martes, 24 de diciembre de 2024

¿Confían los investigadores en los estudios sobre Covid-19?

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“La ciencia siempre estará en la vanguardia de mi administración y estos científicos de renombre mundial se asegurarán de que todo lo que hagamos se base en la ciencia, los hechos y la verdad”.

Por Eduardo García Garzón y Guido Corradi (*)

Con estas declaraciones, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, marcaba las líneas maestras de su actuación frente a la Covid-19. En 2020 la investigación científica se convirtió en la gran esperanza para encontrar una solución a la pandemia.

En medio de un mar de dudas, han sido los investigadores quienes han dado las herramientas para poder controlar la crisis. Desde el desarrollo de vacunas hasta el uso de mascarillas, la discusión científica nunca ha estado tan presente en la vida diaria.

Pese a ello, pocos saben que la ciencia todavía está luchando contra su propia crisis, la llamada “crisis de la reproducibilidad”.

Desde 2010 se ha observado que, en mayor o menor medida, una gran parte de los resultados publicados en revistas científicas no pueden ser reproducidos por investigadores independientes. Esta crisis ha afectado a áreas como la psicología, la economía y la medicina.

Las investigaciones relacionadas con Covid-19 no están siendo la excepción. Muchos autores han pedido cautela a la hora de interpretar los resultados de investigaciones llevadas a cabo en tiempo récord, y donde los estándares habituales de revisión y control pueden haberse visto comprometidos.

En este marco de desconfianza hemos explorado en un reciente estudio el nivel de confianza que los científicos mantienen en los estudios sobre la pandemia.

Los científicos también son humanos

En el estudio, un grupo de científicos evaluó catorce aspectos de las investigaciones relativas a Covid-19. Quienes habían participado en algún proyecto relacionado con el coronavirus valoraban tanto los proyectos propios como los de sus compañeros.

Los resultados mostraron un patrón claro: participar en estudios relacionados con la pandemia estaba relacionado con una mejor valoración de este tipo de estudios. Esto era así tanto en su calidad percibida como en sus fundamentos teóricos, e incluso en la adecuación de su tiempo de preparación (generalmente limitado).

Además, los investigadores que habían participado en estudios relacionados con la Covid-19 consideran que, pese a ser más abiertos y colaborativos, sus proyectos habían recibido menos recursos que otras investigaciones sobre la pandemia.

La interpretación de estos resultados es que los científicos, aunque a veces se nos olvide, también somos humanos.

Pese a la visión del investigador como una persona racional y objetiva, sufre los mismos sesgos que el resto de las personas: tienden a creer que aquello en lo que participan es mejor que lo que desconocemos.

Estos resultados tienen importantes ramificaciones a la hora de considerar cómo se valora la evidencia científica. Destaca que las críticas a estos estudios pueden variar del lado del que se encuentre el investigador.

¿Podemos creernos todo lo que se publica?

Como sociedad tendemos a olvidar que la posibilidad de acceder a un trabajo y a financiación en el sistema universitario depende, en gran medida, del volumen (que no la calidad) de publicaciones del científico solicitante. Ante el riesgo de quedarse atrás en la carrera científica, los investigadores se ven empujados a publicar todos los estudios en los que participan. Esta situación se ve además exacerbada porque a las revistas científicas, como a las del corazón, les gustan los titulares novedosos con resultados significativos.

Hoy se sabe que algunos científicos llevan a cabo prácticas de investigación cuestionables. Estas representan comportamientos destinados a presentar los resultados de una investigación de manera que sean más atractivos y, por lo tanto, publicables. En nuestro estudio preguntamos a nuestros participantes hasta qué punto admitían haber cometido alguna de estas prácticas. También les preguntamos qué tanto por ciento de los estudios de su campo podrían haberse visto afectados por ellas.

Como se observó previamente en Estados Unidos e Italia, los científicos españoles (independientemente de su participación en proyectos sobre la Covid-19) esperaban que estas prácticas fueran bastante comunes. Calculaban que más de la mitad de los estudios únicamente presentan resultados significativos, ocultando condiciones o muestras que no eran convenientes, o modificando sus hipótesis de investigación tras ver los resultados.

De nuevo, los sesgos jugaron un papel importante: las tasas de admisión de estas conductas eran bastante menores que las tasas esperadas en estudios de otros compañeros. Esto indica que los científicos ven probable que otros cometan estas prácticas, pero no que lo hagan ellos mismos.

El futuro de la ciencia

¿Significa este estudio que la investigación científica no es confiable? Nada más lejos de la realidad. La Covid-19 ha puesto en evidencia cómo la ciencia juega un papel central en la resolución de los retos que afrontan nuestras sociedades. Sin embargo, si queremos evitar las dudas sobre los resultados científicos, nuestro sistema científico tiene que cambiar.

Para ello hemos que sistematizar ya una cultura de ciencia abierta, reproducible y robusta, fomentando la transparencia y la responsabilidad en las evaluaciones de los proyectos científicos. Esto es imposible si no financiamos suficientemente a los investigadores, buscando premiar la calidad en vez de la cantidad de sus estudios. Esta es la única manera de disipar las dudas y avanzar hacia una ciencia madura y de calidad.

(*) Eduardo García Garzón es Profesor en metodología, Universidad Camilo José Cela; y Guido Corradi es Profesor de percepción y atención, Universidad Camilo José Cela.

 

 

 

 

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