Por Ludmila Frate (*)
El recorrido de la ciencia en Argentina país surgió de manera temprana y con grandes logros gracias a los Premios Nobel Houssay, Leloir y Milstein.
Desde los inicios, se desarrollaron capacidades científicas y tecnológicas en diversas áreas como biología, química, matemática, ciencias agrarias, veterinarias, y otras que fueron un excelente punto de partida de los desarrollos biotecnológicos actuales. Al presente, el sistema científico comprende más de veinte mil científicos y becarios trabajando en los 249 institutos de investigación a lo largo del todo el país.
Por su parte, las empresas biotecnológicas también se desarrollaron prematuramente en nuestro país. Los primeros avances comerciales exitosos se remontan a la década de los años 80 con un ligero destiempo con respecto de lo ocurrido internacionalmente. La última Encuesta Nacional de Empresas Biotecnológicas registro 201 compañías, de las cuales 43 se dedican al área de salud humana. En materia de biotecnología y, en particular en la industria farmacéutica, la industria nacional ocupa un lugar de preferencia en el mercado. Siete de las diez primeras firmas son argentinas, y 60 % del valor de mercado es vendido por laboratorios argentinos.
En un ecosistema con una plataforma científica significativa y una industria nacional pujante, la innovación sigue siendo un desafío. Los proyectos de innovación demandan grandes inversiones y un alto riesgo. El desarrollo de un producto biológico requiere entre 10 y 15 años, desde las fases de investigación y desarrollo, análisis pre-clínicos en modelos animales, fases clínicas para asegurar su seguridad y eficacia y el registro, producción, y fármaco-vigilancia. A esto se suma una tasa de éxitos extremadamente baja que ronda entre 6 y 8 %. Esta situación enfatiza la necesidad de extender la base de proyectos de innovación para que finalmente, al término del recorrido, queden unos pocos proyectos con viabilidad comercial.
Sinergia para la innovación
La sinergia entre los diferentes actores que operan en el proceso de desarrollo de un medicamento biológico es fundamental para la obtención del éxito en el mercado, es decir, innovación.
El modelo de innovación abierta implica identificar y vincular aquellos grupos de investigación que trabajan en línea con los objetivos comerciales de las empresas y, a partir de allí, establecer lazos de colaboración conjunta. Esto permite que el área de I+D, asentado en institutos y centros científicos de nuestros sistema nacional de investigación, se sigan perfeccionado y generando ciencia de valor agregado, aportando su conocimiento, creatividad y resolución de problemas al sector industrial. Y, por su parte que el sector industrial pueda vehiculizar estos conocimientos y acompañarlos en el desarrollo del producto o servicio afianzando su competitividad y posicionamiento en el mercado.
Esta estrategia deber ser acompañadas además, por el Estado, proporcionando políticas públicas que favorecen un ecosistema colaborativos y generando herramientas que estimulan la inversión y la protección de la propiedad intelectual.
La inversión y las herramientas de financiación, ya sea con recursos propios o a través de fondos, es el otro componente fundamental para potenciar los esfuerzos de innovación en este campo que es un catalizador clave del desarrollo de un país.
Los espacios de encuentro, donde convergen los diferentes actores son esenciales para identificar y para poner en común cuáles son las fortalezas y debilidades de cada sector buscando las formas de complementación entre las partes con el fin de un objetivo en común. El desarrollo de productos y servicios que devengan en soluciones para la sociedad es un gran desafío de todos, donde se debe vincular para ganar.
(*) Líder de Desarrollo de Negocios de Sinergium Biotech compañía biofarmacéutica argentina con proyectos con Grupo Insud, Novartis, Pfizer y Protein Sciences, entre otros.
