Por Alberto Ford (*)
Entre ellas, si conviene o no dejar de fabricar vehículos de combustión interna a más tardar en 2035. China y EEUU ya picaron en punta. Europa, más reticente y conservadora, se debate entre las consecuencias laborales de la medida, de alto costo político, o seguir perdiendo terreno con las dos economías más grandes del mundo.
En pocas palabras, para las Naciones Unidas NetZero significa reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta cero o lo más cerca que se pueda y, en este último caso, reabsorber el remanente por medio de los océanos y los bosques, o sea al aire libre. Una melodía para los oídos de los ambientalistas, un dolor de cabeza para los industriales.
Las consecuencias de la problemática ambiental y climática, disruptivas para la fuerza de la costumbre, suelen ser muy dolorosas para las víctimas. No así para los decisores de políticas públicas. A ellos, luego de los pésames, se les abre la posibilidad de abordar los aspectos estructurales del sistema (en no pocos casos han provocado y/o agravado los deterioros) con soluciones superadoras… y grandes negocios.
Un componente energético dominante en la visualización conceptual del NetZero lleva a interpelar los modos tradicionales de generar la potencia que consume la producción de bienes y/o servicios necesarios para el desenvolvimiento social. Y si se busca un esquema de mayor racionalidad, es evidente que se deben revisar dichas modalidades.
Como si el mundo estuviera en medio de un temporal, estamos pasando momentos de grandes convulsiones. Los estímulos no dan respiro. Pandemias a la carta/meteoros catastróficos/guerras sangrientas/inflación/desempleo/amenazas recurrentes/trivialidad/conflictos que despiertan; en conjunto, aflora un ambiente inquietante. No hay tiempo para distraerse. Aunque siempre que llovió paró, como dice el aserto conformista, hay que pasar el chubasco. A ese respecto, la destrucción creadora es una noción asociada desde 1950 a Joseph Schumpeter, un pensador de élite nacido en Austria y nacionalizado estadounidense.
Es cierto que para reciclar o construir siempre hay que tirar alguna pared. El choque se da entre la tristeza que causa la pérdida y las expectativas de lo mejor que se pueda lograr. Solo el paso del tiempo así como la sucesión de los procesos y su metabolización, pueden resolver el conflicto o cuando menos darle una salida. Es lo que viene.
Modificar el paradigma energético implica cambiar en las sociedades el estilo de vida. Este desde siempre estuvo configurado de tal manera que lo que asiste o ayuda lo haga sin que se note. Es el orden establecido. Los coches andan con gasolina, para que enfríe la heladera hay que enchufarla, el celular no funciona si la pila está descargada ¿Quién se pone a pesar en esas dependencias? Hasta que dejan de estar. Pues bien: marchamos a un mundo inalámbrico (wireless), la utopía de Nikola Tesla, el genio sin igual al que le robaron hasta el apellido porque tuvo la malhadada idea de nacer en Serbia.
Es una “decisión” o mejor un incipiente pero determinante mainstream; para el caso da lo mismo. Como parte de la globalización, el campo generado es como el campo gravitatorio donde las cosas pueden pasar de muchas maneras pero lo terminan haciendo de una.
En la dimensión estratégica de la agenda global hay cuatro temas prioritarios. Dos son de acción (necesidades, decisiones, proyectos, inversiones, gestión, impacto); dos son consecuencias. Los dos primeros se refieren al cambio de paradigma energético, y el restyling o la construcción de una nueva infraestructura de conectividad, en no pocos casos traducidos en propuestas de disposición superpuesta y/o yuxtapuesta. Las externalidades se refieren a la eliminación de la pobreza, y el cambio institucional, en la forma de ser y estar, hacia el regionalismo y la autoorganización.
Salvando el armamentismo (con pérdida acelerada de sentido como se puede ver en la guerra de Ucrania, cuyos abultados presupuestos de paso se irán orientando a la conquista del cosmos, el grueso de los recursos estará demandado por los múltiples objetivos del denominado cambio climático y, en un sentido amplio, la renovación integral de los medios a través de los cuales se da la interrelación de los factores. Mirando atentamente el devenir (con la lente bien calibrada, sin aberraciones), iremos viendo en todo el mundo una progresiva reorientación de la cosa pública en la dirección anotada.
Para el Global Infrastructure Hub (GI Hub), una institución patrocinada por el G20 con sede en Australia, los flujos globales en curso del financiamiento climático, así como el promedio anual estimado de las inversiones necesarias hasta 2050, seguirán una curva ascendente.
El GI Hub distingue las distintas modalidades de financiamiento entre lo climático (mitigación y adaptación), verde ambiental y sostenible. En el sector de la infraestructura, la mitigación puede incluir el apoyo a proyectos de energía limpia, como la eólica o la solar. El financiamiento climático de infraestructura se utiliza para facilitar e impulsar la inversión en proyectos que promuevan la actividad productiva y los objetivos sociales y ambientales. Es el ámbito del NetZero.
Los proyectos del NetZero movilizarán de aquí en más los presupuestos más abultados en materia de destrucción y reconstrucción del statu quo. Prometen dar vuelta como se dice un guante la condición de la vida humana.
A través de transformaciones impensadas emerge un cambio epocal que se llevará puestos los próximos 30 años. Se trata de ingresar a la fase superior de la globalización para terminar de darle forma y culminarla… o viceversa si se lo prefiere: un ejercicio autopoiético. Imaginar los escenarios posibles, probables, deseables y factibles ya es cometido de filósofos y artistas; verlos, es para quienes los tienen impresos en sus pantallas.
(*)Ingeniero y ensayista especializado en tecnología e innovación. albertoford42@yahoo.com.ar.