La crisis educativa posiblemente sea la peor herencia que reciben los gobiernos entrantes. Es ineludible revisar las reglas del trabajo docente para premiar la responsabilidad y los logros de aprendizaje y desalentar el ausentismo y la falta de compromiso, analiza el Instituto de Desarrollo Económico y Social Argentino (Idesa) en su reporte número 632.
Investigaciones realizadas con base en las pruebas internacionales PISA sobre calidad educativa señalan que en los países en donde coexisten escuelas de gestión estatal y privadas, los alumnos que concurren a escuelas privadas presentan mejor desempeño.
En promedio, esta brecha equivale a tres cuartas partes de un año lectivo. Entre los factores explicativos se destacan que las escuelas privadas tienden a recibir alumnos con actitudes más proclives a la educación y, en general, son instituciones que cuentan con más recursos, pueden seleccionar y gestionar mejor a los profesores, y disponen de mayor autonomía.
En la Argentina se reproduce el mismo fenómeno pero con mayor intensidad. Las diferencias en el aprendizaje se estiman en más de un año lectivo. Implica que un chico de escuela privada le lleva más de un año de ventaja a un chico de escuela estatal. Se trata de una enorme brecha de calidad que discrimina a las familias de menores ingresos, señala el informe elaborado bajo la dirección del economista Jorge Colina.
En esta perspectiva, resulta pertinente analizar la dinámica de la matrícula en la última década.
Según datos del Ministerio de Educación de la Nación, aparece que:
- Entre 2004 y 2014, la matrícula en educación inicial, primaria y secundaria pasó de 9,4 a 10,1 millones, o sea, hubo un aumento de 700 mil alumnos.
- De este aumento de la matrícula, el 20% eligió escuelas de gestión pública.
- El restante 80% eligió escuelas de gestión privada.
Estos datos, provenientes de fuente oficial, son muy contundentes: 8 de cada 10 nuevos alumnos optó por una escuela privada.
Si bien la intensidad de la migración varía por región, en dos tercios de las provincias el crecimiento de la matricula privada ha sido superior al de las escuelas estatales.
Esta dinámica ha llevado a que considerando el total del país el porcentaje de alumnos en escuelas privadas subiera entre los años 2004 y 2014 desde el 25% al 29% de la matricula total.
La masiva fuga de ingresantes hacia la escuela privada se dio en un contexto de encendidos discursos en favor del Estado, con inversión en educación por encima del 6% PBI y aumentos en los salarios reales de los maestros. Es claro, entonces, que para mejorar la educación pública no alcanza con discursos y aumentos de presupuesto.
Mucho más importantes son las reglas de organización del sector y, en especial, las que regulan el trabajo docente. Es imprescindible reconocer y premiar a los educadores que demuestran compromiso con los aprendizajes y penalizar a quienes no lo hacen.
Los mismos datos oficiales del Ministerio de Educación que testimonian esta fuga de padres hacia escuelas privadas señalan que hay casi 2 cargos docentes de aulas por cada 25 alumnos en la educación pública. Recursos no faltan; faltan exigencias.
La recuperación de la educación pública posiblemente sea la deuda más desafiante que el gobierno saliente le deja al nuevo.
La degradación es muy profunda, el avance de los intereses corporativos muy grande y muy alta la complejidad institucional que implica un sistema administrado por cada una de las provincias. En este aspecto es clave que el debate sobre el régimen de coparticipación federal de impuestos no se limite a la puja por la distribución de los recursos entre jurisdicciones. Resulta fundamental fijar reglas que induzcan a una correcta administración de los impuestos. Por ejemplo, asumir compromisos verificables de cumplimiento de metas en el sistema educativo.
La mala gestión motorizó un inédito proceso de privatización de la educación.Mientras en las declaraciones se realzaba hasta lo empalagoso el compromiso con el Estado, en la práctica el deterioro de la escuela estatal indujo una silenciosa fuga de las familias hacia el sistema privado. Esto no se revierte con más declamaciones y recursos sino con valentía y profesionalismo para cambiar las reglas que rigen el trabajo de los docentes y la organización de la educación.