La SEC había aprobado el canje y, ahora, lo hizo Italia

No tenía asidero lo dicho por un funcionario menor de la SEC, según quien no había OK formal. Como dijo Economía, era efectivo desde el lunes. Este equívoco con tufillo a "lobby" puede generar un sumario interno. Italia aprobó el documento.

31 diciembre, 2004

Hasta la intervención del ignoto John Heine, según ciertos medios locales “vocero” de la Comisión Federal de Valores, las reacciones positivas –salvo en Italia-, tras la recontratación de BoNY como agente, elevaban las probabilidades de que el canje empezara a tiempo y lo aceptase 70% de bonistas. Curiosamente, el “New York Times” (NYT) aplaudió ese mismo lunes y, al día siguiente, se ensañó con Néstor Kirchner. Sea como fuere, ya hay cronograma oficial: se lanza la propuesta el 12 de enero y el 14 –no ya el 17- se abre el canje en sí. Ya se les pagó a los bancos colocadores.

El miércoles por la noche, el Banco Central transmitió a la banca local el valor contable al cual asentarán en balance los títulos que recibirán en canje por las deudas en cese selectivos de pagos. Por su parte, la agencia Reuters pidió aclaraciones a Heine y éste admitió haber cometido “un error de buena fe”, situación que deberá aclarar ante la propia Securities & Exchange Commission.

Según operadores locales, el propio Bank of New York está realizando todos los esfuerzos posibles para adaptarse al nuevo cronograma. Entretanto, a los elogios del diario neoyorquino se sumaban opiniones similares del “Corriere della sera” y otros medios europeos. Nadie prestó atención al inexplicable episodio del martes, cuando el NYT se despachó con una violenta diatriba personal contra el presidente argentino, recogida el jueves en el editorial de un matutino porteño.

Esa misma noche, la Commissione Nazionale per Società e Borse (Consob) también aprobaba la propuesta de canje. Para cubrirse, la entidad italiana aclaró –como si hiciese falta- que ello no equivale a una adhesión segura de los “bonistas” Los estudios jurídicos y fondos buitres que manejan “asociaciones de ahorristas” e influyen en la Consob, y el ministro de Economía (Domenico Siniscalco) siguen rechazando los términos argentinos. Otro operador financiero, el suizo Nicola Stock –con notable llegada a medios porteños- continúa anunciando el fracaso del canje.

Volviando al NYT, su cambio de tono no llamó la atención en los mercados. Obviamente, sólo se trataba de Lawrence Rother, corresponsal en San Pablo, más célebre por sus desplantes a Luiz Inácio (Lula) da Silva –ya durante la campaña presidencial- que por su oficio. Por el contrario, el mismo diario afirmaba, el domingo 26: “Cuando la economía argentina entró en colapso, diciembre de 2001, muchos predijeron el apocalipsis, a menos que se adoptasen medidas ortodoxas y se llegara velozmente a acuerdo con los acreedores externos”.

Como viene apuntándolo este sitio desde 2002, la sapiencia convencional –incluso columnistas y gurúes locales vinculados al negocio financiero- pronosticaban “desborde inflacionario, un peso sin valor, licuación de reservas y huida de capitales”. Pero –señala el artículo, claramente inspirado en varios de Paul Krugman- “a tres años de declarar un cese de pagos por más de US$ 100.000 millones, el juicio final no ha llegado”.

Al revés, “en 2004 el producto bruto interno crece 8%, como en 2003; suben las exportaciones; el peso se mantiene estable; los inversores van regresando y cede el desempleo. Todo eso sin adoptar las medidas típicas exigidas por el Fondo Monetario”.

Entretanto, Mark Weisbrot –analista del Center for Economy & Policy Research, una entidad privada- puntualiza: “La recuperación argentina se da, en gran medida, desechando ostensiblemente la ortodoxia monetaria. Es algo histórico y da vuelta 25 años de recetas fallidas. Mientras otros países se arrastran, la Argentina muestra un repunte sano y sostenible”.

Por supuesto, el inglés John Dodsworthy (representante permanente del FMI en el Banco Central) optó por un prudente comentario, impensable en Rodrigo Rato o Anne Krueger: “Tan alentadoras cifras –dijo aludiendo al superávit fiscal primario- se deben a una disciplina fiscal casi sin antecedentes en el país”.

En ese clima, Rother disparó munición pesada –aunque frívola- contra Néstor Kirchner. Al parecer irritado consigo mismo (debió firmar un artículo favorable a la Argentina, país que detesta), salió a demoler al santacruceño. Como es su costumbre en Brasil, el periodista se apoyó en versiones de pasillo sobre “humillaciones” a sus propios funcionarios, ausencia en reuniones de Gabinete y transgresiones de protocolo.

Por supuesto, Rother tiene excelentes relaciones con la derecha cubana en Miami. Sus alusiones indirectas al lamentable episodio armado por Jorge Taiana –otrora funcionario menemista- para desplazar al actual canciller (Rafael Bielsa), lo ponen en evidencia. También influye sobre diarios conservadores que, ahora, emprenden otra campaña, basada en la interna justicialista y sus presunños efectos dañinos en la economía. Por supuesto, Rother tenía un “detonante” concreto: la inexplicable adhesión de Kirchner a un personaje como Fidel Castro y el pésimo manejo del caso Molina. Sea como fuere, Rother debió abstenerse de firmar una de las dos notas.

