Una de las relaciones económicas más instaladas es que a medida que sube el nivel educativo y de ingresos en las mujeres, el número de hijos desciende.
Por eso nadie se explica mucho lo que está ocurriendo en Estados Unidos, donde las mujeres en la mitad superior del espectro de ingresos están teniendo más hijos de los que tenían sus equivalentes 20 años atrás. Las mujeres de familias ricas tienen más hijos que las mujeres de familias pobres.
El dinero siempre les ha dado a los ricos la posibilidad de pagar por todo lo que se necesita para mantener una familia grande: una casa amplia, personas para que atiendan a los niños, ayuda en la limpieza de la casa, colegios caros con doble turno. Uno de los mayores privilegios que suele tener la gente con altos ingresos es la posibilidad de ofrecer a sus hijos oportunidades generosas.
Pero un análisis profundo muestra que el aumento de la abundancia para las familias en la cima se construye sobre la disminución de las oportunidades para los que están abajo. Antes más educación y dinero solía bajar la tasa de fertilidad precisamente porque elevaba los costos de oportunidad de tener un hijo. Las mujeres perdían mucho económicamente si reducían su trabajo para atender una familia en expansión, entonces tenían menos hijos e invertían más en los que tenían.
Pero a medida que el ingreso de los más ricos aumentaba mucho más rápido que el ingreso de los pobres comenzó a resultar más fácil para los primeros contratar ayuda barata para que los ayude con los hijos, según un análisis norteamericano de tendencias. Las familias norteamericanas en el 25% superior de la distribución del ingreso han gastado en cuidados infantiles mucho más que en 1990, mientras que los que están en el 25% inferior han tenido que optar por dejar a los niños con familiares o vecinos.
La desigualdad de ingresos ha dado a las mujeres la libertad de tenerlo “todo”, pero solo a las que ya tienen mucho.