James Turk en Barrons: ¿onza de oro de US$ 2.200 a 8.000?

Según la revista de finanzas, este gurú “adelantó en septiembre, 2002 la actual fiebre del oro”. Parece un exceso y su sitio, Goldmoney.com, es afecto a ellos. Turk es un as de los metales preciosos y ahora promete oro de US$ 2.200 a 8.000.

30 mayo, 2006

En realidad, ese portal permite a especuladores operar internacionalmente empleando el oro como moneda. En otras palabras, es una nostálgica vuelta al patrón oro, víctima de las circunstancias –una fue la crisis financiera mundial iniciada en 1907- en vísperas de la gran guerra. También es coautor de “The coming collapse of the dollar”, editado en 2004. A continuación, una reciente conversación con la revista.

Barron’s – Al fin, parece que no se equivocaba sobre el oro…

Turk – En realidad, el oro refleja más las crecientes dificultades del dólar que un aumento propio del metal. En verdad, una onza compra hoy el mismo volumen de crudo que hace cincuenta años. No ocurre lo mismo con el dólar.

B. – Una de sus creaciones es el “índice de temores”, basado en una expresión de base monetaria tan compleja como el M-3. Pero ocurre que el gobierno norteamericano ha dejado de publicarla.

T. – Sí, y es una lástima. Dicen que lo hicieron para ahorrar en materia estadística, porque compilar el M-3 les cuesta millones. Es un dislate. Aparte, ese número revela el total de medios de pago circulantes. Creo que, en realidad, Hacienda y la Reserva Federal quieren ocultar el potencial inflacionario en el sistema que, al momento de suspender esa estadística, superaba el 8% anual adicional, con tendencia a crecer. Entonces, se trata no de limitar la inflación, sino las meras expectativas inflacionarias. Es un error garrafal, pues acabará fomentado más resquemores público en torno del dólar y, a la larga, mayor demanda de oro y otros activos duros.

B. – Años atrás, usted pensaba que, a esta altura, tendríamos en las manos una crisis del dólar…

T. – Por cierto, es posible argumentar que esa crisis ya existe larvada. El deterioro de su poder adquisitivo, en pocos años, aún no alcanza niveles de pánico. Pero insisto: ese pánico sobrevendrá en algún punto del futuro razonable.

B. – Bueno, hablemos de presiones y preocupaciones sobre nuestra divisa.

T. – Van en aumento. Fuera de EE.UU., se detecta la mayor inquietud en largo tiempo; especialmente entre inversores institucionales o muy especializados. Dos hechos específicos obran al respecto. Primero, el rechazo a que la Chinese National Offshore Oil Co (Cnooc) comprase las operaciones de Unocal en el sudeste de Asia. Por entonces, se supuso que era un hecho aislado.

Pero, al ser bloqueado el pase de seis puertos estadounidenses de una operadora británica a una controlada por el emirato de Dubái, la cosa cambió. En el mundillo financiero, quedó claro que los tenedores de dólares en el exterior no podrían cambiarlos por activos en el país tan fácilmente como antes. Existe, no obstante, un creciente interés en convertir dólares en, por ejemplo, materias primas. Gran parte del auge en insumos industriales resulta de una salida de dólares.

En segundo lugar, otros buscan alterativas al uso de la divisa, particularmente como moneda de reserva y tarifas internacionales. En la última reunión con el Grupo de los , los rusos hablaban ya de “petrorrublos”. Eso fue un gesto decisivo porque, para seguir financiando los imparables déficit externos (comercio, presupuesto, cuenta corriente), EE.UU. debe crear dólares, algo difícil si la demanda por ellos flaquea.

B. – ¿Cómo hace para medir ese fenómeno?

En realidad, no es posible hacerlo. He mencionado el M-3 como forma de medir la emisión, o sea la oferta de dólares; pero no nos hemos dedicado a la demanda. Hay en circulación existencias de oro y dólares, dos componentes de nuestro “índice de temores”, que calcula la demanda relativa del primero en términos del segundo factor. Bien, el indicador viene ascendiendo, lo cual trasunta decreciente demanda de dólares, porque el sistema monetario muestra quebrantos.

B. – ¿Dónde, cómo?

Para empezar, no hay disciplina monetaria en EE.UU. Otrora, existía un patrón oro cuya mayor virtud era disciplinar la emisión de monedas nacionales. Cuando se creaba una de ellas en exceso, el oro salía de esa economía a otras, amortiguando de los ciclos cortos. Los gigantescos desequilibrios comerciales que vemos entre China y otros países en perjuicio de EE.UU. nunca habrían existido en un sistema de patrón áureo.

En esas condiciones, temo que Washington acabe imponiendo controles al flujo de capitales, para domeñar esos brutales desequilibrios comerciales y monetarios. En vez de limitar la masa de dólares circulante y volver a algún tipo de disciplina, probablemente optemos por restricciones al capital en un futuro no lejano

B. – ¿Hay señales de algo así?

T. – Sí, la suerte corrida por Cnooc y los puertos. Sin contra la ola europea de neoproteccionismo. Proteccionismo y controles de capital marchan de la mano.

