Canje: Avanza en Alemania. Nielsen replica a bancos en Italia

Mientras la aceptación alemana pasaba 50%, Nielsen acusaba a bancas en Italia. “El GCAB es un sello y nunca pudo probar qué representa”, reiteró. El Wall Street Journal criticó la estrategia, pero admitió que el canje podría alcanzar 70%.

18 enero, 2005

Guillermo Nielsen, subsecretario de Finanzas, no se privó de repetir algo que poquísimos medios venían diciendo hace meses: el llamado “comité global de tenedores de bonos argentinos” (GCAB en sus equívocas siglas inglesas) todavía no difunde la lista de esos presuntos bonistas y sus acreencias. En realidad, es un cabildeo de fondos buitres, abogados y alguna banca. Por otra parte, vive nuevamente una crisis interna, por lo cual el residente suizo Nicola Stock se presenta ahora como jefe de una curiosa “task force Italia”.

En tanto la presentación en Francfort obtenía poco más de 50% de aceptación el primer día (lunes), avanzaban negociaciones para hacer escala en Tokio. “La propuesta no será modificada”, insistió Nielsen en Roma. Algunos bonistas llegaron a pedir que el gobierno de Silvio Berlusconi –ya bastante sesgado en favor de Stock, su grupo y curiosas “asociaciones de consumidores” representadas por abogados- iniciara presiones diplomáticas. Pero observadores europeos creen que una cantidad de pequeños rentistas habrán aceptando, para no quedarse fuera del canje.

En cuanto al Wall Street Journal, un artículo circulante este fin de semana –lo suscribe una ex operadora de una firma de valores local- esgrime un dato poco habitual en ese periódico (la interna justicialista entre Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde y Felipe Solá) para calificar de “caos” al país. Su fuente dista de imparcial: es Guillermo Mondino, ex funcionario de Domingo F. Cavallo, responsable real del enorme endeudamiento argentino, hoy millonario.

Sin embargo, el mismo texto incluye una apreciación positiva del canje (Barnardo Macedo, consultor financiero). Al día siguiente, sábado, Henrique Meirelles –presidente del banco central brasileño, un ortodoxo- y Paulo Nogueira (Fundación Getúlio Vargas), un estructuralista, salieron en apoyo. A juicio del primero, “la solución de los problemas argentinos con la deuda será positiva para nosotros”. Nogueira cree que “Roberto Lavagna demostró habilidad y firmeza en todo el proceso”.

Exactamente el motivo por el cual el WSJ lo ataca. En verdad, lo hace tomando argumentos de Domenico Siniscalco -ministro italiano de Economía- y Stock, quienes afirmaron que “no hubo negociación de buena fe”. Al borde de un conflicto, el canciller Franco Fini hizo a Siniscalco desdecirse parcialmente.

El tono bélico del ministro –hombre de Forza Italia- y el lugar donde lo usó planteaban una delicada situación entre ambos países. “Pocas veces un gobierno italiano actuó en el pasado de modo tan firme en diversas sedes internacionales”, agregó Siniscalco. En otros términos, estaba comprometiendo con su actitud –quizá no desinteresada, habida cuenta de la crisis que azota a la coalición derechista en el poder- a los poderes ejecutivo y legislativo. Horas después, un comunicado de Siniscalco atenuaba ciertos excesos y, de paso, recalcaba la responsabilidad de los bancos y agentes de valores que vendieron bonos argentinos sabiendo que eran chatarra.

Por su parte, Nielsen señalaba: “Hay graves culpas de los bancos, que colocaron papeles por US$14.000 millones entre 400.000 ahorristas, sin explicarles la situación financiera argentina a partir de 1998”. Al mismo tiempo, garantizó que los ahorristas que entren ahora mantendrán la cláusula del acreedor más favorecido. Por supuesto, dos destinatarios del mensaje eran Siniscalco y Stock, a cuyo criterio “la oferta de canje es unilateral e inaceptable, casi una estafa”.

La situación de Stock no es fácil, tras comparecer el miércoles ante el parlamento italiano. Ocurre que algunos grupos independientes de ahorristas, cinco jueces y varios legisladores exigen que se hagan responsables los intermediarios que colocaban entre público lego papeles (1999 a 2001) cuando la Argentina ya era potencialmente insolvente. Hace algunos días, alguien le preguntó a Hans Humes por qué no litigaban también contra Cavallo -cerebro de la convertibilidad y el pesado endeudamiento resultante- o contra el FMI, que le permitía maquillar cuentas fiscales.

Los intermediarios sabían eso pero –junto con el Fondo y las calificadoras de riesgo- silenciaban el hecho, quizá suponiendo que las cosas no llegarían al cese unilateral de pagos. Ahora, Stock reconoce que su objeto real no es rechazar el canje, sino obligar al gobierno argentino a modificar la oferta. En especial, busca un lapso menor para el reembolso, confesó ante preguntas de diputados escépticos. Pero sus vínculos poco claros con Siniscalco lo colocan en un berenjenal político.

