Iraq: los mayores problemas surgirán recién al día siguiente

Washington espera que una veloz caída de Saddam provoque un auge petrolero en Iraq y baje precios. Pero, en general, los analistas sostienen que el alza deriva de Venezuela y los verdaderos problemas aparecerán después de la presunta victoria.

25 febrero, 2003

En el plano petrolero, por ejemplo, un informe de la Agencia Internacional de
Energía (Viena) sugiere que Irán será el beneficiario real
de la inminente guerra. Ese país aumentará su potencial como abastecedor
de crudos y refinados vía el “megaproyecto Persia meridional”,
cuyo centro está en el golfo, frente a las costas de Qatar y Bahráin.
Ese sistema viene atrayendo grandes inversiones del exterior… desde 1991/2.
“Ni siquiera una fulminante victoria de Estados Unidos en Iraq podría
devolverle a éste el papel exportador que tuvo hasta la anterior guerra
-señala la entidad- y, además, desde hace algunos meses el factor
determinante de los altos precios es Venezuela”.

La situación iraqí “es desastrosa desde los años
80 (afirma un análisis de la francesa TotalFinaElf). Una nueva guerra
sólo prolongará la crisis petrolera local y, aun en la perspectiva
más favorable, se precisarán unos US$ 50.000 millones anuales,
durante bastante tiempo, para reconstruir la economía y la industria
petrolera mesopotámicas”. Esto involucra tanto volúmenes
como calidad, que vienen declinando desde hace años en Kirkuk, la mejor
área del país, y en la mayor reserva, Rumaila. “Ni qué
hablar si, aun con una rápida victoria de la alianza anglosajona, surgen
separatismos ani fiscal”, teme la consultora estadounidense PFC Energy.

Riesgos por todos lados

Entretanto, dirigencias políticas, gobiernos y mercados insisten en
los riesgos de una aventura como la propuesta por Bush con el apoyo de Tony
Blair -quien podría perder la confianza del Parlamento-, Silvio Berlusconi
y un curioso grupo que incluye parte del ex bloque soviético. Aunque
no Rusia misma ni la Comunidad de Estados Independientes, en conjunto la mayor
zona petrolera fuera de la península arábiga.

Por un lado, mercados físicos y especulativos, consumidores y empresas
dan por seguro el ataque y, con matices, no dudan de que EE.UU. triunfará.
Por el otro, los efectos geopolíticos, económicos y financieros
generan creciente inquietud. Aun los partidarios incondicionales de la guerra
admiten que, al desencadenarse, el barril promedio pasará los US$ 40/42
en Nueva York (este mes llegó a los 37). Pero afirman, junto con el vicepresidente
Richard Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, que luego se desplomará
a menos de US$ 20. Al mismo tiempo, volverá la confianza bursátil
y de los consumidores, lo cual promoverá -en la Unión- el repunte
económico que viene demorándose desde fines de 2001.

“No será tan fácil. Los riesgos sistémicos y coyunturales,
en escala global, son hoy superiores a los de cualquier situación desde
la crisis de precios petroleros en 1973/9”. Así temen Lehman Brothers
y el economista William Nordhaus (Yale). Similar postura asumen Joseph Stiglitz,
premio Nobel, Robert Kuttner y Paul Krugman. Parte de la cuestión se
relaciona con Norcorea -una amenaza geopolítica, especialmente si golpea
a Japón- y el terrorismo islámico, que probablemente lance todo
tipo de ataques si la alianza anglosajona ocupa Bagdad por lapso prolongado.
Según temen observadores británicos, japoneses y turcos, el primer
objetivo podría ser Saudiarabia, cuya interna dinástica plantea
muchas incertidumbres. Por ello, desde mediados de febrero ese gobierno desaconseja
el ataque unilateral sobre Iraq.

El precio de una guerra

En lo tocante al “precio” de una guerra, influyen tres áreas.
En primer lugar, los costos directos. El conflicto de 1991 tomó mes y
medio e insumió poco más de US$ 80.000 millones a valores constantes.
Sobre hipótesis similares, la oficina presupuestaria del Congreso y la
comisión fiscal de los Representantes estiman alrededor de US$ 50.000
millones (0,5% del producto bruto interno en 2002), sin incluir los US$ 26.000
millones ofrecidos a Turquía como “peaje” para las fuerzas
anglosajonas.

Expertos allegados a Hacienda y Defensa creen que la suma podría llegar
a US$ 100.000 millones. Dos o tres usinas privadas afines al Pentágono
elevan la proyección a US$ 150.000 millones, cifra que también
dibujan los opositores internos y europeos a la guerra. Todos los pronósticos,
por otra parte, se centran realmente en los costos potenciales o mediatos, incluyendo
la reconstrucción de Iraq. Acá las estimaciones llegan hasta US$
600.000 millones en el decenio 2003-12. Durante este mismo lapso -si el Congreso
lo aprueba-, el segundo paquete de rebajas tributarias restará ingresos
fiscales genuinos por US$ 670.000 millones. Si, además, se interpola
el primer paquete (2001-10), en la fase yuxtapuesta (2003-10, ocho ejercicios),
el drenaje de recursos federales orillará US$ 1,35 billón.

En tercer término aparecen los “costos macroeconómicos”
(dicen Nordhaus y Stiglitz). El experto de Yale calcula US$ 100.000 millones
anuales si la guerra es rápida y exitosa o 190.000 millones -o sea, 1,9
billón en una década- si las cosas no marchan tan bien. Todas
las fuentes descuentan una victoria de EE.UU. y sólo difieren en plazo
y calidad. Pero los costos “macro” no se limitarán a la alianza
Washington-Londres e involucrarán al Grupo de los Siete (potencias económicas
o financieras) y algunos países emergentes. Si Norcorea provocase una
crisis propia, el horizonte sería catastrófico.

