Los que estudian economía, ¿se vuelven peores personas?

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Desde hace más de una década, diversos organismos internacionales han subrayado la conveniencia de introducir nociones de educación económica y financiera en la escuela primaria y secundaria.

Esta formación propiciaría una toma de decisiones más responsable.

Por José-Ignacio Antón (*)

También redundaría en un mayor bienestar en la vida adulta. En España, la LOGSE introdujo la enseñanza de la Economía en el Bachillerato de Ciencias Sociales. En la actualidad, tanto el resto de modalidades del Bachillerato como la ESO incluyen cursos introductorios de esta materia. Asimismo, desde el año 2008, la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el Banco de España lanzaron una iniciativa conjunta, el Plan de Educación Financiera, a fin de afianzar la presencia de este tipo de contenidos dentro del sistema educativo.

Un aspecto de la enseñanza de la Economía menos conocido por el público en general se vincula a su impacto sobre el comportamiento humano. Una vasta evidencia empírica señala que los estudiantes de Economía, comparados con la población general, actúan de un modo más egoísta, se muestran menos proclives a la cooperación y más tolerantes con la corrupción e incluso se adscriben a corrientes más conservadoras. Sin embargo, la explicación de este patrón dista de ser simple y reviste muchas aristas.

¿El economista nace o se hace?

Desde el ámbito académico, se han realizado numerosas investigaciones que tratan de determinar a qué se deben estas conductas diferenciales entre aquellos que han cursado Economía. La mayor parte de estos trabajos abarca a estudiantes de esta materia a distintos niveles y a los de otras disciplinas. En ocasiones, también incluye a personas de otros ámbitos de la sociedad.

La metodología más habitual de estos trabajos consiste en comparar conductas reales relacionadas con el altruismo (por ejemplo, donaciones a la caridad) y en someter a los sujetos en cuestión a experimentos controlados. Dentro de esta última categoría, la herramienta habitual son los llamados juegos. Estos consisten en interacciones estratégicas entre dos o más personas, sujetos a reglas conocidas por algunos de los participantes, que sirven para analizar el comportamiento y la conducta humanos. Así, contamos con diferentes diseños de esta herramienta para explorar de forma específica cuestiones como la cooperación o el egoísmo.

A modo de ejemplo pueden señalarse algunos resultados. Contamos con investigaciones que apuntan a que los estudiantes de Economía serían, sobre el papel, el colectivo más dispuesto a despedir más trabajadores en aras de lograr más beneficios. Asimismo, varios trabajos revelan menores donaciones a actividades filantrópicas entre aquellos que cursan este tipo de educación.

Hipótesis de la autoselección

Las razones de estos comportamiento de las personas expuestas a la formación en Economía distan, sin embargo, de ser evidentes. Una posible explicación radica en que es posible que estas conductas sean totalmente independientes de la educación recibida en esta materia. Desde esta perspectiva, a la que normalmente nos referimos como autoselección, estas conductas serían previas al comienzo de los estudios. En otras palabras, las personas en las que este tipo de comportamientos son más frecuentes tienden a enrolarse en estudios de Economía en mayor proporción.

Hipótesis del adoctrinamiento

Una segunda hipótesis, no necesariamente excluyente de la anterior, apuntaría a que la exposición a la teoría económica afecta de forma causal al comportamiento de los individuos. En este sentido, la llamada hipótesis del adoctrinamiento avalaría que los estudiantes, al familiarizarse con el supuesto de agentes racionales cuyo único objetivo es la búsqueda del bienestar propio que nutre los modelos económicos más sencillos, desarrollarían comportamientos más egoístas y menos cooperativos.

Los economistas han tratado de discernir cuál de las dos explicaciones goza de mayor apoyo científico. Para ello, frecuentemente han recurrido a comparar la conducta mostrada por estudiantes de la disciplina de diferentes niveles o el cambio exhibido por los mismos individuos antes y después de la formación.

Respuesta de los estudios científicos

Las investigaciones avalan de forma mayoritaria que, efectivamente, los estudiantes de Economía “no son como los demás”. Concretamente, las personas que se decantan por este tipo de formación serían mucho más proclives a desarrollar conductas no cooperativas y menos altruistas. De esta forma, apoyarían de un modo nítido la hipótesis de la autoselección.

La evidencia relativa a la hipótesis del adoctrinamiento contiene más matices y es más débil. Dentro de la misma, encontramos trabajos que rechazan esta posibilidad, pero también otros que revelan que, en algunos tipos de comportamiento, una mayor exposición a la disciplina resulta en comportamientos menos prosociales.

No hay duda de los beneficios de contar con una mayor educación económica y financiera. Asimismo, diversas voces han apuntado a la necesidad de analizar la adopción de intervenciones no farmacológicas durante la pandemia desde una perspectiva más económica, basada en un balance de costes y beneficios.

Sin embargo, la coyuntura actual se caracteriza por desafíos en los que, sin lugar a dudas, la solidaridad y la cooperación resultan importantes y necesarias. El reparto de los costes entre países a la hora de abordar el cambio climático o el desigual acceso a las vacunas de la covid-19 demanda soluciones en las que este tipo de conductas son importantes.

La presencia de autoselección constituye una de las explicaciones que se encuentra detrás de la falta de diversidad en el alumnado de las titulaciones de Economía. Así, parece que estos estudios serían menos atractivos para las mujeres o las minorías sociales o étnicas. En estos grupos, los comportamientos antisociales serían más limitados. Afortunadamente, la profesión ha abordado este tema de forma reciente con decisión. Esta cuestión no resultaría baladí, pues muchas personas con formación económica asumen importantes responsabilidades políticas en nuestras sociedades.

Aunque más débil, la evidencia de adoctrinamiento también debería ser fuente de preocupación. En esta línea, existe una potente iniciativa de renovación didáctica que persigue exponer a los estudiantes, desde el primer momento, a problemas como la desigualdad o la crisis ambiental. Aunque algunos autores se muestran escépticos, este nuevo currículo académico subraya, también desde los cursos introductorios, el rol de la cooperación, el altruismo y la reciprocidad en el comportamiento humano.

Por último, una investigación reciente pone de manifiesto que la introducción de lecciones de ética vinculadas a los deberes morales puede ejercer pequeños efectos positivos sobre la generosidad de los estudiantes de Economía.

A modo de lección para los responsables educativos, parece aconsejable que futuras reformas de los programas de captación de alumnos y del diseño de los planes de estudios de las titulaciones universitarias tengan presente la existencia de estos inquietantes resultados.

(*) Profesor Titular de Economía, Universidad de Salamanca

 

 

 

 

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