Ola de jubilaciones, un mito monetarista norteamericano

Cada tanto, surgen voces de alarma, a medida como se jubila la población que cumple 60/62 años en Estados Unidos. Aluden a los ”baby boomers”, dislate lingüístico, mito de la ortodoxa neoclásica y obsesión del sector privado.

16 octubre, 2007

En realidad, desde las reformas de preguerra cada año se jubila o retira determinado número de personas y el mundo no se ha venido abajo. En realidad, un ejército de analistas y operadores políticos del sector privado –industria, banca- presiona para liquidar el sistema de fondos de pensión instituido por Franklin D.Roosevelt en los años 30. Básicamente, la idea es que el sector privado deje de “sufrir esa sangría”, en palabras del hoy jubilado Alan Greenspan.

El “leit motiv” es que, entre ahora y 2030, los pasivos podrían subir de 50 a 85 millones. Como las proyecciones en boga suponen, sin mayor fundamento, que cada vez menos gente empezará a trabajar, la media de 42 aportantes por cada pasivo (1945) habrá caído a dos. Esto lleva a estimar in costo total de US$ 50 billones en los 75 años a partir de 2005 y hasta 2070.

Para entonces, en tren de futurables, tampoco habrá hidrocarburos suficientes y la geografía del planeta –política, económica- será irreconocible. Dejando de lado el colapso del presente macrociclo (iniciado en la posguerra) o severos desequilibrios climáticos, el mapa habrá cambiado mucho más en 2005/74 que en 1930/2004. Las proyecciones jubilatorias norteamericanas hablan –para 2008- de apenas 1.600.000 de gente con 62 años que pedirá el retiro. Hacia 2012, con 65 de edad, podrán solicitar cobertura médica, ese cuco de los economistas y analistas privados.

Pero el déficit en materia de salud está a eones de los déficit sistémicos estadounidenses (deuda pública, presupuesto, comercio exterior) y no pueden comparase, verbigracia, con los US$ 1,2 billones en malas hipotecas. Tampoco con los casi US$ 500.000 millones inyectados por los principales emisores, del 9 al 14 de agosto, para rescatar los pésimos negocios de la banca comercial.

Esas magnitudes ponen en ridículo las propuestas de George W.Bush al congreso para “evitar que el sistema previsional pase al rojo en 2017”. Mucho más peligrosas son la burbuja derivativa –irónicamente, involucra US$ 7,3 billones de fondos jubilatorios cautivos- o la de compras apalancadas que licúan valor agregado (700.000 millones sólo en 2006/7). Un campeón del mito es David Walker, controlador general de la república, que se pasa en giras y reuniones con legisladores para predicar “la tormenta que se avecina”. Sus villanos, los “baby boomers”, un dislate que debiera ser “boom babies”. Vale decir, nacidos durante dos auges de crecimiento vegetativo, 1946-50 y 1953-6, posteriores a la II guerra mundial y a la de Corea. Después, no se repitieron, detalle soslayado por los tremendistas.

En realidad, desde las reformas de preguerra cada año se jubila o retira determinado número de personas y el mundo no se ha venido abajo. En realidad, un ejército de analistas y operadores políticos del sector privado –industria, banca- presiona para liquidar el sistema de fondos de pensión instituido por Franklin D.Roosevelt en los años 30. Básicamente, la idea es que el sector privado deje de “sufrir esa sangría”, en palabras del hoy jubilado Alan Greenspan.

El “leit motiv” es que, entre ahora y 2030, los pasivos podrían subir de 50 a 85 millones. Como las proyecciones en boga suponen, sin mayor fundamento, que cada vez menos gente empezará a trabajar, la media de 42 aportantes por cada pasivo (1945) habrá caído a dos. Esto lleva a estimar in costo total de US$ 50 billones en los 75 años a partir de 2005 y hasta 2070.

Para entonces, en tren de futurables, tampoco habrá hidrocarburos suficientes y la geografía del planeta –política, económica- será irreconocible. Dejando de lado el colapso del presente macrociclo (iniciado en la posguerra) o severos desequilibrios climáticos, el mapa habrá cambiado mucho más en 2005/74 que en 1930/2004. Las proyecciones jubilatorias norteamericanas hablan –para 2008- de apenas 1.600.000 de gente con 62 años que pedirá el retiro. Hacia 2012, con 65 de edad, podrán solicitar cobertura médica, ese cuco de los economistas y analistas privados.

Pero el déficit en materia de salud está a eones de los déficit sistémicos estadounidenses (deuda pública, presupuesto, comercio exterior) y no pueden comparase, verbigracia, con los US$ 1,2 billones en malas hipotecas. Tampoco con los casi US$ 500.000 millones inyectados por los principales emisores, del 9 al 14 de agosto, para rescatar los pésimos negocios de la banca comercial.

Esas magnitudes ponen en ridículo las propuestas de George W.Bush al congreso para “evitar que el sistema previsional pase al rojo en 2017”. Mucho más peligrosas son la burbuja derivativa –irónicamente, involucra US$ 7,3 billones de fondos jubilatorios cautivos- o la de compras apalancadas que licúan valor agregado (700.000 millones sólo en 2006/7). Un campeón del mito es David Walker, controlador general de la república, que se pasa en giras y reuniones con legisladores para predicar “la tormenta que se avecina”. Sus villanos, los “baby boomers”, un dislate que debiera ser “boom babies”. Vale decir, nacidos durante dos auges de crecimiento vegetativo, 1946-50 y 1953-6, posteriores a la II guerra mundial y a la de Corea. Después, no se repitieron, detalle soslayado por los tremendistas.

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