En el plano petrolero, por ejemplo, un informe de la Agencia Internacional de
Energía (Viena) sugiere que Irán será el beneficiario real
de la inminente guerra. Ese país aumentará su potencial como abastecedor
de crudos y refinados vía el “megaproyecto Persia meridional”,
cuyo centro está en el golfo, frente a las costas de Qatar y Bahráin.
Ese sistema viene atrayendo grandes inversiones del exterior… desde 1991/2.
“Ni siquiera una fulminante victoria de Estados Unidos en Iraq podría
devolverle a éste el papel exportador que tuvo hasta la anterior guerra
-señala la entidad- y, además, desde hace algunos meses el factor
determinante de los altos precios es Venezuela”.

La situación iraqí “es desastrosa desde los años
80 (afirma un análisis de la francesa TotalFinaElf). Una nueva guerra
sólo prolongará la crisis petrolera local y, aun en la perspectiva
más favorable, se precisarán unos US$ 50.000 millones anuales,
durante bastante tiempo, para reconstruir la economía y la industria
petrolera mesopotámicas”. Esto involucra tanto volúmenes
como calidad, que vienen declinando desde hace años en Kirkuk, la mejor
área del país, y en la mayor reserva, Rumaila. “Ni qué
hablar si, aun con una rápida victoria de la alianza anglosajona, surgen
separatismos ani fiscal”, teme la consultora estadounidense PFC Energy.

Riesgos por todos lados

Entretanto, dirigencias políticas, gobiernos y mercados insisten en
los riesgos de una aventura como la propuesta por Bush con el apoyo de Tony
Blair -quien podría perder la confianza del Parlamento-, Silvio Berlusconi
y un curioso grupo que incluye parte del ex bloque soviético. Aunque
no Rusia misma ni la Comunidad de Estados Independientes, en conjunto la mayor
zona petrolera fuera de la península arábiga.

Por un lado, mercados físicos y especulativos, consumidores y empresas
dan por seguro el ataque y, con matices, no dudan de que EE.UU. triunfará.
Por el otro, los efectos geopolíticos, económicos y financieros
generan creciente inquietud. Aun los partidarios incondicionales de la guerra
admiten que, al desencadenarse, el barril promedio pasará los US$ 40/42
en Nueva York (este mes llegó a los 37). Pero afirman, junto con el vicepresidente
Richard Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, que luego se desplomará
a menos de US$ 20. Al mismo tiempo, volverá la confianza bursátil
y de los consumidores, lo cual promoverá -en la Unión- el repunte
económico que viene demorándose desde fines de 2001.

“No será tan fácil. Los riesgos sistémicos y coyunturales,
en escala global, son hoy superiores a los de cualquier situación desde
la crisis de precios petroleros en 1973/9”. Así temen Lehman Brothers
y el economista William Nordhaus (Yale). Similar postura asumen Joseph Stiglitz,
premio Nobel, Robert Kuttner y Paul Krugman. Parte de la cuestión se
relaciona con Norcorea -una amenaza geopolítica, especialmente si golpea
a Japón- y el terrorismo islámico, que probablemente lance todo
tipo de ataques si la alianza anglosajona ocupa Bagdad por lapso prolongado.
Según temen observadores británicos, japoneses y turcos, el primer
objetivo podría ser Saudiarabia, cuya interna dinástica plantea
muchas incertidumbres. Por ello, desde mediados de febrero ese gobierno desaconseja
el ataque unilateral sobre Iraq.

El precio de una guerra

En lo tocante al “precio” de una guerra, influyen tres áreas.
En primer lugar, los costos directos. El conflicto de 1991 tomó mes y
medio e insumió poco más de US$ 80.000 millones a valores constantes.
Sobre hipótesis similares, la oficina presupuestaria del Congreso y la
comisión fiscal de los Representantes estiman alrededor de US$ 50.000
millones (0,5% del producto bruto interno en 2002), sin incluir los US$ 26.000
millones ofrecidos a Turquía como “peaje” para las fuerzas
anglosajonas.

Expertos allegados a Hacienda y Defensa creen que la suma podría llegar
a US$ 100.000 millones. Dos o tres usinas privadas afines al Pentágono
elevan la proyección a US$ 150.000 millones, cifra que también
dibujan los opositores internos y europeos a la guerra. Todos los pronósticos,
por otra parte, se centran realmente en los costos potenciales o mediatos, incluyendo
la reconstrucción de Iraq. Acá las estimaciones llegan hasta US$
600.000 millones en el decenio 2003-12. Durante este mismo lapso -si el Congreso
lo aprueba-, el segundo paquete de rebajas tributarias restará ingresos
fiscales genuinos por US$ 670.000 millones. Si, además, se interpola
el primer paquete (2001-10), en la fase yuxtapuesta (2003-10, ocho ejercicios),
el drenaje de recursos federales orillará US$ 1,35 billón.

En tercer término aparecen los “costos macroeconómicos”
(dicen Nordhaus y Stiglitz). El experto de Yale calcula US$ 100.000 millones
anuales si la guerra es rápida y exitosa o 190.000 millones -o sea, 1,9
billón en una década- si las cosas no marchan tan bien. Todas
las fuentes descuentan una victoria de EE.UU. y sólo difieren en plazo
y calidad. Pero los costos “macro” no se limitarán a la alianza
Washington-Londres e involucrarán al Grupo de los Siete (potencias económicas
o financieras) y algunos países emergentes. Si Norcorea provocase una
crisis propia, el horizonte sería catastrófico.

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