-¿En qué lugar de la agenda de la gestión empresarial ubica hoy a la incipiente lucha contra el deterioro del clima, la salud del ambiente y la sustentabilidad a la que se venía adaptando en la década pasada?
-Creo que el principal cambio es el consenso general sobre qué significa la sustentabilidad de un negocio, que no solo tiene que ser económica sino también social y ambiental. El calentamiento global nos exige que tengamos una agenda clara y eficiente para reducir emisiones y alcanzar la neutralidad de carbono.
Y el cuidado del ambiente en general es una responsabilidad que tenemos que asumir para construir una sociedad en armonía con la naturaleza. Además, los consumidores en todo el mundo se están volviendo cada vez más exigentes respecto de esta agenda, en el sentido de que ya no solo eligen un producto por sus características sino por la empresa que lo produce y qué grado de responsabilidad asume con estos temas.
Lo mismo vale para el impacto social de cualquier actividad económica y sus relaciones con la comunidad.
Los cambios en el trabajo
– ¿Cómo vislumbra las consecuencias que tendrá ese inmenso cambio en el trabajo; en las profesiones y oficios que desaparecen; en la irrupción del teletrabajo; en la falta de capacitación para el nuevo escenario; en los empleos pobres (presenciales) con sueldos comparativamente altos aún respecto de los vigentes para los que dominan la tecnologìa que todo lo transforma?
-Sin dudas atravesamos un gran cambio de paradigma en el mundo del trabajo que se explica, sobre todo, por los avances tecnológicos, pero también con nuevas preferencias y modos de vida de las personas. La tecnología es aliada de los trabajadores, nos hace más productivos y nos permite realizar tareas en mejores condiciones. Y, además, la historia demuestra que cada avance tecnológico reduce algunos puestos de trabajo, pero crea muchos más. El gran desafío es prepararnos para estos cambios y capacitar a las personas para estos nuevos trabajos. La educación tiene un rol central en este enorme desafío y tenemos que trabajar juntos para estar a la altura de lo que viene.
-El nuevo escenario geopolítico que delinean una guerra energética, comercial y tecnológica entre las potencias occidentales, China y Rusia, más las secuelas de la pandemia del coronavirus aún no resueltas y la invasión rusa a Ucrania, ¿cómo afectarán las perspectivas de crecimiento del mundo en general y de los países más débiles, como el nuestro, en particular?
-Vivimos en un mundo muy complejo desde la irrupción de la pandemia y luego la guerra en Ucrania, sumados a las tensiones comerciales y tecnológicas entre las grandes potencias. Mi mirada es que nos encaminamos hacia un mundo que se estructura más sobre acuerdos comerciales que sobre alineamientos geopolíticos.
Dicho de otro modo: los países se van a relacionar más de acuerdo con su complementariedad transaccional y conveniencia económica que a su pertenencia a determinada estrategia geopolítica. En este sentido, Argentina tiene la oportunidad de ampliar sus relaciones comerciales.
Hoy, por ejemplo, si el bloque que forman Malasia, Indonesia, Vietnam, Singapur y Tailandia fuera un solo país, sería el principal destino de nuestras exportaciones. Estos nuevos mercados, junto con una integración regional que debe continuar, nos permiten tener una perspectiva un poco más optimista respecto de este nuevo contexto internacional.