Sorpresa: Brasil y Argentina intentarán desdolarizar el Mercosur

Tras una reunión entre Felisa Miceli y su colega de Hacienda, Guido Mantega, se reveló que ambos socios del grupo promoverán el uso del real y el peso para transacciones cambiarias y comerciales. Venezuela está interesada en sumarse.

25 julio, 2006

En realidad, es una forma indirecta de volver a la idea de una moneda común y eso explica el esquema “banco del sur”. Pero ahora aparece Caracas, donde Hugo Chávez viene hablando de “petrobolívares”, un idea quizás imitada de Vladyímir Putin y sus “petrorrublos”. No parece casual que Chávez estuviera visitando al títere de Moscú en Rusia blanca, Alyexander Lukashenko: se cree que Minsk será banco de pruebas para ensayar los petrorrublos.

Durante los contactos entre Mantega y Miceli, se analizó la eventual política crediticia del “banco del sur”, empleando fondos del banco argentino de Comercio Exterior y el banco brasileiro de Desenvolvimento. Los dos funcionarios decidieron establecer un “mecanismo para que las transacciones comerciales se haga en moneda local, lo cual bajaría costos sobre una masa anual de US$ 15.000 millones”.

En este momento, la asimetría cambiaria es notable: un real cuesta $ 1,41 y un peso R 0,71. Hace tres años, estaban parejos. Pero quizás el pato de la boda sea Uruguay, donde la influencia de la banca “offshore” hace que el dólar cuesta apenas $Ur 24/25, cuando su nivel real debiera pasar de treinta (o sea diez por peso argentino).

Esto hace que los precios internos sean prohibitivos: con un salario medio 40% inferior al argentino, los orientales tienen una canasta básica 40% más cara. Esta es la traba que afecta al turismo argentino –y al brasileño, en cierta medida-, no los absurdos cortes de puentes entre Uruguay y Entre Ríos.

Naturalmente, el sector privado y el negocio cambiario no ven con mucho entusiasmo una idea que les acotará márgenes de intermediación en San Pablo, Buenos Aires y Montevideo. Tampoco les gusta a importadores y exportadores argentinos, siempre aferrados a la “ortodoxia”. Igual actitud muestran varios analistas de mercado, en tanto algunos economistas serios ven el esquema como viable.

Por supuesta, el propósito de plantear esas cosas, junto con una serie de reformas al propio Fondo Monetario Internacional (en la asamblea semestral de octubre), irrita a mucha gente, empezando por Rodrigo Rato y Estados Unidos. Esos círculos temen una convergencia de “propuestas inoportunas” -según el “Economist”, reducto del mercantilismo- entre Brasil, Argentina, Venezuela, Rusia y otros “peligrosos disidentes”.

En realidad, es una forma indirecta de volver a la idea de una moneda común y eso explica el esquema “banco del sur”. Pero ahora aparece Caracas, donde Hugo Chávez viene hablando de “petrobolívares”, un idea quizás imitada de Vladyímir Putin y sus “petrorrublos”. No parece casual que Chávez estuviera visitando al títere de Moscú en Rusia blanca, Alyexander Lukashenko: se cree que Minsk será banco de pruebas para ensayar los petrorrublos.

Durante los contactos entre Mantega y Miceli, se analizó la eventual política crediticia del “banco del sur”, empleando fondos del banco argentino de Comercio Exterior y el banco brasileiro de Desenvolvimento. Los dos funcionarios decidieron establecer un “mecanismo para que las transacciones comerciales se haga en moneda local, lo cual bajaría costos sobre una masa anual de US$ 15.000 millones”.

En este momento, la asimetría cambiaria es notable: un real cuesta $ 1,41 y un peso R 0,71. Hace tres años, estaban parejos. Pero quizás el pato de la boda sea Uruguay, donde la influencia de la banca “offshore” hace que el dólar cuesta apenas $Ur 24/25, cuando su nivel real debiera pasar de treinta (o sea diez por peso argentino).

Esto hace que los precios internos sean prohibitivos: con un salario medio 40% inferior al argentino, los orientales tienen una canasta básica 40% más cara. Esta es la traba que afecta al turismo argentino –y al brasileño, en cierta medida-, no los absurdos cortes de puentes entre Uruguay y Entre Ríos.

Naturalmente, el sector privado y el negocio cambiario no ven con mucho entusiasmo una idea que les acotará márgenes de intermediación en San Pablo, Buenos Aires y Montevideo. Tampoco les gusta a importadores y exportadores argentinos, siempre aferrados a la “ortodoxia”. Igual actitud muestran varios analistas de mercado, en tanto algunos economistas serios ven el esquema como viable.

Por supuesta, el propósito de plantear esas cosas, junto con una serie de reformas al propio Fondo Monetario Internacional (en la asamblea semestral de octubre), irrita a mucha gente, empezando por Rodrigo Rato y Estados Unidos. Esos círculos temen una convergencia de “propuestas inoportunas” -según el “Economist”, reducto del mercantilismo- entre Brasil, Argentina, Venezuela, Rusia y otros “peligrosos disidentes”.

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