Off shore: más que islas, son agujeros negros

Los paraísos fiscales y financieros que prosperan en el Caribe y aguas circundantes representan un riesgo para la economía norteamericana. Pero Washigton no parece preocupado, quizá porque sus usufructuarios tienen amigos en la Casa Blanca.

26 julio, 2005

El segundo mandato de George Walker Bush se caracterizará, hasta el final, por los rojos combinados: presupuesto, comercio, pagos externos. Hacía 2014 –o sea, en diez años contando éste-, el déficit fiscal puede alcanzar US$ 3,6 billones a valores nominales corrientes. Así señalaba, hace ya algunos meses, la usualmente optimista oficina presupuestaria del congreso. Pero, mientras este gobierno y los sucesivos traten de acotar semejantes proyecciones, dejando “agujeros negros” sus esfuerzos irán frustrándose.

En esta fase en materia de volátiles flujos financieros –señalaba un análisis de “Business week”-, surge un tipo de operador que absorbe pilas de letras de Tesorería (o sea, deuda federal) y las recicla en las Antillas. Por supuesto, no son los únicos paraísos fiscales. Pero estas islas tienen un rasgo letal: esos movimientos los realizan fondos de riesgo (mediante derivativos), que controlan a los corruptos gobiernos locales. Con complicidad de Holanda, Gran Bretaña y sus bancas comerciales.

Los fondos de cobertura (su otra denominación) son vehículos financieros virtualmente exentos de contralores, pensados para empresas y millonarios, cuyas tenencias de bonos estadounidenses sumaban, a fin de 2004, alrededor de US$ 3,8 billones (cinco veces y media las de Japón, por ejemplo), en todo del mundo. El núcleo crítico agrupa colocaciones en Bahamas, Bermuidas, Caimán, Antillas holandesas y Panamá, cuyo sector bancario es “independiente” del gobierno y lava, entre otros, dinero del narcotráfico y los feudos guerrilleros colombianos.

Miles de fondos especulativos se mueven en esa geografía sin restricciones. Según el departamento federal de Hacienda, durante 2004 esa masa se incrementaba a razón de US$ 8.520 millones mensuales, ritmo 8,3% superior al de 2003. El Caribe es, a medidos de 2005, el mayor tenedor de deuda norteamericana, después de Japón, China y Gran Bretaña.

“Quienes manejan ese tipo de carteras saben poco de economía real, pero son astutos, veloces. También son proclives a burbujas, manías y derrumbes de mercados. Tiende a cambiar de opinión en minutos –explicaba Richard Waugh, de Principal Global Investors-, por lo cual ya no recomendamos apostar en esa franja”. Lo malo es que haya tantos países grandes que, si bien no especulan, se han empapelado con letras federales.

Más sensatos que la Casa Blanca, los 22 operadores primarios de bonos, que trabajan directamente con la Reserva Federal de Nueva York, comienzan a observar con inquietud esa burbuja “off shore”. Curiosamente, Alan Greenspan y los medios especializados en información financiera no suelen tocar el tema. “La creciente dependencia de Tesorería, respecto de bonos colocados en el exterior y, particularmente, en paraísos fiscales, eleva los riesgos generales asociados a esos papeles”, indicaba un estudio de Morgan Stanley.

Entre otros datos, esa fuente indica que, durante el trienio 2002-4, US$ 217.000 millones en capital nuevo ingresaron en los fondos de riesgo. La mayor parte vía “off shore”. Cabe acotar que a esta clase de operadores pertenecen los que hacían “lobby” contra el canje argentino y todavía lo hacen, hoy a través de altos funcionarios del FMI. Otro segmento del mismo mercado abarca colocaciones de traficantes de armas o drogas, trata de blancas y, claro, terrorismo “profesional” (por ejemplo, al Qa’eda).

El segundo mandato de George Walker Bush se caracterizará, hasta el final, por los rojos combinados: presupuesto, comercio, pagos externos. Hacía 2014 –o sea, en diez años contando éste-, el déficit fiscal puede alcanzar US$ 3,6 billones a valores nominales corrientes. Así señalaba, hace ya algunos meses, la usualmente optimista oficina presupuestaria del congreso. Pero, mientras este gobierno y los sucesivos traten de acotar semejantes proyecciones, dejando “agujeros negros” sus esfuerzos irán frustrándose.

En esta fase en materia de volátiles flujos financieros –señalaba un análisis de “Business week”-, surge un tipo de operador que absorbe pilas de letras de Tesorería (o sea, deuda federal) y las recicla en las Antillas. Por supuesto, no son los únicos paraísos fiscales. Pero estas islas tienen un rasgo letal: esos movimientos los realizan fondos de riesgo (mediante derivativos), que controlan a los corruptos gobiernos locales. Con complicidad de Holanda, Gran Bretaña y sus bancas comerciales.

Los fondos de cobertura (su otra denominación) son vehículos financieros virtualmente exentos de contralores, pensados para empresas y millonarios, cuyas tenencias de bonos estadounidenses sumaban, a fin de 2004, alrededor de US$ 3,8 billones (cinco veces y media las de Japón, por ejemplo), en todo del mundo. El núcleo crítico agrupa colocaciones en Bahamas, Bermuidas, Caimán, Antillas holandesas y Panamá, cuyo sector bancario es “independiente” del gobierno y lava, entre otros, dinero del narcotráfico y los feudos guerrilleros colombianos.

Miles de fondos especulativos se mueven en esa geografía sin restricciones. Según el departamento federal de Hacienda, durante 2004 esa masa se incrementaba a razón de US$ 8.520 millones mensuales, ritmo 8,3% superior al de 2003. El Caribe es, a medidos de 2005, el mayor tenedor de deuda norteamericana, después de Japón, China y Gran Bretaña.

“Quienes manejan ese tipo de carteras saben poco de economía real, pero son astutos, veloces. También son proclives a burbujas, manías y derrumbes de mercados. Tiende a cambiar de opinión en minutos –explicaba Richard Waugh, de Principal Global Investors-, por lo cual ya no recomendamos apostar en esa franja”. Lo malo es que haya tantos países grandes que, si bien no especulan, se han empapelado con letras federales.

Más sensatos que la Casa Blanca, los 22 operadores primarios de bonos, que trabajan directamente con la Reserva Federal de Nueva York, comienzan a observar con inquietud esa burbuja “off shore”. Curiosamente, Alan Greenspan y los medios especializados en información financiera no suelen tocar el tema. “La creciente dependencia de Tesorería, respecto de bonos colocados en el exterior y, particularmente, en paraísos fiscales, eleva los riesgos generales asociados a esos papeles”, indicaba un estudio de Morgan Stanley.

Entre otros datos, esa fuente indica que, durante el trienio 2002-4, US$ 217.000 millones en capital nuevo ingresaron en los fondos de riesgo. La mayor parte vía “off shore”. Cabe acotar que a esta clase de operadores pertenecen los que hacían “lobby” contra el canje argentino y todavía lo hacen, hoy a través de altos funcionarios del FMI. Otro segmento del mismo mercado abarca colocaciones de traficantes de armas o drogas, trata de blancas y, claro, terrorismo “profesional” (por ejemplo, al Qa’eda).

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