Muchos ejecutivos informaron que se mueven entre 20 y 25 veces más rápido de lo que creían posible en cosas como eliminar redundancias en la cadena de suministro.
O en mejorar la seguridad de los datos y aumentar el uso de las tecnologías avanzadas en las operaciones. Cómo afecta todo eso la productividad de largo plazo no se sabrá hasta que se evalúen los datos de muchos trimestres más. Pero vale la pena remarcar que la productividad norteamericana en el tercer trimestre de 2020 creció 4,6%, luego de un aumento de 10,6% en el segundo trimestre, lo que constituye el mejor semestre desde 1965.
La productividad es solo un número, aunque importante; la cifra más sorprendente para Estados Unidos en el segundo trimestre está en las grandes caídas. Ese no es un precedente envidiable. Pero para destacar un fenómeno alentador, en el pasado se necesitaba por lo menos una década para que las tecnologías que vienen a cambiar las reglas del juego evolucionen hasta convertirse en motores de productividad.
La crisis del Covid–19 aceleró en varios años esa transición en áreas como inteligencia artificial y digitalización. En Asia todavía más rápido. Esa evolución no siempre ha sido un proceso prolijo y elegante: las empresas se apresuraron a instalar o adaptarse a nuevas tecnologías bajo una intensa presión.
El resultado ha sido que algunos sistemas son inadecuados. El desafío para el corto plazo, entonces, es dejar de reaccionar frente la crisis para crear e institucionalizar lo que se ha hecho bien hasta ahora.
Para los negocios del consumo, y particularmente para el retail, eso podría significar mejorar los modelos de negocios digitales y omnicanal. Para la salud, se trata de instalar las opciones virtuales como norma. Para los seguros, quiere decir personalizar la experiencia del cliente. Y para semiconductores, se trata de identificar e invertir en productos de próxima generación.
Para todos, habrá nuevas oportunidades en fusiones y adquisiciones y una necesidad urgente de invertir en crear capacidades. La crisis ha creado la necesidad de que las compañías reconfiguren sus operaciones y una oportunidad de transformarse. En la medida que lo hagan, tendrán mayor productividad.