Brasil: el FMI debe apoyarlo en serio, pero dentro de la ortodoxia

“Los precios de deudas soberanas pueden ser engañosos para bancas, técnicos y funcionarios. Tal vez así ocurra ya con los bonos brasileños y argentinos. Por ende, el FMI debiera ser más proactivo”

20 agosto, 2003

Así sostiene Desmond Lachman, gestor del American Enterprise Institute,
en su columna del "Financial Times". Al respecto, recuerda que "el
auge especulativo de bonos rusos, en la primera mitad de 1998 -mientras seguía
la crisis financiera sistémica iniciada meses antes en el sudeste asiático-
provocó un colapso de la deuda soberana, en agosto de ese año".
Tangencialmente, el experto no excluye nuevas turbulencias en los mercados mundiales.

Más cerca en tiempo y lugar, "la sorpresiva firmeza de los bonos externos
argentinos, hasta mediados de 2001, precedió el cese de pagos y la peor
crisis vivida en ese país". El Fondo Monetario Internacional y otras
instancias "no supieron diagnosticar esos desastres ni otros".

A juicio del analista financiero "algo similar parece suceder hoy con Brasil.
Pese a una serie de datos económicos preocupantes, su deuda viene recobrando
paridad desde noviembre: de 46 centavos por cada dólar nominal hasta 87,
tomando los bonos C". En igual lapso, el dólar cedió de R 4
a menos de R 3.

Por consiguiente, el gobierno de Luiz Inácio (Lula) da Silva y el FMI consideran
factible renovar el acuerdo contingente que expira a fin de año. "Es
tentador atribuir ambos síntomas a políticas económicas muy
diferentes al discurso electoral, que tanto asustaba a los banqueros".

Lachman sospecha que ambos fenómenos reflejan, en realidad, "una mejora
en las condiciones monetarias mundiales. Desde diciembre, la cotización
de deudas soberanas viene recobrándose, aun para países tan endebles
como Ecuador, Nigeria, Turquía o Venezuela; y hasta en Argentina, en cese
parcial de pagos".

En realidad, "el mercado hace lo mismo que en EE.UU.: buscar papeles de renta
fija mínima con atractivas tasas de retorno". Por supuesto, el experto
aplaude "la inesperada ortodoxia macroeconómica y fiscal de Lula",
sin parar mientes en costos políticos y sociales. Especialmente cuando
elogia las reformas jubilatorias.

Sin embargo, "la deuda pública brasileña continúa mal
estructurada y muy vulnerable a vaivenes financieros globales. Equivalente a 55%
del producto bruto interno, su monto no es particularmente alto, pero la mitad
está ligada a la tasa referencial (24-72 horas) que maneja el Banco Central,
y 30% a la paridad cambiaria".

En general, los estudios sobre sustentabilidad de esa estructura recomiendan que
el PBI crezca a por lo menos 4% anual -en valores constantes-, para escapar de
la doble trampa. Pero "esto es difícil (explica Lachman), pues banqueros
y inversores no parecen convencidos de que el gobierno mantenga la ortodoxia monetaria".

O sea, que Brasil siga en un contexto de crédito muy caro. Como el propio
analista admite, "esta política lleva la economía nuevamente
a la recesión. Para todo 2003, en efecto, no se espera que el PBI avance
a más de 1% anual ni pase de 3% en 2004".

Claramente, Lachman teme que el BCB no rebaje las tasas a menos de 15/18%, por
lo cual seguirán superiores a 23%, es decir demasiado altas. Ahí
surge la advertencia al FMI, que "debe apoyan en serio a Brasil y otros países,
en caso de nuevas turbulencias globales".

El Fondo ha comprometido ya casi US$ 30.000 millones en Brasil "y uno entiende
su renuencia a aportar más. Aunque haya arriesgado casi US$ 50.000 millones
en México (1995), Rusia (1998) o Turquía (1997 a 2002). Pero es
una actitud miope y peligrosa: Brasil podría convertirse en otra Rusia
u otra Turquía y no reembolsar la asistencia del FMI".

En los papeles, Brasil debiera repagar al Fondo unos US$ 6.000 millones en 2004
e igual en 2005. Un nuevo acuerdo a dos años tiene que tener presente ese
monto, asegurándose que no aumente el riesgo neto para el prestamista.
"La única opción racional es promover una expansión
en la economía", concluye el columnista, aunque sin explicar cómo
encaja eso en la ortodoxia monetarista que atribuye a Lula.

