El planteo de Damasio es que los sentimientos son “experiencias mentales de los estados del cuerpo”, que surgen cuando el cerebro interpreta emociones. Las emociones son parte de un sistema automatizado que nos permite reaccionar ante el mundo, de una forma inmediata y sin necesidad de pensar, con el cual ya venimos dotados desde el nacimiento. Las emociones forman parte de esa compleja maquinaria en la que intervienen las recompensas y los castigos, el estímulo y la motivación… y todo aquello que hace que deseemos comer, beber, practicar sexo… Las emociones son parte del proceso de la regulación de un cuerpo vivo, y se presentan con diferentes “formas y sabores”. Hay unas emociones primarias y sencillas como son el miedo, la rabia, la felicidad o la desdicha… Hay emociones sociales, más complejas, como la compasión, el desprecio, la admiración, el orgullo…
Su teoría nació a principios de los 90, a partir de estudios clínicos de lesiones cerebrales en pacientes que no podían tomar buenas decisiones porque sus emociones estaban afectadas aunque el cerebro funcionaba con normalidad. Su investigación fue posibilitada por los estudios neuroanatómicos de su mujer, Hanna Damasio.
El trabajo dependió siempre de los avances en tecnología. Recientemente, herramientas como la neuroimagen funcional, que mide la relación entre procesos mentales y actividad en partes del cerebro, complementaron el uso de la neuroanatomía del matrimonio.
Damasio cree que la investigación neurobiológica tiene un claro propósito filosófico: “La voz del científico no tiene por qué ser un mero registro de la vida como tal”, escribió en su libro “El error de Descartes”. “Si nosotros queremos, un conocimiento más profundo del cerebro y la mente ayudará a lograr la felicidad”.
