viernes, 22 de noviembre de 2024

Una crisis cultural replicada en el cine

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Que el estreno de la película “El robo del siglo” haya sido exitoso, no es una mera casualidad

Está directamente relacionado con un concepto cultural que adopta la mayoría de los argentinos. Para los amantes del cine, las películas no son una mera ficción, sino que se transforman en una historia verdadera y muchas veces salpicada por apreciaciones o vivencias personales.

 

Hay una famosa frase en el ambiente que dice algo así como “no son películas, son vida”, dando a entender lo importante y revelador que puede ser una simple película para algunos. De hecho, el famoso director de Hollywood, Martin Scorsese, en reiteradas oportunidades, ha enunciado su famosa frase “las películas tocan nuestros corazones, despiertan nuestra visión y cambian nuestra forma de ver las cosas. Nos llevan a otros lugares, nos abren las puertas y las mentes. Las películas son los recuerdos de nuestras vidas.”.

Todo cinéfilo entiende esto a la perfección, no es algo alejado de su realidad y lo vive en carne propia cada vez que entra a una sala de cine.

Esta experiencia no escapa a los espectadores y cinéfilos argentinos; no es un privilegio hollywoodense solamente, por suerte. Miles de salas de cine en todo el país que se llenan cada fin de semana dan prueba de ello, siendo todavía, al día de hoy, una de las principales salidas de fin de semana para muchos argentinos.

En todo este mundo de cultura y expresión, no quedan excluidas las películas de origen nacional, muchas veces criticadas y no valoradas, en gran cantidad de veces por su comparación constante con Hollywood, tomada como el campeonato de primera del ambiente, si lo relacionamos con el apasionado fútbol que se vive en el país.

De tanto en tanto aparecen películas argentinas que rompen con esos prejuicios y logran atraer en masa al espectador, pareciendo, en los últimos tiempos, ser la mayoría de ellas del género drama, thriller policial y tener destellos de comedia.

Tras el reciente estreno de la película “El robo del siglo”, dirigida por Ariel Winograb -que tuvo en sus primeras dos semanas en la pantalla grande más de 900.000 localidades vendidas-, y “La odisea de los giles”, premiada con el Goya de mejor película iberoamericana, se puede ver qué tipo de películas ha estado atrayendo a los argentinos en los últimos tiempos y cómo este proceso está sumamente asociado a un pensamiento cultural de la mayoría de los ciudadanos.

Lo cierto es que estas dos películas algo tienen en común, lograron atraer al argentino medio con un pensamiento formado y reproducir algo que la mayor parte de la sociedad percibe, que en la Argentina sólo progresa aquel que hace las cosas de una forma “irregular” o “no legal” y que hacer todo en forma correcta lleva a un nivel de vida medio y muchas veces injusto con el trabajo realizado. Esa es la sensación de muchísimos argentinos, que sienten que sus esfuerzos no valen la pena y que en Argentina sólo le va bien al “chanta” y no al honesto.

Tanto “El robo del siglo” como “La odisea de los giles” reproducen eso, esa sensación que hoy se vive en el país y que es motivo de charlas en bares, asados o reuniones con amigos. Las dos películas retratan eso, en ambas se obtienen fondos de dinero de manera ilícita, de una u otra forma, y que por vías convencionales o con trabajos normales hubiera sido imposible o cuanto menos muy difícil de lograr.

La realidad es que cada argentino que vio una de estas películas y comparte su opinión con otro, seguramente habló de este tema o de alguna manera lo expresó. Es un pensamiento y una sensación que está instalada en muchos argentinos, gran parte de ellos de clase media, siendo trabajadores, comerciantes, estudiantes o amas de casa.

Lo que se ve es la duda de progreso en la Argentina, que de por más de que se esfuerce, forme, trabaje o sacrifique, el argentino medio difícilmente consiga sus objetivos, y se piensa que el que progresa es aquel que no se esfuerza y consigue las cosas por caminos irregulares. Ante todo esto, algo de lo cual un argentino no se puede desentender o negarlo, ¿cómo se llegó a ese pensamiento o sensación?, ¿los gobiernos de los últimos años hicieron algo para cambiarlo?, ¿quisieron cambiarlo?, ¿qué responsabilidad tiene la sociedad en esto?, ¿es posible pensar en un cambio realmente?

Seguramente esas sean las preguntas de un argentino medio; las respuestas deberían estar en los gobernantes y responsables de la conducción nacional del país y, quizás en menor medida, pero no menos importante, en todos los ciudadanos que desean que eso cambie y que la Argentina se convierta en el país donde quieran que sus hijos, nietos y amigos sigan viviendo.

(*) Leandro F. Avila es abogado y redactor de artículos de opinión social y de interés general.

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