El mercado de seguros se presenta como un estabilizador de ingresos para que los productores agrícola-ganaderos y forestales puedan transferir sus riesgos.
En un contexto político y económico difícil para el campo y la producción agrícola-ganadera, se suma la problemática medioambiental que tiene a más de una decena de provincias en emergencia hídrica y la amenaza de los incendios forestales.
“Deberemos aprender a vivir y a producir dentro de extremos climáticos cada vez más complejos y frecuentes. La transferencia de riesgos al mercado de seguros se presenta como un estabilizador de ingresos sumamente necesario”, asegura el especialista Carlos Carreras, líder en Seguros Agrícolas de Marsh Argentina.
Un dato para entender el riesgo latente de la Argentina es que existen más de 520 mil hectáreas de bosques implantados con fines comerciales, de las cuales sólo 144 mil tienen cobertura. Es decir, sólo un 27.7 %. Además, la inversión por hectárea de cada forestación no sólo es muy alta, sino que supone un recupero de largo plazo; pero más allá de esta condición no se llega al 30 % de la superficie con cobertura.
Por ello, además de revisar las malas prácticas culturales como la quema de pastizales, es esencial aprovechar las herramientas estandarizadas que ofrece el mercado de seguros para que los productores forestales, yerbateros, citricultores, arroceros y ganaderos, entre otros, puedan transferir sus riesgos. Las coberturas existentes amparan desde la vida de los animales, pasando por las estructuras para la explotación ganadera, hasta los bosques cultivados, más allá del estadio en que se encuentren e incluso la madera apeada.
Es clave entender que, tal como señala el Global Risk Report 2022 -publicado en enero y elaborado con el apoyo del Foro Económico Mundial en colaboración con Marsh McLennan, SK Group y Zurich Insurance Group- el cambio climático se está manifestando en forma de sequías, incendios, inundaciones, escasez de recursos naturales y pérdida de especies, entre otros impactos.
Ya durante 2020, varias ciudades del mundo experimentaron temperaturas extremas casi inéditas, como fue el caso récord de 42,7°C en Madrid y la temperatura más baja que se ha visto en Dallas en 72 años, con −19°C. Los gobiernos, las empresas y las sociedades están enfrentando una presión creciente para evitar las peores consecuencias, pero las tragedias siguen sucediendo. Basta ver que en Argentina, en los primeros 45 días de 2021, se quemaron más de 258 mil hectáreas.
La provincia más afectada por los incendios forestales fue Corrientes, con pérdidas de unas 930 mil hectáreas y las económicas estimadas en casi $ 70 mil millones, según el Informe sobre daños económicos productivos actualizado al 16/2, elaborado por la Sociedad Rural Argentina distrito 8, junto con la Asociación de Sociedades Rurales Corrientes, la Asociación de Citricultores de Bella Vista, la Asociación Correntina de Plantadores de Arroz, la Asociación Forestal Argentina, y la Asociación de Plantadores del NEA.
Según advierte Carreras cuando menciona a lo ocurrido en la provincia mesopotámica, “el escenario propicio para una propagación irrefrenable de los incendios se dio de un modo palmario y nada indica que no volverá a darse con tamaña contundencia. Temperaturas mayores a los 40°C durante varias jornadas, humedad relativa ambiente menor al 30%, y una prolongada ausencia de precipitaciones que redundó en una marcada sequía (déficit de 400 mm entre enero y febrero) fueron los elementos de una fórmula que resultó devastadora para todo el ambiente en la provincia de Corrientes”.