El ingreso monetario de los dentistas depende, no tanto de las limpiezas o controles rutinarios sino del número y tipo de procedimientos que realizan. Esa es la conclusión que extrae Ferris Jabr de una investigación que condensa en “The Truth About Dentistry” y publica en The Atlantic.
La actividad odontológica no es objeto de la rigurosa investigación clínica que se ve en medicina. Entre las consecuencias están los tratamientos rutinarios innecesarios que a veces generan estafas y hasta mala praxis.
Tenemos una relación tensa con los dentistas como figuras de autoridad. Las encuestas sugieren que hasta 61% de la gente siente aprensión con respecto al odontólogo y que 15% siente tanta ansiedad que evita completamente visitarlo. En efecto, cuando estamos en el sillón del dentista el desequilibrio de poder entre profesional y paciente es evidente.
Una figura enmascarada se inclina sobre nosotros blandiendo instrumentos metálicos filosos para hacer cosas en nuestra boca, cosas que no podemos ver pero sí sentir. Una persona que todo el tiempo está evaluando la situación y haciendo preguntas que no pdemos contestar bien. La experiencia evoca sensaciones de peligro físico, de vulnerabilidad emocional y de debilidad de la voluntad. Cuando el dentista declara que hay un problema, que algo hay que hacer antes de que sea tarde ¿quién tiene el coraje o la experiencia para disentir? Cuando señala una mancha en una radiografía, ¿cómo saber qué cosa es verdad?
En otros contextos médicos, como la visita a un clínico o un cardiólogo, estamos bastante acostumbrados a buscar una segunda opinión antes de aceptar una cirugía o un costoso tratamiento de pastillas que tienen desagradables efectos colaterales. Pero en el consultorio del dentista – tal vez porque tememos el procedimiento o menospreciamos su importancia médica – el impulso es aceptar sin mucha consideración previa para terminar con el problema lo antes posible.
La difícil relación entre dentista y paciente se complica aun más por una realidad bastante desafortunada: los procedimientos dentales más comunes no siempre son tan seguros, efectivos o durables como se supone que debemos creer. Como profesión, la odontología todavía no ha aplicado el mismo nivel de auto escrutinio que la medicina.
En consecuencia, muchos tratamientos estándar no están respaldados por el debido nivel de investigación científica