presiones inflacionarias, creciente endeudamiento exterior y burbuja hipotecaria. Ahora bien ¿qué pasará cuando las tasas cortan superen 4% anual y las largan sean inferiores a 3,9%?. Greenpan no parece inquieto, seguramente porque –para entonces- será un próspero jubilado.

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