No hay espejo para la Segunda Ola

spot_img

Y entonces llegó la segunda ola. Que dicen algunos epidemiólogos, en realidad no existe, es tan sólo un repunte de casos dentro de una enorme ola, un solo tsunami interminable de casos dentro de una pandemia llamada Sars-Cov-19.

Lo que sí tiene esta “segunda ola” (no somos expertos, somos legos asi que persistamos en el error) es una falta total de espejos a nivel mundial.

Es decir, en marzo y abril de 2020, desde Argentina podíamos mirar al resto del mundo, sobre todo el civilizado y buscar ejemplos, guías y espejos donde mirarnos y tratar de imitar.

Con esa pasión medio delirante que tenemos en América Latina en general (y en Argentina en especial) de creer siempre que somos la Paris de Sudamérica (y por consiguiente la Francia); una provincia del Canadá; ó una provincia de un país nórdico, buscábamos ejemplos en “lo que están haciendo” y “lo que está pasando” en, bueno… Francia, los países nórdicos o Canadá.

Nos ayudaban a compartir la frustración y el dolor los posteos en redes sociales desde EE.UU. y Reino Unido de personas encerradas en sus casas, de desbordes sanitarios en Milan y los tropezones de la estrategia de Suecia. Decíamos “Si Japón, Alemania o Israel no tienen un plan…” y eso nos compensaba un poco.

Percepciones, nomás, porque Japón, Alemania e Israel pusieron en marcha planes y hoy están produciendo vacunas, vacunando a millones, reabriendo economías y empezando a pensar en cómo es este nuevo mundo pospandémico.

Sometidos entre la incapacidad del gobierno y la de la oposición, en nuestro pequeño rincón del mundo, ya no podemos mirar los modelos matemáticos de universidades como John Hopkins, Harvard ó el London Imperial College para tratar de comprender “lo que pasa”.

Las notas que explicaban la nueva “Isolation Economy” (forbes.com), las masterclass con las visiones de economistas, y los earning’s calls empresarios detallando estrategias y medidas paliativas ya no nos sirven de nada. Los países centrales piensan en “how to reopen”, los países satélites buscan formas de adaptarse y los países de tercera liga cierran escuelas.

Ya no importa lo que diga Nouriel Roubini, Yuval Harari, Angela Merkel, Brian Chesky ó Jeff Bezos. Esas mentes e ideas viven en una realidad paralela, a la que sólo podemos llegar en nuestros más delirantes sueños. Cuando Mckinsey, The Brookings Institution y Fortune editan sus informes de “How to reopen” y “Trends for getting back to normal”. Los podremos usar un día, pero no hoy, no mañana. Documentos de capital importancia como el Informe de Recuperación Post-Covid19 del Grupo BCG quedarán como buena literatura hoy, y quizás una referencia mañana.

Estamos solos y perdidos en la noche y la niebla. Hemos perdido no solamente el sentido común, sino el marco global de referencia. Algún día podremos abrir esos arcanos de conocimiento e ideas y tratar, tarde y mucho después, de incorporar algo de eso a nuestro presente.

Mientras tanto, en el imaginario argentino, el virus no se transmitía para la horda apelotonada en el sepelio de Maradona, de las raves ilegales en la costa durante el verano y de las multitudes de los Boca-River. Se transmite solamente al tomar un café y por supuesto, al mandar a los chicos a la escuela. No es culpa del gobierno, que no preparó UTIs ni compró vacunas, y las pocas que había las usó para dirigentes amigos y sus meretrices. Es culpa de quienes quieren ir a clase ó a comprar un par de zapatillas.

Están cerradas las aulas, pero los hipódromos siguen abiertos. Felices los burreros.

 

(*) Patricio Cavalli es asesor empresario y analista de mercado enfocado en marketing, digitalización y economía digital.

 

Compartir:

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Noticias

CONTENIDO RELACIONADO