Guillermo Nielsen, subsecretario de Finanzas, no se privó de repetir algo que poquísimos medios venían diciendo hace meses: el llamado “comité global de tenedores de bonos argentinos” (GCAB en sus equívocas siglas inglesas) todavía no difunde la lista de esos presuntos bonistas y sus acreencias. En realidad, es un cabildeo de fondos buitres, abogados y alguna banca. Por otra parte, vive nuevamente una crisis interna, por lo cual el residente suizo Nicola Stock se presenta ahora como jefe de una curiosa “task force Italia”.

En tanto la presentación en Francfort obtenía poco más de 50% de aceptación el primer día (lunes), avanzaban negociaciones para hacer escala en Tokio. “La propuesta no será modificada”, insistió Nielsen en Roma. Algunos bonistas llegaron a pedir que el gobierno de Silvio Berlusconi –ya bastante sesgado en favor de Stock, su grupo y curiosas “asociaciones de consumidores” representadas por abogados- iniciara presiones diplomáticas. Pero observadores europeos creen que una cantidad de pequeños rentistas habrán aceptando, para no quedarse fuera del canje.

En cuanto al Wall Street Journal, un artículo circulante este fin de semana –lo suscribe una ex operadora de una firma de valores local- esgrime un dato poco habitual en ese periódico (la interna justicialista entre Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde y Felipe Solá) para calificar de “caos” al país. Su fuente dista de imparcial: es Guillermo Mondino, ex funcionario de Domingo F. Cavallo, responsable real del enorme endeudamiento argentino, hoy millonario.

Sin embargo, el mismo texto incluye una apreciación positiva del canje (Barnardo Macedo, consultor financiero). Al día siguiente, sábado, Henrique Meirelles –presidente del banco central brasileño, un ortodoxo- y Paulo Nogueira (Fundación Getúlio Vargas), un estructuralista, salieron en apoyo. A juicio del primero, “la solución de los problemas argentinos con la deuda será positiva para nosotros”. Nogueira cree que “Roberto Lavagna demostró habilidad y firmeza en todo el proceso”.

Exactamente el motivo por el cual el WSJ lo ataca. En verdad, lo hace tomando argumentos de Domenico Siniscalco -ministro italiano de Economía- y Stock, quienes afirmaron que “no hubo negociación de buena fe”. Al borde de un conflicto, el canciller Franco Fini hizo a Siniscalco desdecirse parcialmente.

El tono bélico del ministro –hombre de Forza Italia- y el lugar donde lo usó planteaban una delicada situación entre ambos países. “Pocas veces un gobierno italiano actuó en el pasado de modo tan firme en diversas sedes internacionales”, agregó Siniscalco. En otros términos, estaba comprometiendo con su actitud –quizá no desinteresada, habida cuenta de la crisis que azota a la coalición derechista en el poder- a los poderes ejecutivo y legislativo. Horas después, un comunicado de Siniscalco atenuaba ciertos excesos y, de paso, recalcaba la responsabilidad de los bancos y agentes de valores que vendieron bonos argentinos sabiendo que eran chatarra.

Por su parte, Nielsen señalaba: “Hay graves culpas de los bancos, que colocaron papeles por US$14.000 millones entre 400.000 ahorristas, sin explicarles la situación financiera argentina a partir de 1998”. Al mismo tiempo, garantizó que los ahorristas que entren ahora mantendrán la cláusula del acreedor más favorecido. Por supuesto, dos destinatarios del mensaje eran Siniscalco y Stock, a cuyo criterio “la oferta de canje es unilateral e inaceptable, casi una estafa”.

La situación de Stock no es fácil, tras comparecer el miércoles ante el parlamento italiano. Ocurre que algunos grupos independientes de ahorristas, cinco jueces y varios legisladores exigen que se hagan responsables los intermediarios que colocaban entre público lego papeles (1999 a 2001) cuando la Argentina ya era potencialmente insolvente. Hace algunos días, alguien le preguntó a Hans Humes por qué no litigaban también contra Cavallo -cerebro de la convertibilidad y el pesado endeudamiento resultante- o contra el FMI, que le permitía maquillar cuentas fiscales.

Los intermediarios sabían eso pero –junto con el Fondo y las calificadoras de riesgo- silenciaban el hecho, quizá suponiendo que las cosas no llegarían al cese unilateral de pagos. Ahora, Stock reconoce que su objeto real no es rechazar el canje, sino obligar al gobierno argentino a modificar la oferta. En especial, busca un lapso menor para el reembolso, confesó ante preguntas de diputados escépticos. Pero sus vínculos poco claros con Siniscalco lo colocan en un berenjenal político.

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