Libor a 5,12%, T-10 a 4,86 y crudos sobre 67 el barril

Tras de que el SRF elevase el interés referencial a 4,75%, una reacción lleva las tasas largas a 4,86 y 4,9% anual. Mientras tanto, Wall Street teme que el tipo básico alcance 5,5% en agosto, el oro sube a US$ 587 (1-IV).

31 marzo, 2006

El martes, Benjamin Bernanke hizo el retoque de 25 puntos básicos que todos aguardaba. La tasa pasó a 4,75% anual, pero el emisor dio a entender que no abandonaría esta política en corto plazo. Ahora, circular otra especie: los ajustes hacia arriba no pararían en el de mayo (a 5% anual), sino que alcanzarían a 5,5% en agosto.

El asunto tiene una historia compleja. Cuando Alan Greenspan accedió a la conducción del Sistema de Reserva Federal, hace más de dieciocho años, su primer acto fue elevar la tasa referencial. Ahora, le tocó el turno a Bernanke de hacer lo mismo. Ya parece remoto ese 1% que marcó el piso de la gestión anterior y el mínimo desde julio de 1958. Es más: los operadores suponen que el alza no se detendrá en el próximo retoque. Si el Banco de Inglaterra no hace algo entretanto, verá superado su 4,75%, junto con el 2,5% del Banco Central Europeo.

“Quieren proyectar un perfil de continuidad”, supone Thomas Schlesinger, de la consultoría Financial Markets Center. “Prefieren equivocarse por exceso de cautela. Es un año de elecciones parlamentarias y la imagen pública de George W.Bush está por el suelo. Eso alivia potenciales presiones de la Casa Blanca sobre el SRF”.

El síndrome de cautela data de hace casi treinta años, cuando imperaba Paul A.Volcker. Desde entonces, cada presidente del SRF se ha empeñado en luchar contra la inflación aunque, a veces, ésta no fuese relevante. Hoy, empero, hay escasas señales de que técnicos y funcionarios en los trece miembros del sistema estén desvelados por el tema. Dicho de otro modo, no hay señales concretas.

Por ejemplo, las altas cotizaciones petroleras demoran en transladarse a precios y salarios y el lento desinfle de la burbuja inmobiliaria es otro síntoma de moderación. Pero la mayor diferencia respecto de 1987 (llegada de Greenspan) es una sensación térmica: analistas procíclicos suponen que el factor de equilibrio es la creciente oferta global de mano de obra, bienes y servicios baratos orientada al público norteamericano.

Ese factor, creen, atenúa el déficit de oferta en Estados Unidos y, por ende, sofrena la inflación. Por el contrario, economistas serios apuntan a la causa real de esa sensación térmica: once a doce millones de inmigrantes indocumentados, que aportan mano de obra en negro y con salarios exiguos. “Greenspan, Bernanke, Wall Street y los medios financieros prefieren ignorar ese componente y se equivocan”, sostenía el senador demócrata Edward Kennedy.

“La capacidad de países extranjeros para abastecer el mercado estadounidense altera la estructura interna de precios y salarios, limitando el poder negociador de la parte laboral”, insiste Janet Yellen (Reserva Federal de San Francisco), sin parar mientes en sectores como el automotor.

No obstante, hasta ahora Yellen y quienes piensan como ella en el SRF siguen renuentes a traducir sus ideas en un cambio de política monetaria. “Hay excelentes razones para dudar de que esos factores alcancen para quebrar los nexos entre el mercado laboral y presiones salariales derivadas de precios”, reconoce la misma funcionaria.

En realidad, algunos analistas empiezan a advertir que la actual tasa de desempleo (4,8%) equivale, efectivamente, a plena ocupación. Si se computaran los residentes ilegales, el guarismo cedería a menos de 4,2% (el nivel legado por William J.Clinton). Ese cuadro confiere a los trabajadores capacidad de presionar por aumentos salariales, pese a la creciente mano de obra barata que, desde el exterior, produce para el mercado norteamericano. Por ende, un grupo de empresas acabará subiendo precios para solventar costos laborales.

