Crítica a la razón pura

Los depósitos a plazo fijo superaron en agosto los $ 2.000 millones. La cantidad creció en septiembre. Y con la apertura parcial del corralón, sin histerias, la mitad de los ahorristas dejó el dinero en los bancos.

2 octubre, 2002

La utilización de servicios públicos, sin audiencias ni aumentos fijados, todavía, cayó en septiembre 2,6% con respecto a julio. La recaudación tributaria superó en el mismo mes los $ 4.300 millones, cifra que supera nominalmente en 24% a la registrada en el mismo mes del año pasado.

Por otro lado, el saldo comercial, pobre durante los ’90, alcanzó en agosto los US$ 10.959 millones, cifra que triplica a la de los primeros ocho meses de 2001, y que se ve incrementada por una caída en las importaciones que alcanza a 62%.

Si bien puede decirse que el dólar se ha movido en los últimos días, su valor no se desmadrado. Y pese al siempre demorado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que ahora se concretaría en dos tramos, de acuerdo a la fortaleza del actual y del próximo gobierno, el Banco Central ha ganado divisas en las últimas semanas, más allá de la remanida discusión de pagar o no pagar con reservas el próximo compromiso adquirido ante los organismos internacionales.

Son datos estadísticos que señalan el paso de una economía que atraviesa, también, una tibia primavera.

¿Y los vaticinios?

Mientras tanto, los depósitos a plazo fijo han ido en crecimiento, a punto tal que ascendieron a algo más de $ 2.000 millones en agosto, cifra que se acentuó en septiembre, ya que las entidades sumaron algo más de $ 700 millones.

Los depósitos crecieron, algo que no muchos esperaban, a diez meses del 30 de noviembre de 2001, día en que comenzó a funcionar el corralito financiero y a caer el Gobierno de Fernando de la Rúa.

A esto se le suma el inicio de un nuevo capítulo en la pugna entre el sector financiero y los ahorristas, que parece un tanto más prometedor que los anteriores. El martes 1° los bancos comenzaron a liberar hasta $10.000 de los ahorros atrapados.

El economista Javier González Fraga dijo a MERCADO en los primeros tumultuosos meses del año que el corralito debía abrirse inmediatamente. Al mismo tiempo, es imposible de soslayar el comentario de no pocos técnicos acerca de la escalada del dólar y la inflación si es que se liberaba el dinero acorralado.

En medio de las distintas opiniones, vale decir que en el primer día de devolución, 50% de los ahorristas que llego a los bancos retiró su dinero. Que la otra mitad abrió un plazo fijo o una cuenta a la vista. Que casi hubo una desesperada histeria de ciudadanos abalanzándose sobre los cajeros y que el dólar no registró alzas descontroladas, por lo menos hasta el miércoles.

Se habla del miedo a la inseguridad y de las atractivas tasas que los bancos ofrecen. Pero, como suele suceder, hay interrogantes económicos que no pueden explicarse por medio de la racionalidad. Vale un ejemplo.

En 1999, un actual precandidato presidencial le dijo a este cronista que la Argentina había soportado en 1997 tres embates que podían haber hecho tambalear su vigente Plan de Convertibilidad: el cierre del crédito, la caída del precio de los commodities y el contagio de la crisis asiática. El hoy político no tenía herramientas teóricas para explicarse por qué la economía había resistido en aquellos días. “Fue un milagro”, dijo entonces.

Tal vez exageraba Y su poco ortodoxo diagnóstico no encajaba en la frialdad de los cálculos y las cifras.
Con otra óptica, también algo alejada de la matemática financiera y más cercana a la crítica a la razón pura, el ex presidente del Banco Central, Mario Blejer, explicó hace pocos días a MERCADO las razones del aumento de los depósitos, con una frase que también puede utilizarse en referencia a la renovación de plazos fijos y la falta de histeria.

“Los bancos están ofreciendo rendimientos atractivos”, señaló Blejer. Y agregó que la gente “también cree que todos los desastres que se podían hacer se han hecho”.

