Por qué el dinero nos vuelve imbéciles

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De acuerdo a algunos estudios sociológicos y de psicología social, mientras más acaudalada es una persona, más son sus probabilidades de ser un imbécil. 

Desde que somos niños nos explican que discriminar está mal. Intentar agredir a alguien por su color, etnia, preferencia u orientación sexual o clase social es algo universalmente repudiable. Entonces si le decimos a alguien “millonario de porquería, sos un imbécil egoísta” estamos discriminando y prejuzgando, posiblemente hasta diciendo algo que no es correcto. ¿Pero es así?, ¿realmente es un prejuicio injustificado?

 

El psicológo Paul Piff y sus colegas decidieron investigar el tema. En su trabajo titulado “Ser de una clase social alta predice compartamiento inmoral” el investigador y sus colegas descubrieron que tener mucho dinero tiene una fuerte relación con una serie de respuestas poco éticas. La investigación demuestra, a través de una serie de cuestionarios, experimentos de laboratorio y de campo y juegos que estar muy arriba en la escala social, básicamente, deshumaniza a las personas. En particular, volverlas más egoístas y menos compasivas con otras personas de menores recursos. Vuelve el refrán “robarle un caramelo a un niño” crudamente verdadero. Los experimentos de Piff, si bien diversos, dispararon resultados similares. Uno de éstos experimentos consistió en relevar cuán frecuente era que se deje el paso a un peatón cuando se maneja por la calle. Un 50% más de  usuarios de autos de alta gama no cedieron el paso y además era más frecuente que rompan alguna regla de tránsito.

 

Otro experimento giraba alrededor de un juego de Monopoly arreglado. Uno de los jugadores comenzaba con más propiedades, recibía el doble de dinero que su contrincante, tiraba más dados y recibía más beneficios en general. Era muy difícil perder en esas circumstancias, análogas a la distribución de la riqueza, pero de todas maneras el jugador beneficiado al final de experimento creía que  había ganado por sus propios méritos, era más probable que se burle de su contrincante y que comiera mucho más de los snacks que se ofrecieron durante el juego. Sí, básicamente comportarse como un imbécil.

 

El investigador realizó otros experimentos y el resultado era el mismo. Más probable que el más acaudalado haga trampa en los dados, que robe caramelos de un bowl que se le dijo era para los niños y menos probable que comparta ganancias en juegos coperativos. Aunque, de cualquier manera, los experimentos de Piff no significan que todas las personas adineradas se comportan inmoralmente porque sabemos que existen muchos filantrópos. Pero sí es un indicador de que tener demasiado dinero en comparación con los pares nos hace más proclives a ser egoístas o desinteresados.

 

Diferentes experimentos, mismos resultados

Otro grupo de investigadores de la Universidad de Utah quisieron poner a prueba la hipótesis rico-imbécil. Para tal fin, realizaron tres experimentos con dos grupos distintos. Uno de control y uno donde los participantes fueron expuestos de diversas maneras a la idea de dinero. En los tres experimentos, los participantes que fueron influenciados mostraron peores comportamientos que el grupo control. Por ejemplo, fueron mucho más proclives a mentir (y ganar 5 dólares) que a decir la verdad (y ganar 2 dólares). También demostraron ser muy influenciados por la idea de dinero. Uno de los experimentos consistía en jugar al ahorcado y completar una palabra que le faltaban varias letras. ¿El resultado? El grupo control pensó en palabras neutrales como mármol o querido y el grupo estudiado palabras tan ilustrativas como mercado o comercio. Claro que el comercio no es poco ético, pero si demuestra la influencia que tiene sobre nosotros pensar en el dinero.

 

Zhansheng Chen y Yuwei Jiang dos investigadores de Hong Kong, descubrieron que el amor exagerado al dinero puede incluso llevarnos a hacer daño a terceros. Su experimento consistía en que dos jugadores, uno al que le pagaban, debían someterse a ruidos molestos a ver quién resistía más. El jugador que podía ganar dinero aumentaba paulatinamente el volúmen del sonido para vencer a su oponente. El dinero lo volvió agresivo. ¿Qué se puede hacer sobre ésto? Una de las respuestas de los investigadores de Hong Kong podría ser reveladora: si quiere premiar a sus empleados es mejor darles un bien o un servicio, como un viaje, antes que darles dinero.

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