La revolución del teletrabajo no significa que la sociedad ya no necesite los lugares de trabajo. Las oficinas van a volver a la vida de las empresas. Las personas extrañan las charlas, los chismes y las amistades cara a cara. Encuentran que las tecnologías que les permiten trabajar remotamente son agotadoras y estresantes. Se preocupan por la pérdida de la comunidad en un mundo en el que las personas ya no comparten un espacio físico común.
Pero es poco probable, no obstante, que el mundo vuelva a la vida laboral que existía antes de Covid-19. En esta especie de programa piloto masivo de trabajo a distancia que impuso el coronavirus, algunas cosas salieron bien y otras mal. Cuando empresas como Twitter, Facebook y Square anuncian que proyectan poner a gran parte de su personal a trabajar remotamente es porque el progrma les funcionó muy bien.
Perohay otra realidad. Para otros trabajadores, el lujo de trabajar desde sus casas no está a su alcance. Todos los que pasan su vida en talleres, restaurantes y fábricas, por ejemplo, han tenido o que ir a su lugar tradicional de trabajo y correr el riesgo de contagiarse o no trabajar. Para esos obreros, el riesgo de enfermarse es mayor.
Se han hecho muchas reflexiones sobre el futuro de la oficina pero nada sobre el futuro de los depósitos, de las fábricas y de las plantas procesadoras de alimentos, donde tanto ha florecido el coronavirus.
Entonces, una de las lecciones más importantes que deja la pandemia es que debemos ocuparnos de la “calidad” de los empleos del futuro. El trabajo remoto hizo que se hablara copiosamente de las bondades y /o peligros del trabajo remoto para la gente de las oficinas. Ahora es preciso poner la misma intensidad sobre otros lugares de trabajo donde trabajan millones de personas en el mundo. Esa es la recomendación que hace Daniel Susskind, autor del libro “A World Without Work”.