Si bien Bernanke duda de que el mercado laboral sea tan rígido, insiste en la importancia de controlar con firmeza las expectativas inflacionarias. O sea, proseguir con la política adoptada por Greenspan a mediados de 2004. A criterio del SRF, pues, si se dejase de actuar así los consumidores podrían lanzarse a comprar anticipando un alza de precios, comportándose como agentes inflacionarios.

En los últimos dos años, por cierto, quienes definen políticas en el SRF vienen analizando hasta qué punto deben considerar las fuerzas exógenas que pudieran operar en sentido contrario. Proponiendo una postura mucho más globalizada, Richard Fischer (RF de Dallas) cuestiona abiertamente la idea de que el bajo desempleo promueva alzas salariales y precios. No lo hará (afirma) “en tanto haya tanta mano de obra barata en países dispuestos a proveer de bienes y servicios a bajo precio”. Pero sabe que sus posturas son controvertidas y carecen de sustento estadístico firme.

Por supuesto, la mano de obra local y extranjera no son siempre intercambiables. Una vasta gama de servicios laboralmente intensivos deben ser a la fuerza desempeñado por trabajadores residentes en EE.UU. “En verdad, apenas 10% de la mano de obra norteamericana está en la industria, sin duda el sector más expuesto a la competencia de operarios del exterior”, admite Yellen.

No obstante, desde hace tres años, Greenspan insiste en una creciente productividad de la mano de obra. Sólo que identifica el fenómeno con la eliminación masiva de empleo en el sector privado. Fischer, por el contrario, cree que –al menos en parte- influye la creciente disponibilidad de trabajadores baratos en el exterior. Sea como fuere, si Bernanke no espera que la inflación se acelere en 2006/, ¿por qué continúa elevando el tipo de interés para cortísimo plazo?

A todo esto, las principales bolsas hacen lo imposible para no perder pie. A su vez, surge otro síntoma típicamente especulativo: el oro alcanza US$ 587 la onza “troy” en Nueva York y la plata vuelve a US$ 11, por vez primera desde 1983. No son, como dicen medios financieros, “barreras psicológicas” y sugue lejos de los respectivos máximos, registrados en enero de 1980: US$ 850 y 50.

El martes, Benjamin Bernanke hizo el retoque de 25 puntos básicos que todos aguardaba. La tasa pasó a 4,75% anual, pero el emisor dio a entender que no abandonaría esta política en corto plazo. Ahora, circular otra especie: los ajustes hacia arriba no pararían en el de mayo (a 5% anual), sino que alcanzarían a 5,5% en agosto.

El asunto tiene una historia compleja. Cuando Alan Greenspan accedió a la conducción del Sistema de Reserva Federal, hace más de dieciocho años, su primer acto fue elevar la tasa referencial. Ahora, le tocó el turno a Bernanke de hacer lo mismo. Ya parece remoto ese 1% que marcó el piso de la gestión anterior y el mínimo desde julio de 1958. Es más: los operadores suponen que el alza no se detendrá en el próximo retoque. Si el Banco de Inglaterra no hace algo entretanto, verá superado su 4,75%, junto con el 2,5% del Banco Central Europeo.

“Quieren proyectar un perfil de continuidad”, supone Thomas Schlesinger, de la consultoría Financial Markets Center. “Prefieren equivocarse por exceso de cautela. Es un año de elecciones parlamentarias y la imagen pública de George W.Bush está por el suelo. Eso alivia potenciales presiones de la Casa Blanca sobre el SRF”.

El síndrome de cautela data de hace casi treinta años, cuando imperaba Paul A.Volcker. Desde entonces, cada presidente del SRF se ha empeñado en luchar contra la inflación aunque, a veces, ésta no fuese relevante. Hoy, empero, hay escasas señales de que técnicos y funcionarios en los trece miembros del sistema estén desvelados por el tema. Dicho de otro modo, no hay señales concretas.

