lunes, 25 de noviembre de 2024

El lado oscuro de los viajes de negocios

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Un nuevo estudio de la Universidad de Surrey en el Reino Unido pone luz sobre el lado oscuro de los viajes de negocios. La “hipermovilidad” de nuestros tiempos tiene consecuencias severas para el viajero frecuente: fisiológicas, psicológicas, emocionales y sociales. 

Las personas que realizan viajes de negocios muy seguido parecen tener una vida envidiable. Conocen lugares distantes y exóticos alrededor de todo el globo, forjan nuevas relaciones con personas de todas partes, aprenden idiomas y prueban comidas extravagantes. Pero no todo lo que brilla es oro. Detrás de las fotos de Instagram que muestran una habitación lujosa o una playa paradisíaca hay un obscuro secreto. Investigadores de la Universidad de Surrey, en Gran Bretaña, y la Universidad de Linneo, en Suecia, han publicado un nuevo estudio sobre los efectos adversos de la “hipermovilidad”, característica de la globalización y los negocios transnacionales.

 

El estudio, que sintetiza las investigaciones existentes sobre los efectos de los viajes frecuentes, encuentra tres tipos de consecuencias: fisiológicas, psicológicas, emocionales y sociales. Las fisiológicas son las más obvias. El jet lag es la aflicción que los viajeros conocen mejor, aunque no pueden anticipar algunos de las más horrendas, si bien más raras, afecciones inesperadas como acelerar el envejecimiento o aumentar el riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular. Luego está el peligro de trombosis venosa profunda, la exposición a los gérmenes y la radiación personas que vuelan más de 85.000 millas por año exceden el límite regulado para la exposición a la radiación. Y, por último, por supuesto, los viajeros de negocios tienden a hacer menos ejercicio y comer menos saludable que las personas que se quedan en tierra firme. Las afecciones emocionales y psicológicas son más abstractas pero igualmente reales. Uno de estos efectos es la desorientación por viajar tanto, demasiados cambios de horario, clima y la imposibilidad de mantener una rutina. Por otro lado, los viajeros frecuentes sufren experiencias desagradables por estar alejados de sus seres queridos. Esto puede repercutir en problemas de ansiedad, soledad y depresión.

 

La vida social también sufre. Los matrimonios sufren porque se vuelven inestables, los hijos de los viajeros frecuentes sufren por la ausencia de una figura paterna por ejemplo. Las relaciones románticas también se ven afectadas, porque se vuelven más desiguales. Esto sucede cuando, por ejemplo, una sola parte de la pareja se ve obligada a encargarse de todos los quehaceres del hogar por la ausencia de la otra parte.

 

El estudio reconoce que estos problemas se ven mitigados por un motivo que salta a la vista. Los viajeros frecuentes suelen pertenecer a la elite económica. Lo que significa un mejor acceso a la salud y más posibilidades de lidiar con el problema. En el caso de Suecia, una de las sedes del estudio, una cuarta parte de los viajes internacionales es potestad del 3% de la población. Concedido, son problemas del 1% pero son problemas reales que mancha lo que parecería una vida envidiable e impoluta. La del viajero de negocios.

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