Así sostiene Desmond Lachman, gestor del American Enterprise Institute,
en su columna del "Financial Times". Al respecto, recuerda que "el
auge especulativo de bonos rusos, en la primera mitad de 1998 -mientras seguía
la crisis financiera sistémica iniciada meses antes en el sudeste asiático-
provocó un colapso de la deuda soberana, en agosto de ese año".
Tangencialmente, el experto no excluye nuevas turbulencias en los mercados mundiales.

Más cerca en tiempo y lugar, "la sorpresiva firmeza de los bonos externos
argentinos, hasta mediados de 2001, precedió el cese de pagos y la peor
crisis vivida en ese país". El Fondo Monetario Internacional y otras
instancias "no supieron diagnosticar esos desastres ni otros".

A juicio del analista financiero "algo similar parece suceder hoy con Brasil.
Pese a una serie de datos económicos preocupantes, su deuda viene recobrando
paridad desde noviembre: de 46 centavos por cada dólar nominal hasta 87,
tomando los bonos C". En igual lapso, el dólar cedió de R 4
a menos de R 3.

Por consiguiente, el gobierno de Luiz Inácio (Lula) da Silva y el FMI consideran
factible renovar el acuerdo contingente que expira a fin de año. "Es
tentador atribuir ambos síntomas a políticas económicas muy
diferentes al discurso electoral, que tanto asustaba a los banqueros".

Lachman sospecha que ambos fenómenos reflejan, en realidad, "una mejora
en las condiciones monetarias mundiales. Desde diciembre, la cotización
de deudas soberanas viene recobrándose, aun para países tan endebles
como Ecuador, Nigeria, Turquía o Venezuela; y hasta en Argentina, en cese
parcial de pagos".

En realidad, "el mercado hace lo mismo que en EE.UU.: buscar papeles de renta
fija mínima con atractivas tasas de retorno". Por supuesto, el experto
aplaude "la inesperada ortodoxia macroeconómica y fiscal de Lula",
sin parar mientes en costos políticos y sociales. Especialmente cuando
elogia las reformas jubilatorias.

Sin embargo, "la deuda pública brasileña continúa mal
estructurada y muy vulnerable a vaivenes financieros globales. Equivalente a 55%
del producto bruto interno, su monto no es particularmente alto, pero la mitad
está ligada a la tasa referencial (24-72 horas) que maneja el Banco Central,
y 30% a la paridad cambiaria".

En general, los estudios sobre sustentabilidad de esa estructura recomiendan que
el PBI crezca a por lo menos 4% anual -en valores constantes-, para escapar de
la doble trampa. Pero "esto es difícil (explica Lachman), pues banqueros
y inversores no parecen convencidos de que el gobierno mantenga la ortodoxia monetaria".

O sea, que Brasil siga en un contexto de crédito muy caro. Como el propio
analista admite, "esta política lleva la economía nuevamente
a la recesión. Para todo 2003, en efecto, no se espera que el PBI avance
a más de 1% anual ni pase de 3% en 2004".

Claramente, Lachman teme que el BCB no rebaje las tasas a menos de 15/18%, por
lo cual seguirán superiores a 23%, es decir demasiado altas. Ahí
surge la advertencia al FMI, que "debe apoyan en serio a Brasil y otros países,
en caso de nuevas turbulencias globales".

El Fondo ha comprometido ya casi US$ 30.000 millones en Brasil "y uno entiende
su renuencia a aportar más. Aunque haya arriesgado casi US$ 50.000 millones
en México (1995), Rusia (1998) o Turquía (1997 a 2002). Pero es
una actitud miope y peligrosa: Brasil podría convertirse en otra Rusia
u otra Turquía y no reembolsar la asistencia del FMI".

En los papeles, Brasil debiera repagar al Fondo unos US$ 6.000 millones en 2004
e igual en 2005. Un nuevo acuerdo a dos años tiene que tener presente ese
monto, asegurándose que no aumente el riesgo neto para el prestamista.
"La única opción racional es promover una expansión
en la economía", concluye el columnista, aunque sin explicar cómo
encaja eso en la ortodoxia monetarista que atribuye a Lula.

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