A Nicolás Copérnico esta conducta le valió que nadie ponga un nombre en su tumba, y que la encontraran un par de siglos después de su muerte.
Por Marcelo Carbone (*)
Por suerte esto no les pasó a todos los transgresores modernos que, de una u otra forma, dieron forma al último siglo de nuestra historia. Y como quiero ser bien tendencioso con este concepto, voy a nombrar sólo un caso que lo resume: antes de idear un teléfono inteligente que marcaría un cambio de paradigma tecnológico en el siglo XXI, Steve Jobs fundó una compañía que hace dibujos animados por computador, a la que bautizó “Pixar”, y el entretenimiento nunca fue lo mismo desde que Tom Hanks le dio vida a Woody.
Una y mil veces escuchamos la frase “pensar fuera de la caja”, que hasta nos viene un vaho de moho y naftalina cuando alguien la repite, y quizá por ese “añejamiento” nos hemos alejado de su significado: rebeldía, innovación, transgresión.
Por suerte hemos pasado de un mundo que penalizaba a los que transgredían, pensando fuera de la caja durante la edad media, a recompensar fuertemente a los nuevos rebeldes en nuestros tiempos.
Aunque para ser justos, y desde mi punto de vista, la transgresión creativa, el impulso de cambiar el orden establecido de las cosas, los mercados, las tendencias, los productos y el mundo en sí mismo, es la fuerza motora más imponente e imparable que nosotros, los humanos, podemos utilizar.
En estos tiempos es indispensable que la usemos, porque en tanto para construir sociedades más justas debemos igualarnos, respetarnos y pensar con mente de colmena, para destacar positivamente en esa misma sociedad justa cada uno de nosotros que nos autodenominamos “emprendedores” tenemos la obligación de crear valor, mediante la diferenciación, la innovación, la ruptura, la evolución.
Esa es la tarea que tomamos cada día de nuestras vidas, aún sin manifestarlo, arremetiendo contra el orden establecido, imaginando atajos para caminos que no conocemos bien, nuevas formas para viejos dilemas que pueden no sernos del todo familiares, o soluciones para problemas que nadie nos comentó. En el proceso aprendemos sobre el orden, los caminos, los dilemas y los problemas y re significamos la vieja teoría del derrame, hacia la intelectualidad y la creación.
Los emprendedores le ponemos la medida justa de caos al orden, y de esto sacamos un nuevo orden. Esa es la transgresión necesaria, y ese debe ser nuestro manifiesto consciente.
(*) Consultor, especialista en Gestión y Calidad, emprendedor serial, asesor de empresas y pymes, docente y CEO de Grupo Crescent y Pertix Tech.