Hasta la intervención del ignoto John Heine, según ciertos medios locales “vocero” de la Comisión Federal de Valores, las reacciones positivas –salvo en Italia-, tras la recontratación de BoNY como agente, elevaban las probabilidades de que el canje empezara a tiempo y lo aceptase 70% de bonistas. Curiosamente, el “New York Times” (NYT) aplaudió ese mismo lunes y, al día siguiente, se ensañó con Néstor Kirchner. Sea como fuere, ya hay cronograma oficial: se lanza la propuesta el 12 de enero y el 14 –no ya el 17- se abre el canje en sí. Ya se les pagó a los bancos colocadores.

El miércoles por la noche, el Banco Central transmitió a la banca local el valor contable al cual asentarán en balance los títulos que recibirán en canje por las deudas en cese selectivos de pagos. Por su parte, la agencia Reuters pidió aclaraciones a Heine y éste admitió haber cometido “un error de buena fe”, situación que deberá aclarar ante la propia Securities & Exchange Commission.

Según operadores locales, el propio Bank of New York está realizando todos los esfuerzos posibles para adaptarse al nuevo cronograma. Entretanto, a los elogios del diario neoyorquino se sumaban opiniones similares del “Corriere della sera” y otros medios europeos. Nadie prestó atención al inexplicable episodio del martes, cuando el NYT se despachó con una violenta diatriba personal contra el presidente argentino, recogida el jueves en el editorial de un matutino porteño.

Esa misma noche, la Commissione Nazionale per Società e Borse (Consob) también aprobaba la propuesta de canje. Para cubrirse, la entidad italiana aclaró –como si hiciese falta- que ello no equivale a una adhesión segura de los “bonistas” Los estudios jurídicos y fondos buitres que manejan “asociaciones de ahorristas” e influyen en la Consob, y el ministro de Economía (Domenico Siniscalco) siguen rechazando los términos argentinos. Otro operador financiero, el suizo Nicola Stock –con notable llegada a medios porteños- continúa anunciando el fracaso del canje.

Volviando al NYT, su cambio de tono no llamó la atención en los mercados. Obviamente, sólo se trataba de Lawrence Rother, corresponsal en San Pablo, más célebre por sus desplantes a Luiz Inácio (Lula) da Silva –ya durante la campaña presidencial- que por su oficio. Por el contrario, el mismo diario afirmaba, el domingo 26: “Cuando la economía argentina entró en colapso, diciembre de 2001, muchos predijeron el apocalipsis, a menos que se adoptasen medidas ortodoxas y se llegara velozmente a acuerdo con los acreedores externos”.

Como viene apuntándolo este sitio desde 2002, la sapiencia convencional –incluso columnistas y gurúes locales vinculados al negocio financiero- pronosticaban “desborde inflacionario, un peso sin valor, licuación de reservas y huida de capitales”. Pero –señala el artículo, claramente inspirado en varios de Paul Krugman- “a tres años de declarar un cese de pagos por más de US$ 100.000 millones, el juicio final no ha llegado”.

Al revés, “en 2004 el producto bruto interno crece 8%, como en 2003; suben las exportaciones; el peso se mantiene estable; los inversores van regresando y cede el desempleo. Todo eso sin adoptar las medidas típicas exigidas por el Fondo Monetario”.

Entretanto, Mark Weisbrot –analista del Center for Economy & Policy Research, una entidad privada- puntualiza: “La recuperación argentina se da, en gran medida, desechando ostensiblemente la ortodoxia monetaria. Es algo histórico y da vuelta 25 años de recetas fallidas. Mientras otros países se arrastran, la Argentina muestra un repunte sano y sostenible”.

Por supuesto, el inglés John Dodsworthy (representante permanente del FMI en el Banco Central) optó por un prudente comentario, impensable en Rodrigo Rato o Anne Krueger: “Tan alentadoras cifras –dijo aludiendo al superávit fiscal primario- se deben a una disciplina fiscal casi sin antecedentes en el país”.

En ese clima, Rother disparó munición pesada –aunque frívola- contra Néstor Kirchner. Al parecer irritado consigo mismo (debió firmar un artículo favorable a la Argentina, país que detesta), salió a demoler al santacruceño. Como es su costumbre en Brasil, el periodista se apoyó en versiones de pasillo sobre “humillaciones” a sus propios funcionarios, ausencia en reuniones de Gabinete y transgresiones de protocolo.

Por supuesto, Rother tiene excelentes relaciones con la derecha cubana en Miami. Sus alusiones indirectas al lamentable episodio armado por Jorge Taiana –otrora funcionario menemista- para desplazar al actual canciller (Rafael Bielsa), lo ponen en evidencia. También influye sobre diarios conservadores que, ahora, emprenden otra campaña, basada en la interna justicialista y sus presunños efectos dañinos en la economía. Por supuesto, Rother tenía un “detonante” concreto: la inexplicable adhesión de Kirchner a un personaje como Fidel Castro y el pésimo manejo del caso Molina. Sea como fuere, Rother debió abstenerse de firmar una de las dos notas.

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