viernes, 27 de diciembre de 2024

La ciencia quiere derrotar a la muerte

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Anjana Ahuja, en el Financial Times, explica los intentos y se pregunta si eso es posible y a qué costo.

Hace casi 40 años, en Alemania, tres jóvenes – Steve Horvath,, su hermano mellizo Markus y sdu amigo Jörg Zimmerman prometieron dedicar sus carreras a extender la vida humana.

Markus se recibió de psiquiatra y Jörg un investigador en Inteligencia Artificial. Steve fue el que más se mantuvo apegado a la promesa de la juventud y desarrolló una técnica para medir la edad biológica de las células, cuenta  Ahuja. El reloj Horvath es un marcador del envejecimiento muy usado en la actualidad, uno más en una serie de descubrimientos de los últimos 20 años que están vigorizando la ciencia de la extensión de la vida. Los biólogos han encontrado maneras de reprogramar células viejas para volverlas jóvenes otra vez, usando esas técnicas para restaurar la vista en ratones viejos. Una compañía va tras la longevidad rejuveneciendo el sistema inmunológico, una intervención destinada a combatir enfermedades como la Covid-19 que se ensaña con los cuerpos viejos y debilitados.

El intento de hacer de la muerte algo opcional – o al menos de diferirla más allá de los límites normales — ya no es más una búsqueda marginal como era cuando los Horvath hicieron su promesa. Hoy es un multimillonario esfuerzo de biotecnología que atrae a los más grandes científicos.

El proceso del envejecimiento hasta tiene su propio código: MG2A en la Clasificación Internacional de Enfermedades, la biblia de la medicina. La revisión, que básicamente redefine la edad avanzada como una enfermedad, genera la idea que el “envejecimiento sano” es un oxímoron. Si las células humanas pueden volver a ser jóvenes, dice el razonamiento, por qué tenemos que envejecer?

El esfuerzo por extender nuestra fecha de caducidad no es puramente una cuestión para la biología. También tiene implicancias sociales profundas y potencialmente controversiales. La gente tiene distintas ideas sobre cuán larga debería ser la vida humana. Unos dicen que es un error moral posponer la muerte reingenierizando el cuerpo humano. Otros, que el objeto de la medicina es exactamente ese: demorar el momento final lo más posible.

Más allá del tema del crecimiento poblacional, si la gente puede vivir uno, dos o tres siglos, la sociedad se encuentra ante preguntas profundas: ¿Es posible estar felizmente casado con la misma persona durante 200 años? Si la terapia de extensión de vida se vuelve una rutina, ¿negarse a recibirla equivale a suicidarse? Si el mundo se vuelve cada vez más viejo ¿se enlentecerá al carecer de las ideas frescas de los jóvenes que caracterizan el progreso?

La tecnología, los científicos y algún filósofo pueden querer eliminar la muerte, pero esa idea no es compartida por mucha gente. Una encuesta Pew de 2013 sobre las actitudes del público encontró que apenas 4% de los norteamericanos desea vivir más allá de los 120 años y que solo 1% quiere vivir eternamente.

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