Un arreglo al capitalismo para reducir la desigualdad

La desigualdad de ingresos se viene agravando en el mundo desde los últimos 40 años. Este proceso se debe, entre otras cosas, a que la automatización, la capacidad informática y la globalización han aumentado el valor de los trabajadores del conocimiento.

20 enero, 2023

En los países más poblados del mundo, los que más ganan se llevan una parte cada vez mayor del pastel. Entre 1980 y 2015, la proporción de ingresos antes de impuestos destinados al 1% más rico se duplicó con creces en China e India, y creció 80% en Estados Unidos.

Este agravamiento de la desigualdad se debe principalmente a que los trabajadores con más estudios ganan ahora mucho más dinero. La automatización, la capacidad informática y la globalización han aumentado el valor de los trabajadores del conocimiento. Al mismo tiempo, el peso de la clase trabajadora se redujo al debilitarse los sindicatos. Para que los ingresos se distribuyan de forma más equitativa, hay que ampliar el acceso a las oportunidades educativas o impulsar leyes, como el salario mínimo o la promoción de los sindicatos, para obligar a los empresarios a dar un aumento a los más pobres.

 

Desigualdad Estados Unidos

 

Hace tres años y medio, la publicación en inglés del sorpresivo éxito de ventas de Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, desató un debate internacional sobre las profundas causas del aumento de la desigualdad. Hoy, la publicación de nuevos informes sobre la desigualdad presenta una lectura no menos aleccionadora: La brecha entre ricos y pobres creció en casi todas las regiones del mundo en las últimas décadas.

El Informe Mundial sobre la Desigualdad, publicado en 300 páginas por el Laboratorio Mundial sobre la Desigualdad, con sede en la Escuela de Economía de París, muestra que, desde 1980, la desigualdad de ingresos viene aumentando rápidamente en Norteamérica y Asia, creció más moderadamente en Europa y tiene a estabilizarse en niveles muy altos en Oriente Medio, África y Brasil.

El informe, bajo la supervisión de Piketty y Lucas Chancel, se basa en los últimos datos recogidos para la Base de Datos Mundial sobre Riqueza e Ingresos, un proyecto masivo dirigido por más de 100 investigadores en más de 70 países.

El lado positivo es que la mitad más pobre de la población mundial ha visto un aumento significativo de sus ingresos en las últimas décadas, sobre todo gracias al crecimiento económico de Asia. Sin embargo, desde 1980, el 0,1% de la población más rica percibe tantos ingresos como la mitad más pobre de la población (adulta) mundial. Y para el grupo de personas entre el 50% inferior y el 1% superior -principalmente los grupos de ingresos bajos y medianos de Norteamérica y Europa- el crecimiento de los ingresos fue escaso o nulo. Esto obedece a un patrón conocido, gracias a la “gráfica del elefante” que trazaron originalmente los economistas Branko Milanovic y Christoph Lakner.

Para Piketty, uno de los aspectos más importantes del nuevo informe es que amplía los datos y la investigación sobre la desigualdad más allá de Occidente. El éxito de El Capital hizo que los gobiernos se vieran obligados a facilitar más información sobre la renta y la riqueza, afirma. Ahora se cuenta con una imagen más completa de la desigualdad en China, India, Brasil, Sudáfrica, Rusia y Oriente Medio, aunque todavía se necesitarían muchos más datos sobre África y el resto de Sudamérica. En conjunto, todo indica que “la globalización tiende a conducir a un aumento de la desigualdad, pero a velocidades muy diferentes”, dice Piketty. Esto implica que distintas instituciones políticas y diversas medidas conducen a resultados muy diferentes.

Mucho se habla del aumento de la desigualdad en EE.UU. y Europa, “pero en cierto modo, la desigualdad es un problema aún mayor en los países pobres y emergentes”, afirma Piketty. El economista alude a las diferencias entre China e India. Ambos países han experimentado un rápido crecimiento económico, y con él un aumento de la desigualdad. Sin embargo, la disparidad de ingresos es mucho mayor en la India. La desigualdad se viene estabilizando un poco en China desde 2006, lo que sugiere una forma alternativa de abordar la globalización y sus efectos sobre la desigualdad, señala Piketty.

Hay, por supuesto, algunas limitaciones en los datos. Piketty también ha criticado al gobierno indio por interrumpir la publicación de los datos del impuesto a la renta durante una década y media; las cifras de ese país y de otros siguen estando desarticuladas. En particular, es difícil obtener una imagen completa de la riqueza por la presencia de paraísos fiscales. “Es una paradoja de la economía globalizada actual que se suponga que estamos en la era de Big Data y de transparencia, y constatemos que todavía no tenemos acceso a todas las fuentes de datos que necesitaríamos”, afirma Piketty, quien sostiene que hay fuerzas financieras y políticas que tienen un gran interés en mantener esta información en secreto.

 

Cuidado con la brecha

 

El informe revela una gran disparidad en las desigualdades en EE.UU. y Europa. En EE.UU., en 1980 el 1% más rico concentraba el 11% de la renta nacional, porcentaje que aumentó al 20% en 2016. El 50% inferior, por su parte, percibía el 21% de los ingresos en 1980, porcentaje que cayó al 13% el año pasado. Al otro lado del Atlántico, la desigualdad apenas cambió. El 1% más rico de Europa Occidental pasó de controlar el 10% a cerca del 12% de la renta nacional en el mismo periodo, mientras que el 50% más pobre mantuvo cerca del 23% de la renta total a lo largo de las décadas.

Según el informe, en Estados Unidos se ha producido un “espectacular desplome” de la renta del 50% más pobre que no se repite en otras economías avanzadas, lo que sugiere que la culpa la tienen las políticas. Aunque el 50% inferior ha conseguido un “modesto” aumento de los ingresos después de impuestos, gracias a algún tipo de redistribución a lo largo de los años, ese efecto se vio anulado por el aumento del gasto en salud. El aumento de los “supersalarios” de los directivos y la brecha cada vez mayor entre empresas con grandes salarios y empresas con salarios bajos han agravado la desigualdad. Y aunque la mayor participación femenina en el mercado laboral ha ayudado en cierta medida, “el techo de cristal sigue firmemente en su sitio”, afirma el informe. Los hombres representan 85% del 1% de los mayores ingresos laborales.

El informe pronostica a continuación lo que podría ocurrir con la desigualdad mundial en 2050 en tres escenarios diferentes. En el primero, las tendencias de las tres últimas décadas se repiten durante las tres siguientes, y la desigualdad mundial aumenta moderadamente.

En otro, el mundo sigue la trayectoria de EE.UU. y la desigualdad empeora claramente. Los recientes esfuerzos por reducir los impuestos agravarán aún más la desigualdad en Estados Unidos, añade Piketty. Las predicciones del Laboratorio se hicieron antes de los avances republicanos en la reforma fiscal, que se está centrando en profundos recortes de los impuestos de las empresas y que la gran mayoría de los economistas creen que serán costosos y favorecerán sobre todo a los ricos. “Esta reforma fiscal va a exacerbar la tendencia al aumento de la desigualdad”, afirma Piketty.

El informe afirma que, si el mundo sigue el camino de Europa, la desigualdad global disminuirá, según el informe. Aun así, “hay algunas áreas en las que Europa está haciendo peor las cosas”, afirma Piketty, y cita la competencia entre países por reducir los impuestos que gravan a las empresas. “En cierto modo, todo lo que Trump está haciendo ahora mismo en relación con el impuesto a las sociedades es seguir el ejemplo europeo”.

El economista francés sostiene que en una zona de libre comercio como la UE es indispensable fijar impuestos comunes para las empresas y los particulares más ricos, porque son quienes más se benefician con la ausencia de aranceles. Esos impuestos aportarían una fuente de ingresos común para pagar bienes públicos como infraestructura y educación. “Son necesarios esos ingresos públicos, de lo contrario la globalización y el libre comercio no pueden funcionar”, afirma. Los acuerdos comerciales deberían incluir un “fuerte componente de justicia fiscal”, como tasas impositivas mínimas sobre los ingresos empresariales.

“En este sentido, Europa se está comportando de forma un poco hipócrita, porque en cierto modo es el lugar donde hemos constituido una unión comercial sin que exista una unión fiscal, sin ningún impuesto mínimo sobre las grandes empresas en particular, y eso tiene que cambiar”, concluye.

El informe recomienda también otras políticas para reducir la desigualdad, como impuestos más graduales, impuestos sucesorios en los países donde no existen, un registro financiero mundial para que la gente no pueda ocultar su riqueza en paraísos, un acceso más igualitario a la educación, un mejor acceso a empleos bien remunerados mediante salarios mínimos y una mejor representación de los trabajadores en los órganos de toma de decisiones.

En general, el informe busca concitar la atención del público en general, los políticos y las empresas “para que la creciente percepción del aumento de la desigualdad sea suficiente para generar medidas”, afirma Piketty. El Brexit, Donald Trump, el aumento del proteccionismo y el sentimiento contra la inmigración son consecuencias del aumento de la desigualdad, añade. Pero el economista insiste en que mantiene el optimismo porque cree que hay mucha gente en el mundo que quiere comprometerse más activamente en la comprensión y la lucha contra la desigualdad. El informe y la base de datos de libre acceso forman parte de un esfuerzo por democratizar el conocimiento económico para permitir el cambio.

 

Desigualdad en el interior de los países ricos

 

¿Cómo evolucionó la desigualdad en los países de altos ingresos wn el último siglo?

Los investigadores conocen mucho mejor la evolución de la desigualdad de ingresos a largo plazo gracias a la reciente difusión de investigaciones sobre la parte correspondiente a los ingresos más altos.

La desigualdad en la parte superior de la pirámide de ingresos se mide como la proporción de la recaudación total que va a parar a los individuos que se encuentran en la parte superior de la distribución. Por lo general, el 1% superior.

Las estimaciones históricas de la desigualdad en los ingresos máximos se calculan a partir de los registros del impuesto a la renta, y para muchos países estas estimaciones permiten comprender la evolución de la desigualdad a lo largo de más de 100 años. Esto es mucho más tiempo del que ofrecen otras estimaciones de la desigualdad de ingresos (como es el caso de las basadas en datos de encuestas de ingresos).

Dado que los porcentajes de la renta se miden a través de registros fiscales implica que estas estimaciones calculan la desigualdad antes de la redistribución por medio de impuestos y transferencias.

Consideremos el caso de EE.UU.. Antes de la Segunda Guerra Mundial, cerca del 18% de todos los ingresos percibidos por los estadounidenses iban a parar al 1% más rico. A partir de ese momento, y hasta principios de los años 80, la proporción del 1% más rico se redujo sustancialmente (primero de forma rápida, y luego más lentamente en los años 70).

A partir de los años 80, la desigualdad en EE.UU. empezó a aumentar y, finalmente, volvió al nivel de preguerra. Esta tendencia a largo plazo en forma de U de los porcentajes de ingresos superiores no es exclusiva de EE.UU.. La evolución en otros países de habla inglesa sigue el mismo patrón.

Sin embargo, sería incorrecto pensar que el aumento de la desigualdad de los altos ingresos es un fenómeno universal. En los países europeos igualmente ricos, así como en Japón, la evolución es bastante diferente. La participación de los ricos en la renta disminuyó durante muchas décadas y, al igual que en los países anglófonos, alcanzó su punto más bajo en los años setenta. Sin embargo, a diferencia de los países anglófonos, la proporción de los ingresos máximos no

Una lección que podemos extraer de esta investigación empírica es que las fuerzas políticas que actúan a nivel nacional son sin duda importantes para la forma en que se distribuyen los ingresos. volvió a los altos niveles anteriores, sino que se mantuvo estable o aumentó modestamente. En este caso, la evolución de la desigualdad de la renta ha seguido una forma de “L”. La desigualdad de ingresos en Europa y Japón es mucho menor hoy que a principios del siglo XX.

Una tendencia universal de incremento de la desigualdad estaría en consonancia con la idea de que la desigualdad viene determinada por las fuerzas del mercado mundial y el progreso tecnológico. La realidad de las diferentes tendencias en materia de desigualdad dentro de los países sugiere que los marcos institucionales y políticos de los distintos países también desempeñan un papel en la configuración de la desigualdad de los ingresos. Esto significa que lo más probable es que el aumento de la desigualdad no sea inevitable.

 

¿Desigualdad antes o después de impuestos?

 

Es importante subrayar que las formas de medir la desigualdad de los ingresos más altos que analizamos anteriormente se refieren a la desigualdad en la distribución de los ingresos de bolsillo. Y los ingresos de bolsillo no son lo mismo que los ingresos disponibles, porque la mayoría de la gente paga impuestos y recibe transferencias del gobierno.

En muchos países, los gobiernos tienen sistemas fiscales de carácter progresivo (Un impuesto progresivo es un sistema de impuestos en dónde se establece que a mayor nivel de renta, mayor será el porcentaje de impuestos a pagar sobre la base imponible).

En EE.UU., por ejemplo, se calcula que el 37% de la suma total de los ingresos procedentes del impuesto sobre la renta procede del 1% más rico, mientras que menos del 3% procede del 50% más pobre.

La consecuencia de la aplicación de impuestos progresivos es que la desigualdad de los ingresos disponibles (los ingresos que realmente llegan a los bolsillos de la gente) es mucho menor que la de los ingresos antes de impuestos que se tiene en cuenta en la investigación que se centra en los ingresos más altos.

Las dos medidas de la renta se definen del siguiente modo:

– El ingreso de bolsillo de los hogares se define como la suma de los ingresos del trabajo (trabajo por cuenta ajena y por cuenta propia) y los ingresos del capital.

– El ingreso disponible de los hogares es la suma de los ingresos del trabajo (trabajo por cuenta ajena y por cuenta propia), los ingresos del capital, los ingresos de las transferencias – transferencias de la seguridad social (transferencias de seguros vinculados al trabajo, prestaciones universales y prestaciones asistenciales) y las transferencias privadas -, menos los impuestos sobre la renta y las cotizaciones a la seguridad social.

 

Una reflexión sobre la muerte del sueño americano

 

El filósofo Richard Reeves saca una cruda conclusión sobre la desigualdad en Estados Unidos. “Estados Unidos tiene un mercado meritocrático, pero una sociedad injusta”, escribe en el libro Dream Hoarders (Acaparadores de sueños), publicado en 2018.

En opinión de Reeves, Estados Unidos es ahora una sociedad relativamente “justa” para los mayores de 25 años. Aunque reconoce que persisten diversas formas de discriminación en el trabajo, sostiene que el mercado laboral estadounidense premia cada vez más a las personas por sus aptitudes, y no sólo por su raza, sexo o a quién conocen. El campo de juego para los adultos no está totalmente nivelado, pero se está acercando.

El problema, según Reeves, que actualmente es investigador de la Brookings Institution, es lo que ocurre en las primeras etapas de la vida. Los hijos de padres ricos tienen muchas más oportunidades de adquirir competencias que los de padres pobres. Un mercado laboral que valora cada vez más las aptitudes pone en evidencia las desigualdades de la educación. En otras palabras, el juego es limpio, pero el proceso de selección de jugadores está amañado.

El libro de Reeves, cuyo título completo es Dream Hoarders: How the American Upper Middle Class Is Leaving Everyone Else in the Dust, Why That Is a Problem, and What to Do About It, detalla las muchas formas en que los niños más ricos se ven favorecidos en la educación, y por qué esto conduce inevitablemente a la desigualdad. Empieza por el principio. Los hijos de padres situados en el 20% de ingresos más altos son más sanos y, por tanto, más capaces de aprender. Sus padres hablan más con ellos, aproximadamente tres horas más a la semana. También gastan más en “experiencias enriquecedoras” fuera de la escuela, como viajes, libros y tutores.

Los niños del 20% más favorecido tienen más probabilidades de ir a un colegio privado muy bien considerado y, si van a un colegio público, tienen el doble de probabilidades que el niño medio de vivir cerca de uno que esté entre los cinco mejores. También tienen mejores profesores. Reeves señala un estudio sobre profesores en Luisiana que muestra que el 38% de los profesores de los colegios públicos de los barrios ricos fueron calificados de “muy competentes”, frente a sólo el 22% en las zonas más pobres.

La educación superior no hace sino agravar el problema. Mientras que a finales de la década de 2000 casi el 60% de los jóvenes de 25 años procedentes de familias con el 20% más alto de ingresos se graduaron en la universidad, esto sólo ocurre con alrededor del 12% de los hijos del 40% más pobre. Los hijos del 20% más rico tienen más del doble de probabilidades de asistir a una universidad selectiva que los del 40% más pobre. En las instituciones de élite (las escuelas de la Ivy League más la Universidad de Chicago, Stanford, el MIT y Duke), hay más niños procedentes del 1% superior que de todo el 50% inferior

 

Heredan educación

 

La educación se hereda, y está reforzando las diferencias de clase. Un estudio basado basado en una investigación de Reeves y la economista Joanna Venator, muestra la enorme diferencia en el nivel educativo por quintiles de los niños nacidos en EE.UU. entre 1950 y 1968. Casi la mitad de los niños nacidos de padres que se encontraban en el 20% superior de rendimiento educativo permanecieron en el 20% superior (en términos generales, al obtener un título universitario). Por el contrario, menos del 10% de los niños nacidos de un progenitor en el 20% inferior de nivel educativo (que abandonaron los estudios secundarios) consiguieron ascender al quintil superior en términos de nivel educativo. No se dispone de datos más recientes, pero los escasos indicios sugieren que esta desigualdad está empeorando, no mejorando.

