G-7 y deudores soberanos

A criterio del G-7, la volatilidad financiera es un problema igual o peor que el terrorismo. Ello se debe a que podría frenar la reactivación en Estados Unidos y la Unión Europea, golpear a bancos ya castigados por ola de quebrantos privados.

23 abril, 2002

De ahí que se haya recomendado crear un nuevo marco para ceses de pagos y quiebras de deudores soberanos, tendiente a amortiguar los efectos de crisis como la de Argentina. Dando a entender contactos informales con Crédit Suisee First Boston, Citigroup, JP Morgan Chase, Dresdner Bank y los “tres grandes” japoneses, participantes del G-7 recordaron que, ya en 1995 –reunión de Halifax, Canadá-, el grupo había lanzado el concepto de quiebra soberana.

No obstante, el antecedente inmediato es el programa impulsado por la Tesorería estadounidense (originado en trabajos de Alan Meltzer, Adam Lerrick, Charles Calomiris y Anne Krueger). Este esquema prevé “ceses de pagos acordados entre el FMI, los afectados y los bancos acreedores”, que entrañarían capitalizar deudas vía emisión de bonos. Dos elementos vinculan esta idea al título IX de la ley estadounidense de quiebras: interventores nombrados por la autoridad –el FMI-, junta de acreedores y capitalización de pasivos.

“La idea es brillante y prevendría crisis o las neutralizaría”, dijo a Bloomberg Gordon Brown, jefe de la Tesorería británica. La novedad consiste en una capitalización vía bonos y se inspira, irónicamente, en intentos de Argentina, Turquía y Rusia. “Los países sobrendeudados obtendrían fondos y los intermediarios a cargo de las colocaciones ganarían millones de dólares”, admitió ante la misma agencia gente de Citigroup, CSFB, Goldman Sachs Group y otras firmas.

Entretanto, cambia el discurso de muchos técnicos, quienes ahora advierten sobre riesgos de contagio en la región. Así acaban de hacerlo Claudio Loser y Tomás Reichmann, dos opositores a Anne Krueger en la dura interna del FMI. También Brasil y Uruguay temen ahora el “efecto argentino”.

De ahí que se haya recomendado crear un nuevo marco para ceses de pagos y quiebras de deudores soberanos, tendiente a amortiguar los efectos de crisis como la de Argentina. Dando a entender contactos informales con Crédit Suisee First Boston, Citigroup, JP Morgan Chase, Dresdner Bank y los “tres grandes” japoneses, participantes del G-7 recordaron que, ya en 1995 –reunión de Halifax, Canadá-, el grupo había lanzado el concepto de quiebra soberana.

No obstante, el antecedente inmediato es el programa impulsado por la Tesorería estadounidense (originado en trabajos de Alan Meltzer, Adam Lerrick, Charles Calomiris y Anne Krueger). Este esquema prevé “ceses de pagos acordados entre el FMI, los afectados y los bancos acreedores”, que entrañarían capitalizar deudas vía emisión de bonos. Dos elementos vinculan esta idea al título IX de la ley estadounidense de quiebras: interventores nombrados por la autoridad –el FMI-, junta de acreedores y capitalización de pasivos.

“La idea es brillante y prevendría crisis o las neutralizaría”, dijo a Bloomberg Gordon Brown, jefe de la Tesorería británica. La novedad consiste en una capitalización vía bonos y se inspira, irónicamente, en intentos de Argentina, Turquía y Rusia. “Los países sobrendeudados obtendrían fondos y los intermediarios a cargo de las colocaciones ganarían millones de dólares”, admitió ante la misma agencia gente de Citigroup, CSFB, Goldman Sachs Group y otras firmas.

Entretanto, cambia el discurso de muchos técnicos, quienes ahora advierten sobre riesgos de contagio en la región. Así acaban de hacerlo Claudio Loser y Tomás Reichmann, dos opositores a Anne Krueger en la dura interna del FMI. También Brasil y Uruguay temen ahora el “efecto argentino”.

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