Dudas ante la aceleración cambiaria

La fuerte suba del tipo de cambio fue una respuesta deliberada ante la pérdida de valor de la moneda brasileña. Pero más allá del shock, existe la duda respecto de si el gobierno mantendrá dicha estrategia cambiaria.

15 septiembre, 2013

Si el tipo de cambio se incrementa por encima de las tasas de inflación habría una progresiva recuperación de la competitividad externa de la economía. Asimismo, podría contener la brecha cambiaria e incentivar a los exportadores para que liquiden sus saldos en el mercado formal, infiere en su informe ISE 939 la consultora Ecolatina.

 

Sin embargo, de no implementarse otros cambios en la política económica, esta estrategia es riesgosa en términos de inflación, sostiene, ya que la suba de precios neutralizaría las posibles mejoras de la competitividad externa y conduciría a una carrera entre precios, salarios y tipo de cambio.

 

En definitiva, la mayor depreciación del tipo de cambio, aislada de un programa integral que ataque simultáneamente los desequilibrios macroeconómicos (inflación, fiscal y monetario), difícilmente sea una solución.

 

Ventajas

 

El Poder Ejecutivo no sólo reconocería el atraso cambiario sino que además estaría dispuesto a resolverlo progresivamente. Además de las potenciales ventajas (mejora de la competitividad, del resultado externo y de las cuentas fiscales), la corrección gradual evitaría el costo de realizar en el futuro una suba brusca del tipo de cambio oficial.

 

Sin embargo, advierte que ello no lo exime de los riesgos propios de cualquier devaluación, siendo la aceleración de la inflación la principal preocupación (con los elevados costos económicos y  sociales asociados al alza de precios).

 

De esta forma, queda en evidencia que la estrategia cambiaria no es suficiente per sé para resolver dicha problemática. Se necesita un programa económico que también coordine la política fiscal, monetaria y de ingresos, puntualiza Ecolatina.

 

En los últimos dos meses, la depreciación del tipo de cambio oficial se aceleró significativamente, registrando subas similares a la que el BCRA aplicó durante la crisis financiera internacional a fines de 2008.

 

Desde comienzos del año, el Banco Central (BCRA) acentuó el ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial.

 

Sin embargo, en los últimos meses el alza del dólar oficial se aceleró considerablemente, registrando subas similares a la que aplicaba durante la crisis financiera internacional a fines de 2008.

 

Este fenómeno respondió a factores internos, como el menor excedente de divisas en el mercado de cambios oficial y la mayor brecha cambiaria, pero también a cuestiones externas. Particularmente, la fuerte depreciación de la moneda brasileña impulsó al Ejecutivo a acelerar la tasa de depreciación del tipo de cambio oficial para evitar una profundización del deterioro de la competitividad bilateral con nuestro principal socio comercial.

 

Si bien la aceleración de los últimos meses respondió a shocks transitorios (ajuste del real brasileño), existe la posibilidad de que el gobierno sostenga esta estrategia cambiaria en los próximos dos años. La pregunta a dilucidar es si esta política es sostenible ya que implica exacerbar las presiones inflacionarias.

 

Tras las elecciones de octubre el Ejecutivo deberá afrontar los crecientes problemas cambiarios (persistente caída de reservas, brecha creciente y apreciación cambiaria).

 

Para enfrentarlos, es clave que el gobierno enfrente dichas dificultades con una política fiscal y monetaria acorde.

 

De lo contrario, las posibilidades de que la corrección cambiaria sea exitosa son escasas, ya que es necesario coordinar con el resto de las variables macroeconómicas, pues un mayor ritmo de depreciación de la moneda no soluciona los problemas acumulados, concluye el informe de Ecolatina.  

¿Es la gradual mejora de la competitividad externa una estrategia factible?

A contramano de lo esperado en el marco de la campaña electoral, en los últimos dos meses la depreciación del tipo de cambio oficial se aceleró significativamente. En julio el peso se desvalorizó 2,3% entre puntas y en agosto 3%, es decir, una tasa de 42,5% anualizada. Y el elevado ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial se mantiene en los primeros días de septiembre.

