Derivativos: ahora, Francia se pone a la cabeza del negocio

Resulta difícil de creer, pero París parece haberse convertido en la Meca de los derivativos, instrumentos peligrosos si los hay. Société Générale y Nicole Kaoui han desatado toda una fiebre.

22 marzo, 2006

Société Générale, un banco creado bajo Napoleón III y donde el estado francés tiene acciones, gana con las especulaciones derivadas proporcionalmente más que otras bancas líderes: US$ 2.000 millones en 2004 (estimaciones de Merrill Lynch) y quizá 10% más en 2005 (cree Morgan Stanley). “Opera masivamente, en una franja donde la escala es clave. Cuenta con profesionales y matemáticos reclutados en las mejores facultades del país”, señala un informe de ABN Amro.

Analistas independientes sospechan que, en realidad, los propios bancos promueven la fiebre derivativa en el sistema francés de enseñanza. Para ello tienen una gurú, la profesora de origen argelino Nicole Karoui, directora de posgrado en matemáticas financieras que surte de graduados a Goldman Sachs, Société Générale, JP Morgan Chase, Deutsche Bank, BNP-Paribas y otras entidades.

“Cuando estalle el próximo caso tipo Long Term Capital Management, será en París y la culpa la tendrá algún discípulo de esta dama”, advertía no hace mucho un ex director del Banco de Inglaterra. Por supuesto, Karoui no es responsable del fenómeno en sí, producto de la codicia de los bancos y sus clientes millonarios. Lo admite un trabajo de Citigroup: 30% de la facturación vía operaciones extrabursátiles de un banco representa derivados accionarios.

El total de esos contratos en el mundo, de acuerdo con el Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea), ha pasado de US$ 169,7 billones en julio de 2003 a 270,1 billones en junio de 2005. Vale decir, un avance de 59% en dos años. Para comparar, basta hacerlo con el producto bruto interno norteamericano, “apenas” 11,5 billones. Proyecciones manejadas en el Fondo Monetario Internacional señalan que, a fines de 2005, la masa volátil superaba ya los US$ 300 billones.

Por supuesto, el PBI refleja la economía física, la masa de derivados es mayormente ficticia, aire: cada dólar se multiplica hasta 40 veces vía cuberturas y las verdaderas ganadoras son las bancas intermediarias. No los fondos de riesgo, que pueden acabar como LTCM o Baring Securities. Por de pronto, Karoui –que carece de experiencia como operadora- comienza a asustarse y recomienda a alumnos o colegas “aplicar cuidadosamente” sus métodos, es decir, sus sistemas de ecuaciones. Lo más extraño del caso es que ella cobra menos de US$ 100.000 anuales, en tanto algunos de sus ex discípulos –como Antoine Paille- gana varios millones. Paille, de hecho, inventó la oficina de derivativos de Société Générale y es la estrella especulativa del momento.

Société Générale, un banco creado bajo Napoleón III y donde el estado francés tiene acciones, gana con las especulaciones derivadas proporcionalmente más que otras bancas líderes: US$ 2.000 millones en 2004 (estimaciones de Merrill Lynch) y quizá 10% más en 2005 (cree Morgan Stanley). “Opera masivamente, en una franja donde la escala es clave. Cuenta con profesionales y matemáticos reclutados en las mejores facultades del país”, señala un informe de ABN Amro.

Analistas independientes sospechan que, en realidad, los propios bancos promueven la fiebre derivativa en el sistema francés de enseñanza. Para ello tienen una gurú, la profesora de origen argelino Nicole Karoui, directora de posgrado en matemáticas financieras que surte de graduados a Goldman Sachs, Société Générale, JP Morgan Chase, Deutsche Bank, BNP-Paribas y otras entidades.

“Cuando estalle el próximo caso tipo Long Term Capital Management, será en París y la culpa la tendrá algún discípulo de esta dama”, advertía no hace mucho un ex director del Banco de Inglaterra. Por supuesto, Karoui no es responsable del fenómeno en sí, producto de la codicia de los bancos y sus clientes millonarios. Lo admite un trabajo de Citigroup: 30% de la facturación vía operaciones extrabursátiles de un banco representa derivados accionarios.

El total de esos contratos en el mundo, de acuerdo con el Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea), ha pasado de US$ 169,7 billones en julio de 2003 a 270,1 billones en junio de 2005. Vale decir, un avance de 59% en dos años. Para comparar, basta hacerlo con el producto bruto interno norteamericano, “apenas” 11,5 billones. Proyecciones manejadas en el Fondo Monetario Internacional señalan que, a fines de 2005, la masa volátil superaba ya los US$ 300 billones.

Por supuesto, el PBI refleja la economía física, la masa de derivados es mayormente ficticia, aire: cada dólar se multiplica hasta 40 veces vía cuberturas y las verdaderas ganadoras son las bancas intermediarias. No los fondos de riesgo, que pueden acabar como LTCM o Baring Securities. Por de pronto, Karoui –que carece de experiencia como operadora- comienza a asustarse y recomienda a alumnos o colegas “aplicar cuidadosamente” sus métodos, es decir, sus sistemas de ecuaciones. Lo más extraño del caso es que ella cobra menos de US$ 100.000 anuales, en tanto algunos de sus ex discípulos –como Antoine Paille- gana varios millones. Paille, de hecho, inventó la oficina de derivativos de Société Générale y es la estrella especulativa del momento.

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