Banquero árabe denuncia una campaña hostil de Washington

El jeque Saleh Kamel (Bahráin) denunció una campaña contra la banca islámica de beneficencia y la atribuye a Washington. Por su parte, George W. Bush encomendó a Henry Kissinger una investigación independiente sobre los hechos del 11 de septiembre.

29 noviembre, 2002

Kamel preside el Dallah al-Baraka Group, un holding financiero instalado
en Manama, y se suma a la polémica sobre un eventual desvío de fondos
caritativos a dos de los terroristas partícipes de los ataques de 2001
contra Manhattan y el Pentágono. También ayer, Bush pidió
al ex secretario de Estado Henry Kissinger una investigación independiente
sobre esos hechos, en parte para amortiguar la pésima impresión
internacional causada por actitudes del propio equipo presidencial respecto de
Saudiarabia.

Una de las claves del debate es la zakat, limosna o diezmo obligatorio de todo
musulmán, establecida en la ley. Ocurre que una acción quizá
descuidada de la esposa del embajador saudí en Washington hizo llegar dinero
a gente de Al Qa´eda involucrada en esos y otros atentados.

A juicio del jeque y banquero Kamel, “las contribuciones caritativas pueden
acumular enormes sumas, pero responden a un mandamiento islámico tan importante
como ayunar en Ramadán o peregrinar a La Meca. Es indigna esta cruzada
occidental contra una institución musualmana”. Kamel es un multimillonario
sirio de 70 años, muy allegado al régimen saudí. Ha levantado
un imperio mediático y financiero a partir de una pequeña firma
de mantenimiento aeroportuario fundada en Saudiarabia.

El grupo al Baraka ofrece una amplia gama de instrumentos y productos financieros
adaptados a las normas del Corán. Por tanto, esa banca no invierte en sociedades
agropecuarias (explotan cerdos), entretenimientos (casinos, música profana),
TV por cable (pornografía) ni industrias vitivinícolas o licoreras.
Tampoco puede cobrar intereses ni tener bonos que los paguen y su fuente de recursos
es 2,5% sobre los depósitos de los clientes, que le entidad percibe como
zakat. A su vez, el grupo deriva ese diezmo a organizaciones caritativas.

En dos ocasiones, al-Baraka y Kamel fueron tratados como enemigos públicos
por Estados Unidos. Tras los ataques de septiembre 2001, el FBI la confundió
con el banco somalí al-Barakat -de hecho, son formas de la misma palabra
árabe, equivalente al hebreo b´rajá, bendición-, ligado a
Al Qa´eda. En agosto pasado, parientes de víctimas de los atentados radicaron
demandas contra una filial del grupo, Al-Baraka Investment & Development
(ABID), con sede en Saudiarabia y agencias en 27 países, q ue maneja
una cartera de US$ 4.000 millones.

Un tercer brazo del jeque, Al-Baraka Islamic Bank, opera desde Sudán hasta
Malasia, incluyendo Irán, Pakistán, Afganistán, etc. Esta
entidad no suele publicar balances, pero algunos analistas europeos estiman que
maneja una cartera por alrededor de US$ 75.000 millones.

Kamel preside el Dallah al-Baraka Group, un holding financiero instalado
en Manama, y se suma a la polémica sobre un eventual desvío de fondos
caritativos a dos de los terroristas partícipes de los ataques de 2001
contra Manhattan y el Pentágono. También ayer, Bush pidió
al ex secretario de Estado Henry Kissinger una investigación independiente
sobre esos hechos, en parte para amortiguar la pésima impresión
internacional causada por actitudes del propio equipo presidencial respecto de
Saudiarabia.

Una de las claves del debate es la zakat, limosna o diezmo obligatorio de todo
musulmán, establecida en la ley. Ocurre que una acción quizá
descuidada de la esposa del embajador saudí en Washington hizo llegar dinero
a gente de Al Qa´eda involucrada en esos y otros atentados.

A juicio del jeque y banquero Kamel, “las contribuciones caritativas pueden
acumular enormes sumas, pero responden a un mandamiento islámico tan importante
como ayunar en Ramadán o peregrinar a La Meca. Es indigna esta cruzada
occidental contra una institución musualmana”. Kamel es un multimillonario
sirio de 70 años, muy allegado al régimen saudí. Ha levantado
un imperio mediático y financiero a partir de una pequeña firma
de mantenimiento aeroportuario fundada en Saudiarabia.

El grupo al Baraka ofrece una amplia gama de instrumentos y productos financieros
adaptados a las normas del Corán. Por tanto, esa banca no invierte en sociedades
agropecuarias (explotan cerdos), entretenimientos (casinos, música profana),
TV por cable (pornografía) ni industrias vitivinícolas o licoreras.
Tampoco puede cobrar intereses ni tener bonos que los paguen y su fuente de recursos
es 2,5% sobre los depósitos de los clientes, que le entidad percibe como
zakat. A su vez, el grupo deriva ese diezmo a organizaciones caritativas.

En dos ocasiones, al-Baraka y Kamel fueron tratados como enemigos públicos
por Estados Unidos. Tras los ataques de septiembre 2001, el FBI la confundió
con el banco somalí al-Barakat -de hecho, son formas de la misma palabra
árabe, equivalente al hebreo b´rajá, bendición-, ligado a
Al Qa´eda. En agosto pasado, parientes de víctimas de los atentados radicaron
demandas contra una filial del grupo, Al-Baraka Investment & Development
(ABID), con sede en Saudiarabia y agencias en 27 países, q ue maneja
una cartera de US$ 4.000 millones.

Un tercer brazo del jeque, Al-Baraka Islamic Bank, opera desde Sudán hasta
Malasia, incluyendo Irán, Pakistán, Afganistán, etc. Esta
entidad no suele publicar balances, pero algunos analistas europeos estiman que
maneja una cartera por alrededor de US$ 75.000 millones.

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