Las vacunas son la mejor posibilidad que tiene el mundo de controlar la pandemia, a menos que los líderes caigan en el nacionalismo. La colaboración internacional entre científicos fue un aspecto crítico en el desarrollo de vacunas pero ahora la escasa colaboración entre las naciones es una barrera para lograr la vacunación universal en la escala que se necesita para vencer a la pandemia. Lograr la equidad en el suministro de vacunas no es un eslogan, dice Tedros Ghebreyesus en Foreign Policy. Protege a la gente en todas partes y fortalece las posibilidades de la comunidad internacional de detener la pandemia.
En este momento los países ricos, con apenas 16% de la población mundial han comprado 60% de la producción mundial de vacunas. Muchos de esos países se proponen vacunar para mediados de año as 70% de sus poblaciones adultas para así lograr la inmunidad de manada.
Pero COVAX – el organismo multilateral creado por la Organización Mundial de la Salud junto con la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations y Gavi, la alianza que busca asegurar que las vacunas lleguen a toda la gente del mundo – hace denodados esfuerzos para comprar suficientes dosis para cubrir apenas 20% de la población de los países de menores ingresos para fines de 2021.
La distribución de vacunas no puede convertirse en un juego de suma cero. El nacionalismo en vacunas no solo es moralmente indefendible. Es epidemiológicamente contraproducente. Los mecanismos del mercado, solos, son insuficientes para lograr la meta de lograr inmunidad de manada con vacunas. La escasa oferta y la enorme demanda crean ganadores y perdedores.
Permitir que la gran mayoría de la población mundial quede sin vacunar no solo va a perpetuar enfermedades, muertes y cuarentenas repetidas sino que va a permitir nuevas mutaciones mientras la Covid 19 se propaga por el mundo entre las poblaciones desprotegidas. La propagación no controlada puede resultar en el surgimiento de variantes más contagiosas que conducirán a un marcado aumento de casos. Es un círculo vicioso. La propagación rápida significa que se infecta más gente y que muere más gente mientras los sistemas de salud colapsan.
Que haya un sello hermético entre los ricos y pobres del mundo no es ni deseable ni posible. Este coronavirus se propaga rápida y silenciosamente, antes de que se desarrollen síntomas o con síntomas suaves comunes a muchas otras enfermedades. Estas características clínicas combinadas con la propagación descontrolada y el flujo global de personas significa que hay riesgo de que sigan apareciendo nuevas variantes y que se propaguen por los países.
Más preocupante todavía es que las nuevas mutaciones conduzcan a la resistencia a las vacunas. Ya hay evidencia de que algunas vacunas son menos efectivas contra las variantes aparecidas en Brasil y Sudáfrica.
El creciente nacionalismo en vacunas es también social y económicamente contraproducente.Las poblaciones desprotegidas seguirán sufriendo los efectos secundarios de la pandemia. La prolongación de las cuarentenas significan devastación económica arrojando más personas a la pobreza. Los niños sufren el peor daño colateral. Las escuelas cerradas significan más niñas embarazadas, más trabajo infantil y mayor desigualdad de género . El efecto de la pérdida educativa es permanente.