El acero está por todas partes: edificios, puentes, autos, barcos, fusiles y lavarropas. Todo eso y mucho más tiene acero en su constitución. Como insumo clave para la ingeniería y la construcción es el metal más usado del planeta y se ubica en la base misma de la economía industrial moderna. Desde que el inglés Henry Bessemer inventó en los años 1850 un método barato para producir masivamente una aleación de hierro creció la industria que hoy genera US$ 2.500 billones y emplea a millones de personas en todo el mundo.
Pero en la actualidad la crisis del clima ha hecho que también aumente el escrutinio al acero. La manera dominante de fundir hierro libera a la atmósfera enormes cantidades de dióxido de carbono, el elemento que más contribuye al calentamiento global. El sector hierro y acero representa 7-9% de todas las emisiones directas de combustibles fósiles.
Para poder cumplir con las metas energéticas y de clima global las emisiones de la industria siderúrgica deben caer por lo menos a la mitad para mediados de este siglo, según la International Energy Agency.
Algunas de las mayores siderúrgicas del mundo, como ArcelorMittal, Thyssenkrupp y Baowu Group ya se encuentran en diversas etapas de conversión.Muchas ya han anunciado metas para las llamadas “emisiones cero”.
Los planes más ambiciosos implican apartarse de un principio para convertir la roca en metal descubierto en la Edad de Hierro para utilizar el hidrógeno “limpio” como energía alternativa. Pero transformar una industria inmensa y monolítica será una tarea ímproba. El principal obstáculo es el nivel de inversión que hace falta. ArcelorMittal, la mayor siderúrgica de Europa calcula que descarbonizar sus instalaciones en el continente para cumplir con los requisitos de emisiones fijados por la Unión Europea costará entre € 15.000 y 50.000 millones. Las tecnologías necesarias para lograr esa transformación aumentarán el costo del acero y los clientes van a tener que estar dispuestos a pagarlo.