El pensamiento de la gente, según Blejer, riñe con estimaciones y pronósticos plenos en álgebra. Y permite citar un lugar común, que puede parafrasearse: la economía, como el corazón, “tiene razones, que la razón no entiende”.

La utilización de servicios públicos, sin audiencias ni aumentos fijados, todavía, cayó en septiembre 2,6% con respecto a julio. La recaudación tributaria superó en el mismo mes los $ 4.300 millones, cifra que supera nominalmente en 24% a la registrada en el mismo mes del año pasado.

Por otro lado, el saldo comercial, pobre durante los ’90, alcanzó en agosto los US$ 10.959 millones, cifra que triplica a la de los primeros ocho meses de 2001, y que se ve incrementada por una caída en las importaciones que alcanza a 62%.

Si bien puede decirse que el dólar se ha movido en los últimos días, su valor no se desmadrado. Y pese al siempre demorado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que ahora se concretaría en dos tramos, de acuerdo a la fortaleza del actual y del próximo gobierno, el Banco Central ha ganado divisas en las últimas semanas, más allá de la remanida discusión de pagar o no pagar con reservas el próximo compromiso adquirido ante los organismos internacionales.

Son datos estadísticos que señalan el paso de una economía que atraviesa, también, una tibia primavera.

¿Y los vaticinios?

Mientras tanto, los depósitos a plazo fijo han ido en crecimiento, a punto tal que ascendieron a algo más de $ 2.000 millones en agosto, cifra que se acentuó en septiembre, ya que las entidades sumaron algo más de $ 700 millones.

Los depósitos crecieron, algo que no muchos esperaban, a diez meses del 30 de noviembre de 2001, día en que comenzó a funcionar el corralito financiero y a caer el Gobierno de Fernando de la Rúa.

A esto se le suma el inicio de un nuevo capítulo en la pugna entre el sector financiero y los ahorristas, que parece un tanto más prometedor que los anteriores. El martes 1° los bancos comenzaron a liberar hasta $10.000 de los ahorros atrapados.

El economista Javier González Fraga dijo a MERCADO en los primeros tumultuosos meses del año que el corralito debía abrirse inmediatamente. Al mismo tiempo, es imposible de soslayar el comentario de no pocos técnicos acerca de la escalada del dólar y la inflación si es que se liberaba el dinero acorralado.

En medio de las distintas opiniones, vale decir que en el primer día de devolución, 50% de los ahorristas que llego a los bancos retiró su dinero. Que la otra mitad abrió un plazo fijo o una cuenta a la vista. Que casi hubo una desesperada histeria de ciudadanos abalanzándose sobre los cajeros y que el dólar no registró alzas descontroladas, por lo menos hasta el miércoles.

Se habla del miedo a la inseguridad y de las atractivas tasas que los bancos ofrecen. Pero, como suele suceder, hay interrogantes económicos que no pueden explicarse por medio de la racionalidad. Vale un ejemplo.

En 1999, un actual precandidato presidencial le dijo a este cronista que la Argentina había soportado en 1997 tres embates que podían haber hecho tambalear su vigente Plan de Convertibilidad: el cierre del crédito, la caída del precio de los commodities y el contagio de la crisis asiática. El hoy político no tenía herramientas teóricas para explicarse por qué la economía había resistido en aquellos días. “Fue un milagro”, dijo entonces.

Tal vez exageraba Y su poco ortodoxo diagnóstico no encajaba en la frialdad de los cálculos y las cifras.
Con otra óptica, también algo alejada de la matemática financiera y más cercana a la crítica a la razón pura, el ex presidente del Banco Central, Mario Blejer, explicó hace pocos días a MERCADO las razones del aumento de los depósitos, con una frase que también puede utilizarse en referencia a la renovación de plazos fijos y la falta de histeria.

“Los bancos están ofreciendo rendimientos atractivos”, señaló Blejer. Y agregó que la gente “también cree que todos los desastres que se podían hacer se han hecho”.

El pensamiento de la gente, según Blejer, riñe con estimaciones y pronósticos plenos en álgebra. Y permite citar un lugar común, que puede parafrasearse: la economía, como el corazón, “tiene razones, que la razón no entiende”.

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