Paris parece ser la ciudad del mundo que menos se adapta al distanciamiento social. Es una de las metrópolis con más densidad de población del mundo occidental.
Los departamentos son diminutos. Por eso los parisinos frecuentan tantos sus maravillosos espacios públicos, cines, museos, cafés y restaurantes. Los turistas alimentan la economía. Es la segunda ciudad del mundo más visitada después de Bangkok y la número uno en convenciones internacionales.
Lla gente se apiña en el transporte público y se besa hasta en situaciones laborales (como en Buenos Aires). Allí, salir en pareja es una necesidad existencial.
Ahora la ciudad se encogió. Desaparecieron los provincianos de visita y los extranjeros en excursión. También desaparecieron 200.000 parisinos – casi 0% de la población de la ciudad – que se fueron a su segunda casa en el campo o a casa de sus padres en el interior del país.
La cuarentena cambió todos los códigos. La gente ahora almuerza mientras trabaja en su casa. Personas que antes eran alérgicas a los niños, ahora los alientan desde las ventanas cuando los ven jugando a la pelota en el patio comunitario. En general, todo París se ha vuelvo más sociable, dice Simon Kuper escribiendo para el Financial Times. La gente aplaude cantantes en los balcones. Y, en la ciudad de la moda, están apareciendo los tapabocas “chic”.