B. – Entonces ¿tiene usted un nuevo horizonte para el oro?

T. – Si, y mucho más alto que todo lo imaginable. Como dije hace ya dos años, podemos alcanzar los US$ 8.000 por onza. Pero, según otras fuentes, primero es factible que llegue a US$ 2.200, o sea el récord nominal histórico de 850, a dólar actuales.

B. – ¿Hay signos claros al respecto?

T. – Primero, la corrida misma que ha llevado el oro de US$ 475 a picos de 775 en menos de seis meses. Segundo, síntomas aún mas peligrosos en la plata, que desde hace semanas sube más rápido que su rival.

B. – ¿Puede todo eso seguir indefinidamente?

T. – Mucha gente salió del mercado, esperando una corrección del oro a la baja, como es común al principio de cada euforia en cualquier mercado. Recuerdo que, en diciembre -cuanto el metal pasaba los US$ 500- sostuve que nunca volvería a esa cota. Tampoco volverá a los 600, me animo a pronosticar.

B. – Para inversores en metales preciosos ¿hay diferencia entre Alan Greenspan y Benjamin Bernanke?

T. – La hay. Greenspan entendía al oro y solía recordar la “automaticidad” de ese patrón. Bernanke no tiene ese grado de comprensión, respecto tanto del oro como de los mercados (así como Greesnpan nunca tuvo el nivel de Paul Volcker). Sus dos antecesores provenías de la banca privada, pero Bernanke es un universitario. Eso marca una notable diferencia.

B. – ¿Cuál es el efecto de los hidrocarburos en todo esto?

Hay una doble dinámica muy interesante. Por un lado, productores y exportadores tienden a estar cada vez menos dispuestos a aceptar dólares desvalorizados, que compran menos. Por el otro, rusos, iraníes y venezolanos cuestionan la unidad tarifaria y buscan alternativas. Moscú ya propuso una, los “petrorrublos”. Parafraseando a Charles de Gaulle, Hugo Chávez ha dicho “Washington saca dólares del aire”. Para el francés y el venezolano,
Eso es “cada día más inaceptable”.

La segunda dinámica reside en un argumento de Matthew Simmons: van agotándose reservas de crudos livianos o dulces, fáciles de explotar y refinar. Eso tiende a impulsar los precios y empalma con un dólar declinante. Eso tiene una traducción directa: US$ 110 el barril o más antes de que pase muchio, porque ése el valor actual de los US$ 37 alcanzados en 1979/80.

En realidad, ese portal permite a especuladores operar internacionalmente empleando el oro como moneda. En otras palabras, es una nostálgica vuelta al patrón oro, víctima de las circunstancias –una fue la crisis financiera mundial iniciada en 1907- en vísperas de la gran guerra. También es coautor de “The coming collapse of the dollar”, editado en 2004. A continuación, una reciente conversación con la revista.

Barron’s – Al fin, parece que no se equivocaba sobre el oro…

Turk – En realidad, el oro refleja más las crecientes dificultades del dólar que un aumento propio del metal. En verdad, una onza compra hoy el mismo volumen de crudo que hace cincuenta años. No ocurre lo mismo con el dólar.

B. – Una de sus creaciones es el “índice de temores”, basado en una expresión de base monetaria tan compleja como el M-3. Pero ocurre que el gobierno norteamericano ha dejado de publicarla.

T. – Sí, y es una lástima. Dicen que lo hicieron para ahorrar en materia estadística, porque compilar el M-3 les cuesta millones. Es un dislate. Aparte, ese número revela el total de medios de pago circulantes. Creo que, en realidad, Hacienda y la Reserva Federal quieren ocultar el potencial inflacionario en el sistema que, al momento de suspender esa estadística, superaba el 8% anual adicional, con tendencia a crecer. Entonces, se trata no de limitar la inflación, sino las meras expectativas inflacionarias. Es un error garrafal, pues acabará fomentado más resquemores público en torno del dólar y, a la larga, mayor demanda de oro y otros activos duros.

B. – Años atrás, usted pensaba que, a esta altura, tendríamos en las manos una crisis del dólar…

T. – Por cierto, es posible argumentar que esa crisis ya existe larvada. El deterioro de su poder adquisitivo, en pocos años, aún no alcanza niveles de pánico. Pero insisto: ese pánico sobrevendrá en algún punto del futuro razonable.

B. – Bueno, hablemos de presiones y preocupaciones sobre nuestra divisa.

T. – Van en aumento. Fuera de EE.UU., se detecta la mayor inquietud en largo tiempo; especialmente entre inversores institucionales o muy especializados. Dos hechos específicos obran al respecto. Primero, el rechazo a que la Chinese National Offshore Oil Co (Cnooc) comprase las operaciones de Unocal en el sudeste de Asia. Por entonces, se supuso que era un hecho aislado.

