Este artículo fue publicado en la Revista Mercado hace diez años.
Ya se veía entonces como urgente la necesidad de incorporar el riesgo ambiental en la planificación estratégica de la empresa el riesgo ambiental.
Hoy 10 años después, parece no haber cambiado la situación. Para las empresas, lo relacionado con el cuidado del medio ambiente no se reduce a una cuestión de conciencia ecológica. Tampoco es solo un pronunciamiento ideológico. Se trata, principalmente, de la sustentabilidad de los negocios. No hay empresarios “verdes”, sino buenos ejecutivos que actúan con responsabilidad corporativa.
De la misma forma que se planifica la gestión sobre los recursos humanos o la producción, sigue siendo necesario tener una gestión clara sobre los temas referidos al medio ambiente. Así como una mala decisión financiera puede causar un daño importante, implicar endeudamientos, la quiebra, o incluso la cárcel en casos extremos, una mala decisión en materia medioambiental puede ocasionar algo similar.
Estas eran algunas de las conclusiones a las que se arribaron en el seminario sobre Sistemas de Gestión Ambiental, organizado en mayo de 2009 por la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
El especialista en gestión empresarial y estrategia, José Manuel Pano, de JHI Consulting, trató el tema “Gestión del riesgo ambiental”. Esta forma parte del sistema general de gestión de la compañía, para organizar, planificar, controlar, medir e informar los resultados de las acciones tomadas.
“El rasgo característico es el desarrollo sustentable. Hay que crear valor preservando los recursos. No es un tema ideológico sino de gestión. Así como en la empresa se gestionan distintos recursos, como los financieros o los humanos y las materias primas estratégicas, hoy corresponde gestionar el ambiente. Desde hace 40 años, el planeta está pasando factura. Nos damos cuenta porque lo estamos viviendo; lo vemos, por ejemplo, en el aumento de la temperatura o en las reiteradas inundaciones. El medio ambiente no puede quedar afuera de la planificación de una empresa. Es un área crítica donde hay preguntas que no pueden dejar de responderse, como cuál es el impacto ambiental que se causa o cómo minimizar los riesgos”, sostenía Pano, de JHI Consulting.
Incorporar los temas medioambientales a la planificación estratégica de la empresa implica calificarlos como una gestión de riesgo, dentro de lo que se podría considerar riesgos no previsibles. Si bien hay formas de medir el impacto ambiental, existen situaciones imprevistas, como cualquier tipo de accidente, sobre todo en algunos sectores de la industria. Resulta imprescindible elaborar un mapa de riesgo ambiental certero que permita tomar decisiones de gestión del riesgo y realizar trabajos de mitigación.
“Existen básicamente cuatro tipos de riesgo: el financiero, el estratégico, el operacional y los no previsibles. Y existen, además, amenazas del ámbito interno y externo. La cuestión ambiental está dentro de los riesgos no previsibles ubicados en el ámbito interno. Así como se puede prever que van a cambiar las tasas, o que puede variar el tipo de cambio, o que un producto puede transformarse en obsoleto, hay que saber que pueden existir problemas con el medio ambiente, que, a diferencia de los otros, no se pueden prever. Por eso es que hay que manejarlos como una gestión de riesgos no previstos. Aunque son acontecimientos difíciles de medir, actualmente, por ley, es una obligación considerarlos”, afirmó Pano.
Las grandes empresas nacionales y las multinacionales son las que muestran mayor compromiso con los temas ambientales, no así las Pyme, que en su mayoría consideran estas cuestiones como ajenas a su pertenencia. En muchas organizaciones, la relación con el medio ambiente queda explicitada en la misión y visión, donde se asume el compromiso de tomar medidas destinadas a conocer, medir, controlar y administrar, observando la normativa aplicable para mitigar el daño ambiental.
Entre las principales acciones que las empresas deben tomar, se pueden destacar la observancia de las normativas nacionales, provinciales y municipales, la adhesión voluntaria a compromisos no obligatorios como la reducción de las fuentes de contaminación, la captura de efluentes contaminantes, la responsabilidad en plantear sistemáticamente objetivos de mejora en e-performance, la implementación de programas de reducción continua del riesgo medio ambiental, el compartir experiencias en ámbitos profesionales y llevar adelante programas de entrenamiento, entre otras.
Cuando se habla de gestión medioambiental se hace referencia a que las autoridades máximas de la empresa están involucradas en el tema. El gobierno corporativo es el responsable de informar acerca de la gestión estratégica sobre el desarrollo sostenible de la compañía. El Directorio, que tiene la responsabilidad de asumir la administración de la sociedad y aprobar las políticas y estrategias generales adecuadas a los diferentes momentos, es quien implementa las políticas de control y gestión de riesgos y otras que tengan por objeto el seguimiento periódico de los sistemas internos de información y control. También tiene la responsabilidad de trazar los lineamientos generales de los programas a llevar adelante, definir la estructura organizacional del área a cargo, establecer objetivos y metas cuantificables, realizar controles, acciones preventivas y correctivas, y establecer mecanismos de mejora continua.
“Las empresas que tienen sus casas matrices en Europa o Estados Unidos en su gran mayoría están adheridas a normas de gobierno corporativo, aunque no sea obligatorio. No suscribir a esto significa quedar afuera del mercado. Hay una fuerte presión por parte de las empresas grandes sobre la cadena de valor; para ser proveedor hay que cumplir con determinados estándares, entro otros, con los relacionados con el medio ambiente”, dijo Pano.
El término desarrollo sustentable fue elaborado en el Informe Brundtland de Naciones Unidas en 1987, para definir las acciones que satisfacen las necesidades del presente sin comprometer las de las futuras generaciones. Más tarde, se creó otra definición para calificar los negocios sustentables: “triple bottom line”, que hace referencia al desempeño de una empresa en tres dimensiones: económica, ambiental y social. Para la valuación correcta de una empresa, es necesario usar esta “triple cuenta de resultados”, que considera los resultados económicos, de gestión social y de gestión ambiental.
Asimismo, asumir los temas medioambientales en la gestión de la empresa, además de corresponderse con los criterios de sustentabilidad, significa, simplemente, cumplir con la ley. Según la Ley General de Ambiente 25.675, las empresas están obligadas a realizar un relevamiento y efectuar un diagnóstico del impacto ambiental, así como tomar medidas de mitigación, elaborar un mapa de riesgo y garantizar la financiación de la eventual remediación a través de la contratación de un seguro ambiental de carácter obligatorio.
“No es solo la Ley General de Ambiente. El artículo 59 de la Ley de Sociedades Comerciales dice que es responsabilidad de los administradores y los representantes obrar con la lealtad y diligencia de un buen hombre de negocio. En el año 2010 nadie pude decir que la diligencia de un buen hombre de negocio no incluye la cuestión ambiental, ni que no incluye la cuestión social. Obrar con lealtad y diligencia es tomar medidas destinadas para conocer, medir y administrar observando la norma aplicable; es inadmisible el desconocimiento del marco legal”, concluyó Pano.
Hoy 10 años después, las palabras de Pano siguen estando vigentes y el medio ambiente continua siendo clave al igual que la gestión del riesgo ambiental por parte de las empresas.