Por ejemplo, las altas cotizaciones petroleras demoran en transladarse a precios y salarios y el lento desinfle de la burbuja inmobiliaria es otro síntoma de moderación. Pero la mayor diferencia respecto de 1987 (llegada de Greenspan) es una sensación térmica: analistas procíclicos suponen que el factor de equilibrio es la creciente oferta global de mano de obra, bienes y servicios baratos orientada al público norteamericano.

Ese factor, creen, atenúa el déficit de oferta en Estados Unidos y, por ende, sofrena la inflación. Por el contrario, economistas serios apuntan a la causa real de esa sensación térmica: once a doce millones de inmigrantes indocumentados, que aportan mano de obra en negro y con salarios exiguos. “Greenspan, Bernanke, Wall Street y los medios financieros prefieren ignorar ese componente y se equivocan”, sostenía el senador demócrata Edward Kennedy.

“La capacidad de países extranjeros para abastecer el mercado estadounidense altera la estructura interna de precios y salarios, limitando el poder negociador de la parte laboral”, insiste Janet Yellen (Reserva Federal de San Francisco), sin parar mientes en sectores como el automotor.

No obstante, hasta ahora Yellen y quienes piensan como ella en el SRF siguen renuentes a traducir sus ideas en un cambio de política monetaria. “Hay excelentes razones para dudar de que esos factores alcancen para quebrar los nexos entre el mercado laboral y presiones salariales derivadas de precios”, reconoce la misma funcionaria.

En realidad, algunos analistas empiezan a advertir que la actual tasa de desempleo (4,8%) equivale, efectivamente, a plena ocupación. Si se computaran los residentes ilegales, el guarismo cedería a menos de 4,2% (el nivel legado por William J.Clinton). Ese cuadro confiere a los trabajadores capacidad de presionar por aumentos salariales, pese a la creciente mano de obra barata que, desde el exterior, produce para el mercado norteamericano. Por ende, un grupo de empresas acabará subiendo precios para solventar costos laborales.

Si bien Bernanke duda de que el mercado laboral sea tan rígido, insiste en la importancia de controlar con firmeza las expectativas inflacionarias. O sea, proseguir con la política adoptada por Greenspan a mediados de 2004. A criterio del SRF, pues, si se dejase de actuar así los consumidores podrían lanzarse a comprar anticipando un alza de precios, comportándose como agentes inflacionarios.

En los últimos dos años, por cierto, quienes definen políticas en el SRF vienen analizando hasta qué punto deben considerar las fuerzas exógenas que pudieran operar en sentido contrario. Proponiendo una postura mucho más globalizada, Richard Fischer (RF de Dallas) cuestiona abiertamente la idea de que el bajo desempleo promueva alzas salariales y precios. No lo hará (afirma) “en tanto haya tanta mano de obra barata en países dispuestos a proveer de bienes y servicios a bajo precio”. Pero sabe que sus posturas son controvertidas y carecen de sustento estadístico firme.

Por supuesto, la mano de obra local y extranjera no son siempre intercambiables. Una vasta gama de servicios laboralmente intensivos deben ser a la fuerza desempeñado por trabajadores residentes en EE.UU. “En verdad, apenas 10% de la mano de obra norteamericana está en la industria, sin duda el sector más expuesto a la competencia de operarios del exterior”, admite Yellen.

No obstante, desde hace tres años, Greenspan insiste en una creciente productividad de la mano de obra. Sólo que identifica el fenómeno con la eliminación masiva de empleo en el sector privado. Fischer, por el contrario, cree que –al menos en parte- influye la creciente disponibilidad de trabajadores baratos en el exterior. Sea como fuere, si Bernanke no espera que la inflación se acelere en 2006/, ¿por qué continúa elevando el tipo de interés para cortísimo plazo?

A todo esto, las principales bolsas hacen lo imposible para no perder pie. A su vez, surge otro síntoma típicamente especulativo: el oro alcanza US$ 587 la onza “troy” en Nueva York y la plata vuelve a US$ 11, por vez primera desde 1983. No son, como dicen medios financieros, “barreras psicológicas” y sugue lejos de los respectivos máximos, registrados en enero de 1980: US$ 850 y 50.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades