Desde hace algunos años venimos planteando la necesidad de reinventar las clases. Fuimos construyendo esta idea a partir de reconocer los modos en que se iba transformando el mundo, los modos en que se construyen los conocimientos disciplinares y nuestros estudiantes en tanto sujetos culturales.
A medida que registrábamos esos movimientos empezamos a cambiar lo que hacíamos a la hora de enseñar.
El carácter inmersivo propio de los videojuegos, las formas alteradas que ofrecen distintos caminos a elegir por parte de los estudiantes, la multiplicidad de voces de especialistas en cada clase y el foco en las producciones realizadas colectivamente son algunas de las marcas que empezaron a distinguir nuestras prácticas de la enseñanza.
No fue fácil llevarlas a cabo. Tuvimos que romper con modos de hacer instalados que, entre otros aspectos, están encorsetados por definiciones clásicas sobre el currículum, el espacio y el tiempo.
La noción de didáctica en vivo nos dio el impulso que necesitábamos para pegar nuestro salto. Como no contamos con los marcos teóricos que requiere enseñar en el contexto de lo que Alessandro Baricco define acertadamente como una “revolución mental”, lo que queda es reconocer las tendencias sociales y culturales, crear con ellas propuestas educativas disruptivas, documentar lo que emerge y analizarlo, para construir “en vivo” ideas nuevas y propias de los tiempos que corren.
La pandemia nos sorprendió, como a todos. Pero aquel salto, que en nuestro caso pegamos a tiempo, está siendo acelerado por la crisis sanitaria en la mayor parte de las instituciones educativas.
En algunas situaciones, las condiciones que requieren los escenarios virtuales o híbridos en materia de acceso a conectividad y dispositivos no están dadas, lo cual tiene que ser subsanado de modo urgente. Pero en la mayoría de los casos, en los que por necesidad ya se abrazó la virtualidad, lo más importante es la oportunidad que tenemos para volver a pensar la educación de modo tal que cada clase se convierta en una experiencia que vale la pena vivir, en un contexto donde todo el saber construido ya se encuentra a disposición.
El verdadero desafío que tenemos es diseñar e implementar propuestas contemporáneas y relevantes, que den lugar a la construcción de conocimientos originales y que sean transformadoras, de modo tal que ayuden convertir el mundo en un lugar mejor, más justo e inclusivo.
(*) Directora de la Maestría en Tecnología Educativa. Facultad de Filosofía y Letras. UBA