Ante el escenario actual, las perspectivas de depreciación para el año se elevaron: el tipo de cambio oficial exhibirá una suba cercana al 24,5% anual, cerrando su cotización por encima de los 6 $/US$ en diciembre. 

Creemos que la suba del tipo de cambio en los últimos meses fue una respuesta deliberada ante la pérdida de valor de la moneda brasileña. La depreciación en Brasil (15% entre mayo y agosto) hizo que el tipo de cambio real bilateral con nuestro principal socio comercial se aprecie 13%, poniendo en riesgo la competitividad de la producción local que tiene como destino principal a aquel país. Vale destacar que 40% de nuestras exportaciones industriales y más del 80% de los automóviles se colocan en dicho mercado.

Asimismo, la aceleración de la depreciación del peso obedeció a un menor excedente de divisas en el mercado oficial. Pese a que la liquidación de dólares de la agroindustria creció respecto del año pasado, la mayor demanda del resto de los sectores llevó al BCRA a abandonar en los últimos dos meses la posición compradora que exhibió entre abril y junio.

Ello estuvo reforzado por la reaparición de tensiones en el tipo de cambio paralelo. Tras dos meses de relativa estabilidad, las cotizaciones alternativas volvieron a registrar subas a principios de julio y la brecha cambiaria llegó a subir 20 p.p. desde el mínimo alcanzado.

Más allá del shock exógeno y de los condicionantes internos que presionaron el tipo de cambio, existe la duda respecto de si el gobierno mantendrá dicha estrategia cambiaria de aquí en adelante.

Si el tipo de cambio se incrementa mensualmente por encima de las tasas de inflación habría una progresiva recuperación de la competitividad externa de la economía (en la actualidad el tipo de cambio real con el dólar se encuentra en los niveles de fines de la Convertibilidad).

Asimismo, un mayor incremento del tipo de cambio oficial podría ayudar a contener la brecha cambiaria y mantener los incentivos a los exportadores para que liquiden sus saldos en el mercado formal. Simultáneamente, la mayor competitividad podría apuntalar el resultado fiscal a través de un incremento en los impuestos aduaneros.

Pero esta estrategia es riesgosa en términos de inflación. Si no se implementan otros cambios en la política económica, la mayor pauta de depreciación del peso acelerará la suba de los precios.

El caso del 2012 es ilustrativo en este sentido. El año pasado, el tipo de cambio oficial se depreció 14% y la inflación se aceleró más de 2 p.p. respecto del promedio 2007-2011. Cabe destacar que durante esos años, el tipo de cambio actuaba como ancla nominal (el peso se devaluó a una tasa promedio de 7% anual).

En definitiva, una mayor depreciación podría acelerar la inflación neutralizando las posibles mejoras de la competitividad externa. Además, si la inflación se acerca al umbral del 30% será muy difícil frenar la creciente carrera entre precios, salarios y tipo de cambio.

De la misma manera, la aceleración de los precios forzaría un crecimiento del gasto público, por lo que tampoco estaría tan claro que la emisión monetaria (que impulsa la inflación) pueda reducirse. De no mediar un reordenamiento fiscal, y cerradas el resto de las opciones de financiamiento del sector público (ausencia de stocks y presión tributaria en niveles elevados), la asistencia del BCRA al Tesoro seguirá vigente.

Más aún, en un contexto de reservas decrecientes y de expansión de la Base Monetaria, el tipo de cambio de cobertura[1] (que muestra una tendencia similar al dólar paralelo) seguiría elevándose, dificultando la contención de la brecha cambiaria.

En otras palabras, la mayor depreciación del tipo de cambio, aislada de un programa integral que ataque simultáneamente los desequilibrios macroeconómicos (inflación, fiscal y monetario), difícilmente sea una solución.

[1]Es el que resulta del ratio entre la Base Monetaria y las reservas, e indica cuál debería ser el tipo de cambio para que las reservas cubran la totalidad del dinero en circulación.

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