Para explicar la injusticia del actual sistema estadounidense, Reeves recurre a un experimento mental del filósofo Bernard Williams. Williams describe una sociedad en la que convertirse en miembro de la “clase guerrera” era algo altamente valorado. Históricamente, sólo los miembros de un grupo de familias ricas podían convertirse en guerreros. Un cambio en las reglas permite a cualquier miembro de la sociedad adquirir este estatus. Pero como convertirse en guerrero implica fuerza, y todas las demás familias están desnutridas, todos los guerreros siguen procediendo de las mismas familias ricas. En apariencia, el cambio de reglas hizo que la sociedad fuera más justa. En realidad, no lo hizo. Si cambiamos guerrero por estudiante, Reeves cree que es una buena analogía de la economía estadounidense.

En gran medida, Reeves no culpa a los padres ricos de estas discrepancias. Naturalmente, los padres quieren dar a sus hijos las mejores oportunidades posibles. Este impulso debe celebrarse.

Tampoco cree que debamos alejarnos de un mercado laboral que premia la educación. “Los mercados aumentan la prosperidad, reducen la pobreza, mejoran el bienestar y refuerzan la elección individual”, escribe Reeves.

La única opción que queda, en su pinión, es igualar las condiciones educativas de los niños más pobres. “En lugar de intentar rectificar la desigualdad a posteriori, mediante una fuerte regulación del mercado laboral, nuestra aspiración debería ser reducir las diferencias en la formación de capital humano en las dos primeras décadas y media de la vida”, escribe.

 

¿Qué desigualdad?

 

Un obstáculo para conseguir que la gente se sume a estas reformas es que los estadounidenses no son conscientes de que exista un problema. Un estudio reciente realizado por economistas de la Universidad de Harvard reveló que, en comparación con otros cuatro países ricos, son insólitamente ingenuos en sus percepciones de la movilidad intergeneracional.

Los británicos, franceses, italianos y suecos, al ser encuestados sobre la probabilidad de que un niño del 20% de ingresos más bajos llegue al 20% de ingresos más altos, subestimaron la probabilidad de que esto ocurra en su país. Los estadounidenses fueron el único grupo que la sobrestimó: pensaban que su país era el que tenía la mayor movilidad, cuando en realidad tenía la menor.

Si los estadounidenses son capaces de reconocer que existe un problema, Reeves tiene una serie de recomendaciones para abordarlo. Cree que el gobierno debería invertir en programas que ayuden a los padres a evitar embarazos no deseados, aumentar el uso de programas de seguimiento sanitario a domicilio (como en el Reino Unido), incentivar a más de los mejores profesores para que trabajen en escuelas de bajos ingresos e invertir fuertemente en colegios comunitarios. También eliminaría las normativas inmobiliarias que desincentivan la construcción de viviendas baratas en zonas ricas, pondría fin a las admisiones hereditarias en las universidades y eliminaría la deducción fiscal de los intereses hipotecarios, una ley fiscal que ayuda a los más ricos a comprar casas en barrios caros.

Aunque las sugerencias políticas de Reeves son dignas de interés, quizá no lleguen lo bastante lejos. Reeves es un moderado nato, y sus recomendaciones parecen orientadas a ganarse a los conservadores en materia fiscal. Para hacer mella de verdad en el problema de la movilidad intergeneracional de Estados Unidos es probablel que haya que tomar medidas que incomodarían a los conservadores y a muchos liberales, como integrar las escuelas públicas sin distinción de clase o raza e invertir en amplias intervenciones en la primera infancia para las familias pobres.

Si el sueño americano no está ya muerto, se encuentra en estado crítico. Se necesitan medidas agresivas para revivirlo, pero el primer paso, tanto para los responsables políticos como para el público en general, es reconocer la gravedad de la situación.

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