Papel de las universidades en la lucha contra el cambio climático

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Las universidades desempeñan una importante labor social. Proporcionan educación superior y realizan una contribución fundamental a la investigación científica. Además, sirven como foro de debate y discusión para el progreso y la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria.

Por Javier Sierra, María-José Rodríguez-Conde y Javier Sierra (*)

 

La función educativa de la universidad es su principal contribución a la sociedad: su misión es formar a una ciudadanía con capacidad de análisis crítico, preparada para mejorar la sociedad cambiante en que vivimos y aportar soluciones a los nuevos retos a los que nos enfrentamos. Pero sobretodo, contribuyen al desarrollo personal.

Adaptación de contenidos

En un mundo cada vez más complejo e interconectado, las necesidades formativas evolucionan de manera muy rápida y dinámica, y las universidades no se han mantenido ajenas a estos cambios.

En este contexto digitalizado y multicultural, las instituciones de educación superior se están esforzando para innovar en la docencia y mejorar la calidad educativa.

La educación cada vez está dando más importancia a capacidades y habilidades esenciales para que los egresados puedan desenvolverse con éxito en su vida personal y profesional. Habilidades transversales como el trabajo en equipo, la negociación, la capacidad de síntesis, la gestión del cambio, la multidisciplinariedad, las habilidades multiculturales o la gestión del tiempo están cada vez más presentes en los programas educativos. Aunque este planteamiento no debería de implicar una menor adquisición de sólidos conocimientos teóricos.

Para ello, es cada vez más común que la docencia y el aprendizaje se lleven a cabo utilizando técnicas de aprendizaje activo como la gamificación (que incluye actividades como las simulaciones o los juegos serios), los estudios de caso, los intercambios virtuales, o el aprendizaje-servicio.

Estudiantado activo

Todas estas metodologías resultan de enorme utilidad para abordar los diferentes Objetivos de Desarrollo Sostenible. Al poner al estudiantado en el centro del proceso educativo, y al facilitar que los alumnos adopten un papel activo en su propia formación, el aprendizaje activo ofrece múltiples ventajas para enriquecer la etapa formativa con cuestiones relacionadas con la sostenibilidad y el cambio climático.

Además, la formación permanente a lo largo de la vida es cada vez más importante. Esto se debe a la necesidad de adquirir las capacidades y habilidades específicas que requiere el mercado laboral, como por ejemplo el análisis de datos, la digitalización, la inteligencia artificial o el diseño gráfico.

Pero además, la formación permanente busca satisfacer las inquietudes intelectuales y formativas de la ciudadanía. En este contexto, el enfoque europeo sobre las microcredenciales es un ejemplo de esfuerzo colectivo para internacionalizar el proceso formativo y garantizar una educación abierta a toda la ciudadanía para responder a sus necesidades.

Generación y transferencia de conocimiento

La universidad siempre ha tenido una misión clara de contribuir a la generación del conocimiento, tanto investigando sobre cuestiones novedosas como aplicando nuevas metodologías para investigar.

Avances científicos cruciales en áreas como la medicina, la física, la química, la biología o la astronomía serían imposibles sin la actividad que se lleva a cabo en las universidades.

En este sentido, la investigación científica siempre trata de comprender mejor el mundo en que vivimos y, en definitiva, mejorar de las condiciones de vida de las personas.

La investigación desempeña un papel fundamental para entender nuestra relación con el entorno, los efectos negativos que la actividad humana puede tener en las personas y el medio ambiente, así como las posibles soluciones que se pueden implementar para mitigar nuestro impacto negativo.

En este contexto, han surgido recientemente planteamientos económicos que tratan de transformar nuestra forma de vida, con enfoques más respetuosos con las personas y el medio ambiente: el crecimiento verde, el postcrecimiento, el decrecimiento, la economía de rosquilla o la economía circular son alternativas que buscan satisfacer nuestras necesidades de una manera más respetuosa con los límites ecológicos del planeta, las bases sociales y el objetivo principal de mejorar el bienestar común.

Una gestión más eficiente y sostenible

En tercer lugar, la universidad también desempeña un papel fundamental en la mejora de la gestión de la sociedad. Por un lado, mediante la búsqueda constante de una mejora en las formas de gestionar la propia institución universitaria, mediante la adopción de prácticas sostenibles en la propia institución (eficiencia energética, movilidad sostenible, reducción de desperdicios alimenticios, mejora de gestión de residuos o fomento de los viajes sostenibles entre el personal universitario).

Además, puede contribuir a la adopción de prácticas sostenibles a nivel externo. En este sentido, las universidades contribuyen a la mejora de la legislación y los mecanismos de gestión de otras instituciones.

Las universidades también constituyen un importante catalizador de la colaboración público-privada, fundamental para el éxito de multitud de proyectos para la mitigación de los efectos del cambio climático que requieren la colaboración de diferentes actores y la optimización en el uso de los recursos.

Además, cada vez es más frecuente que las universidades se conviertan en laboratorios dinámicos en los que experimentar propuestas innovadoras con el objetivo de poder aplicarlas posteriormente a contextos más amplios de la sociedad para avanzar en la adaptación al cambio climático y la reducción de sus consecuencias negativas.

¿Se puede hacer más?

A pesar de todo lo mencionado, queda mucho por hacer y cada vez nos queda menos tiempo para afrontar de forma satisfactoria los enormes retos a los que nos enfrentamos. En este contexto de emergencia climática, las universidades deben de apostar claramente por cuestiones como la multidisciplinariedad y la multiculturalidad.

Para ello es necesario poner el foco en enfoques colaborativos que potencien la cooperación entre universidades, entre las universidades y otros actores sociales, y entre países de todas las regiones del mundo.

De esta forma, las universidades podrían aumentar su contribución al fortalecimiento del tejido local y a la cooperación internacional. Además, potenciarían la corrección de desigualdades globales y ayudarían a que el Sur global estuviera adecuadamente representado, no sólo en el ámbito universitario, sino que también serviría para aumentar su representatividad institucional a nivel mundial.

Por último, las universidades deben de poner de relieve la importancia de la financiación pública para la investigación, el desarrollo y la innovación en la sociedad del conocimiento en la que vivimos. Sin un sector público sólido y un sistema universitario que cuente con los recursos humanos y económicos adecuados, será muy difícil que podamos lograr resolver los serios problemas a los que se enfrenta la humanidad.

(*) Javier Sierra, del Departamento de Economía Aplicada, Universidad de Salamanca; María-José Rodríguez-Conde es Catedrática de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación y vicerrectora de Calidad y Enseñanzas de Grado, Universidad de Salamanca; y Nicolás Rodríguez-García es Catedrático de Derecho Procesal y vicerrector de Postgrado y Enseñanzas Propias, Universidad de Salamanca.

 

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