A 30 minutos del centro con transporte público se llega a un nuevo bosque cuyos árboles fueron plantados hace dos años. Plantaron allí 1.000 pinos sabiendo que tal vez en treinta años esos árboles se convertirán en libros. Los manuscritos para los 100 libros que formarán la Biblioteca Futura (como se titula el proyecto) se están acumulando, sin haber sido leídos, en la biblioteca de Oslo. Nadie, exceptuando los niños pequeños que hoy juegan entre los árboles, vivirá para verlo.
Se trata de un proyecto de arte a 100 años concebido por la artista escocesa Katie Paterson para escribir un libro por año a medida que los árboles vayan creciendo. Paterson y los autores van a tener que confiar en que otras personas lo lleven adelante. Para eso ya crearon un fideicomiso.
Crear algo con una duración mayor a la de la vida humana significa que todo el proyecto es, en sí mismo, un recordatorio de nuestra mortalidad. Eso ha provocado algunas reacciones negativas, dicen los curadores, cuando la gente se da cuenta de que el resultado — la publicación de los libros – no ocurrirá en el transcurso de sus vidas. Pero a otros les gusta la naturaleza extensiva del proyecto, la sensación que da de que el tiempo se alarga hacia adelante, sin rupturas, y por lo tanto un legado se conversa por generaciones. A ellos no les interesan los resultados, no sienten apuro por completar la experiencia. Esto es lo que quieren decir los curadores del espacio público de Oslo cuando hablan de “espacio lento”.
Espacios rápidos y espacios lentos
“Para muchos de nosotros de ahora en adelante, la vida y la muerte será un asunto urbano,” dice la Organización Mundial de la Salud en su informe de 2016 sobre ciudades y salud. Hoy hay más gente viviendo en ciudades que fuera de ellas. Para 2030, 60% de la población del mundo será urbana, el doble que en 1950.
Oslo es chiquita comparada con muchas ciudades importantes, pero el redesarrollo es parte de un brote de crecimiento que ha convertido a la ciudad en la ciudad con más crecimiento de Europa. E incluso esta rica capital petrolera de Noruega somete a sus residentes a los mismos problemas que todas las ciudades del mundo, viejas o nuevas, históricas o modernas: pocos espacios abiertos, polución, demasiada proximidad con los otros, entornos de intenso trabajo, transporte público inadecuado y vida social a velocidad increíble.
Oslo también está rediseñando el puert0, un nuevo distrito financiero y levanta edificios de lujo en tierra recuperada al mar. Desde 2008 tiene un nuevo teatro de ópera, y está construyendo un nuevo museo. En cartera está la construcción de una nueva biblioteca.
Este programa de espacios públicos se encuentra en el centro de un plan para construir, cambiar y poblar espacios públicos. Los curadores tienen conexiones con una red de artistas y voluntarios, todos preocupados por cómo el ciudadano común va a interactuar con todas estas cosas nuevas. Tratan problemas como el significado del arte, la relación del ser humano con la naturaleza, la conexión del espacio público con el arte público.La idea de desacelerar y reconectar con la naturaleza está presenten en las múltiples obras. Toda la visión gira alrededor de lograr “espacios donde se pueda pensar, bajar un cambio, reunirse e interrumpir el ajetreo de la vida cotidiana.