Pero, al ser bloqueado el pase de seis puertos estadounidenses de una operadora británica a una controlada por el emirato de Dubái, la cosa cambió. En el mundillo financiero, quedó claro que los tenedores de dólares en el exterior no podrían cambiarlos por activos en el país tan fácilmente como antes. Existe, no obstante, un creciente interés en convertir dólares en, por ejemplo, materias primas. Gran parte del auge en insumos industriales resulta de una salida de dólares.

En segundo lugar, otros buscan alterativas al uso de la divisa, particularmente como moneda de reserva y tarifas internacionales. En la última reunión con el Grupo de los , los rusos hablaban ya de “petrorrublos”. Eso fue un gesto decisivo porque, para seguir financiando los imparables déficit externos (comercio, presupuesto, cuenta corriente), EE.UU. debe crear dólares, algo difícil si la demanda por ellos flaquea.

B. – ¿Cómo hace para medir ese fenómeno?

En realidad, no es posible hacerlo. He mencionado el M-3 como forma de medir la emisión, o sea la oferta de dólares; pero no nos hemos dedicado a la demanda. Hay en circulación existencias de oro y dólares, dos componentes de nuestro “índice de temores”, que calcula la demanda relativa del primero en términos del segundo factor. Bien, el indicador viene ascendiendo, lo cual trasunta decreciente demanda de dólares, porque el sistema monetario muestra quebrantos.

B. – ¿Dónde, cómo?

Para empezar, no hay disciplina monetaria en EE.UU. Otrora, existía un patrón oro cuya mayor virtud era disciplinar la emisión de monedas nacionales. Cuando se creaba una de ellas en exceso, el oro salía de esa economía a otras, amortiguando de los ciclos cortos. Los gigantescos desequilibrios comerciales que vemos entre China y otros países en perjuicio de EE.UU. nunca habrían existido en un sistema de patrón áureo.

En esas condiciones, temo que Washington acabe imponiendo controles al flujo de capitales, para domeñar esos brutales desequilibrios comerciales y monetarios. En vez de limitar la masa de dólares circulante y volver a algún tipo de disciplina, probablemente optemos por restricciones al capital en un futuro no lejano

B. – ¿Hay señales de algo así?

T. – Sí, la suerte corrida por Cnooc y los puertos. Sin contra la ola europea de neoproteccionismo. Proteccionismo y controles de capital marchan de la mano.

B. – Entonces ¿tiene usted un nuevo horizonte para el oro?

T. – Si, y mucho más alto que todo lo imaginable. Como dije hace ya dos años, podemos alcanzar los US$ 8.000 por onza. Pero, según otras fuentes, primero es factible que llegue a US$ 2.200, o sea el récord nominal histórico de 850, a dólar actuales.

B. – ¿Hay signos claros al respecto?

T. – Primero, la corrida misma que ha llevado el oro de US$ 475 a picos de 775 en menos de seis meses. Segundo, síntomas aún mas peligrosos en la plata, que desde hace semanas sube más rápido que su rival.

B. – ¿Puede todo eso seguir indefinidamente?

T. – Mucha gente salió del mercado, esperando una corrección del oro a la baja, como es común al principio de cada euforia en cualquier mercado. Recuerdo que, en diciembre -cuanto el metal pasaba los US$ 500- sostuve que nunca volvería a esa cota. Tampoco volverá a los 600, me animo a pronosticar.

B. – Para inversores en metales preciosos ¿hay diferencia entre Alan Greenspan y Benjamin Bernanke?

T. – La hay. Greenspan entendía al oro y solía recordar la “automaticidad” de ese patrón. Bernanke no tiene ese grado de comprensión, respecto tanto del oro como de los mercados (así como Greesnpan nunca tuvo el nivel de Paul Volcker). Sus dos antecesores provenías de la banca privada, pero Bernanke es un universitario. Eso marca una notable diferencia.

B. – ¿Cuál es el efecto de los hidrocarburos en todo esto?

Hay una doble dinámica muy interesante. Por un lado, productores y exportadores tienden a estar cada vez menos dispuestos a aceptar dólares desvalorizados, que compran menos. Por el otro, rusos, iraníes y venezolanos cuestionan la unidad tarifaria y buscan alternativas. Moscú ya propuso una, los “petrorrublos”. Parafraseando a Charles de Gaulle, Hugo Chávez ha dicho “Washington saca dólares del aire”. Para el francés y el venezolano,
Eso es “cada día más inaceptable”.

La segunda dinámica reside en un argumento de Matthew Simmons: van agotándose reservas de crudos livianos o dulces, fáciles de explotar y refinar. Eso tiende a impulsar los precios y empalma con un dólar declinante. Eso tiene una traducción directa: US$ 110 el barril o más antes de que pase muchio, porque ése el valor actual de los US$ 37 alcanzados en 1979/80.

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