Paulson lanza una reforma sin posibilidades de concretarse

Olvidando su magro prestigio, los nexos con Goldman Sachs y un gobierno que se va en enero, el secretario de hacienda propone una restructuración total de la red supervisora. ¿Adiós a la autonomía de la Reserva Federal? Pocos la creen seria.

1 abril, 2008

Henry Paulson pretende pasar a la historia cuando a George W.Bush le quedan apenas nueve meses y medio. En esto se parece al general David Petraeus, que supone ganar la guerra iraquí en corto plazo. En realidad, el ex presidente ejecutivo de Goldman Sachs busca diluir un hito anterior, la ley Sarbanes-Oxley (2002), que impuso mayor responsabilidad a las entidades financieras y más apertura informativa.

A su vez, esa reforma intentaba neutralizar la ley Gramm-Leach-Billey (1999), que abrió las puertas a la actual doble crisis –inmobiliaria, crediticia- permitiendo a bancos y firmas de valores (trocadas en bancas de inversión) ofrecer servicios tales como hipotecas, seguros, inversiones de derivados. Esta ley, en verdad, diluía buena parte del sistema creado por la ley Glass-Steagall (1933), origen de la Securities & Exchange commission (SEC, 1934).

En 1935, la ley de entidades financiera transfiere a la Reserva Federal el manejo de la política monetaria federal y local. En 1988, a raíz del colapso del año anterior y la crisis en ahorro y préstamos para viviendas (bonos chatarra), se establecen mecanismos coordinadores, licuados más tare por la ley Gramm-Leach-Billey. Fue un verdadero regalo de William Clinton y Alan Greenspan al negocio y explica que, hoy, Hillary Rodham C. proponga salvar a ese mismo negocio mediante fondos federales.

Si las leyes de 1934 y 1955 derivaban del régimen de valores instituido en 1933, tras el colapso mundial de 1929/32, la de 1913 –creo el sistema de Reserva Federal- respondía al crac bursátil internacional de 1907. Hasta ese momento, curiosamente ignorado por los gurúes actuales, imperaba la ley nacional de bancos de 1963. A su amparo prosperó la codicia del sector privados, encarnaba en los “robber barons”, magnates ladrones.

Por supuesto, el esquema Paulson seduce a los medios financieros y especulativos, por el tipo de reingeniería cuya clave reside en poner fondos públicos para rescatar algunos jugadores, dejar caer otros y consolidar el predominio de un grupo más chico de bancos en Estados Unidos. La extrema tolerancia del esquema –similar al de 1999- genera críticas entre dirigentes de ambos partidos y economistas serios.

“Es una barbaridad sostener que la solución a esta doble crisis sea volver a la extrema tolerancia de la ley Gramm-Leach-Billey”, opina Paul Krugman. Inclusive un demócrata ligado a Wall Street, Bernard Franck (Massachusetts) cree que “el plan es bueno, peor debiera dejarse al gobierno siguiente”. Pero un potencial presidente, Barack Obama, ha calificado de “escandalosa” la propuesta de Paulson. En cuanto a Benjamin Bernanke, teme –en privado- que el plan le reste autonomía a la RF y vuelva a 1934. Por ahora, el “borrador” de 220 páginas sólo sirvió para hacer feliz un rato a Wall Street.

Henry Paulson pretende pasar a la historia cuando a George W.Bush le quedan apenas nueve meses y medio. En esto se parece al general David Petraeus, que supone ganar la guerra iraquí en corto plazo. En realidad, el ex presidente ejecutivo de Goldman Sachs busca diluir un hito anterior, la ley Sarbanes-Oxley (2002), que impuso mayor responsabilidad a las entidades financieras y más apertura informativa.

A su vez, esa reforma intentaba neutralizar la ley Gramm-Leach-Billey (1999), que abrió las puertas a la actual doble crisis –inmobiliaria, crediticia- permitiendo a bancos y firmas de valores (trocadas en bancas de inversión) ofrecer servicios tales como hipotecas, seguros, inversiones de derivados. Esta ley, en verdad, diluía buena parte del sistema creado por la ley Glass-Steagall (1933), origen de la Securities & Exchange commission (SEC, 1934).

En 1935, la ley de entidades financiera transfiere a la Reserva Federal el manejo de la política monetaria federal y local. En 1988, a raíz del colapso del año anterior y la crisis en ahorro y préstamos para viviendas (bonos chatarra), se establecen mecanismos coordinadores, licuados más tare por la ley Gramm-Leach-Billey. Fue un verdadero regalo de William Clinton y Alan Greenspan al negocio y explica que, hoy, Hillary Rodham C. proponga salvar a ese mismo negocio mediante fondos federales.

Si las leyes de 1934 y 1955 derivaban del régimen de valores instituido en 1933, tras el colapso mundial de 1929/32, la de 1913 –creo el sistema de Reserva Federal- respondía al crac bursátil internacional de 1907. Hasta ese momento, curiosamente ignorado por los gurúes actuales, imperaba la ley nacional de bancos de 1963. A su amparo prosperó la codicia del sector privados, encarnaba en los “robber barons”, magnates ladrones.

Por supuesto, el esquema Paulson seduce a los medios financieros y especulativos, por el tipo de reingeniería cuya clave reside en poner fondos públicos para rescatar algunos jugadores, dejar caer otros y consolidar el predominio de un grupo más chico de bancos en Estados Unidos. La extrema tolerancia del esquema –similar al de 1999- genera críticas entre dirigentes de ambos partidos y economistas serios.

“Es una barbaridad sostener que la solución a esta doble crisis sea volver a la extrema tolerancia de la ley Gramm-Leach-Billey”, opina Paul Krugman. Inclusive un demócrata ligado a Wall Street, Bernard Franck (Massachusetts) cree que “el plan es bueno, peor debiera dejarse al gobierno siguiente”. Pero un potencial presidente, Barack Obama, ha calificado de “escandalosa” la propuesta de Paulson. En cuanto a Benjamin Bernanke, teme –en privado- que el plan le reste autonomía a la RF y vuelva a 1934. Por ahora, el “borrador” de 220 páginas sólo sirvió para hacer feliz un rato a Wall Street.

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